Por Raúl Bravo Aduna
El teléfono en nuestro bolsillo abre un abanico casi infinito de posibilidades. Por un lado, nos regala la oportunidad de poder consumir casi cualquier tipo de producto informativo o de entretenimiento a la menor provocación. Películas, libros, podcasts, noticias, tiktoks, además del larguísimo etcétera que acompaña la lista, están a unos tres movimientos de distancia todo el tiempo. Por el otro lado, ese mismo aparato contiene las herramientas suficientes para poder realizar y después distribuir esos productos: cámara, micrófono, procesador de texto, plataformas, redes sociales, editor inteligente, filtros y lo que se les ocurra sacar este fin de semana en Silicon Valley.
A la postre, todo eso puede ser monetizado de cuantas maneras se pueda imaginar en lo que ha sido llamada la “economía de creadores”; un espacio digital en el que se compite por atención, seguidores y, por supuesto, lana. Aunque en un principio buena parte de las plataformas que sostienen este aparato de consumo eran gratuitas, a últimos años se ha transitado a un modelo de suscripciones y pago-por-ver. Al centro de esa vorágine de cambios se encuentra OnlyFans, página a la que se le ha prestado considerable atención en últimos días.
Y es que la plataforma, que se ha hecho un nombre por la venta “directa” de material audiovisual básicamente pornográfico, anunció que prohibirá todo tipo de contenido explícitamente sexual a partir de octubre. La noticia sorprendió en gran medida por el éxito que ha tenido OnlyFans (particularmente en la pandemia), pero también por las implicaciones que puede tener en la industrias creativas, más allá de la del trabajo sexual.
La decisión de OnlyFans
El pasado 19 de agosto, OnlyFans, que a su vez pertenece a la empresa Fenix International Limited (de la que se sabe muy poco y rara vez se puede acceder a información de ella), dio a conocer que desaparecería todo contenido sexual explícito en su plataforma. Como parte de su anuncio, se explicó que la decisión venía de candados impuestos por los bancos que funcionan como proveedores de pagos; particularmente, Mastercard que está por implementar nuevos mecanismos de cobro para quien quiera usar su sistema de pago. (Aquí mismo, en sopitas.com, se publicó una extensa explicación de lo que sucedió y no tiene pierde.) En resumen, se trata de protocolos de revisión tanto de las personas que pagan, reciben dinero y los contenidos involucrados en la transacción. Esto trae consigo un montón de broncas relacionadas con saber cuáles son los límites de lo sexualmente explícito.
En ese sentido, parecería que la decisión de OnlyFans se entiende como una que busca ahorrarse esas trabas. Sin embargo, todo indica que hay más razones detrás de este movimiento. A pesar de que la plataforma ha mostrado ser un exitazo en términos de clientela (tiene cerca de 130 millones de usuarios y mueve alrededor de 1,000 millones de dólares anuales), se ha filtrado que batallan muchísimo para encontrar inversionistas dispuestos a inyectar capital al proyecto. Desde principios de este año, se dice que OnlyFans ha tratado de colocarse sin éxito en el mercado del capital de riesgo. De tal modo, no es descabellado sospechar que su cruzada contra el contenido pornográfico tenga que ver más con querer un jugoso cash-out; en el mejor de los casos, en migrar a un modelo con patrocinadores family-friendly, sin importarle “sus” creadores.
Detrás de mi paywall
Hace más de diez años que las redes sociales llegaron a rearticular los ecosistemas de internet y de medios de comunicación. En su cara más noble, abrieron espacios para voces y creadores que no tenían cabida en el “mainstream”. Fue así como Twitter, Facebook, Instagram y YouTube poco a poco construyeron un nuevo sistema de estrellato en los que participan quienes ahora conocemos como influencers. Lo que está por pasar en OnlyFans es algo que los creadores de esas plataformas ya han experimentado: cambios en regulaciones y algoritmos que privilegian el contenido preaprobado (y casi que diseñado) por las marcas que mes con mes inyectan cantidades impresionantes de dinero en publicidad digital.
Entre esas variaciones y las caídas de los modelos de negocios de medios de comunicación tradicionales, en los últimos años diversos creadores han buscado en plataformas como Patreon, Substack, GoFundMe y OnlyFans, entre muchas otras, esquemas de financiamiento que vengan directo de sus fans, seguidores y consumidores. Esta economía de creadores permite hacer a un lado intermediarios para que la producción de contenido pueda sostenerse, muy entrecomillas, de manera “orgánica” y sin la intervención de otros intereses en los procesos creativos. Detrás de esos paywalls hay trabajo que va desde una actriz porno que vive de sus videos o fotografías en vez de cobrar 600 USD por una toma que al final será robada por un repositorio, hasta un periodista que quiere hacer a un lado prácticas de censura a través del apoyo directo de sus lectores. En ese mismo saco caben novelistas, cantantes, artistas visuales, etcétera.
¿El fin?
Más allá de estar de acuerdo o no con el tipo de contenido que hay en OnlyFans, se antoja sanguinario el movimiento de la plataforma para sus creadores; al final del día, le están dando la espalda a quienes construyeron lo que son. Da la impresión que la moraleja detrás de todo esto es que siempre se deberá encontrar la manera de crear bajo los lineamientos de los grandes capitales, hasta cuando se trate de fotos de patas. Por supuesto que es probable que, en una página como ésta, se trate de velar por bienes mayores: que no tengan acceso a ese contenido menores de edad, que no se promuevan imágenes violentas y denigrantes, etcétera. Pero al mismo tiempo se vale desconfiar de supuestas buenas intenciones; particularmente, cuando se llevan entre las piernas a gente que ha encontrado la posibilidad de realizar su trabajo de forma autoregulada y segura.
Es difícil pronosticar qué va a pasar con OnlyFans. Quizá empiece a atraer contenido de creadores que ya tengan una base de seguidores extensa (lo que pasa cuando gente famosa se pasa de YouTube a Twitch o a Spotify o a la plataforma que le plazca); tal vez, se seguirán vendiendo productos eróticos que no sean “explícitamente sexuales”, sorteando las nuevas regulaciones; igualmente, puede ser que la plataforma sólo sea olvidada para darle nuevo aire a otros servicios similares. Más allá de los memes, vale la pena echarle un ojo a todo lo que suceda con OnlyFans, y la economía de creadores en próximos meses, que lejos está de su fin.