Por: Esteban Illades
El sábado por la noche, mientras Tigres tundía al América, una noticia comenzó a circular en redes: Andrés Manuel López Obrador, quien será el candidato de Morena para 2018, dijo en el municipio de Quechultenango, Guerrero, lo siguiente:
“Si es necesario… vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamos el perdón. En mi tierra siempre se dice ‘ni perdón ni olvido’, yo no comparto eso. Yo sí creo que no hay que olvidar, pero sí se debe perdonar, si está de por medio la paz y la tranquilidad de todo el pueblo”.
Los comentarios de López Obrador alarmaron a más de uno: ¿Cómo que dar amnistía? ¿Amnistía para quién? ¿Para los narcos que también extorsionan, secuestran y matan?
¿Por qué habrá que perdonar a alguien que ha hecho tanto daño? ¿Con qué fin? ¿Se podrá?
Y las preguntas son más que pertinentes, dado que lo planteado por el pre-pre-candidato de Morena (que apenas se registrará como precandidato el 12 de diciembre) sonó más a ocurrencia que otra cosa. Es cierto que hace seis años habló de “serenar al país”, pero nunca elaboró cómo lo haría. Hoy dice que la amnistía es una de tantas opciones que le cruzan por la cabeza, y que no descarta ninguna.
Más allá de si tenga razón o no –si la amnistía sea viable o un total disparate–, las declaraciones de López Obrador muestran la poca seriedad que se le ha dado en las campañas políticas al tema del crimen organizado y la violencia. En 11 años de la así llamada guerra contra el narcotráfico es la primera vez que escuchamos que un candidato con serias posibilidades de ganar se salga del guion preestablecido –ejército como eje principal de la estrategia– en este tema tan delicado.
Porque, bien o mal, el tema debe estar en la mesa.
También hay que ver el contexto en el que lo dijo: López Obrador estaba en el municipio de Quechultenango, donde apenas hace 10 días ejecutaron a Armando Arturo López, dirigente local del partido Movimiento Ciudadano, y excandidato a la presidencia municipal. El propio AMLO dijo que no encontraba a nadie en su partido que quisiera ser candidato por el miedo a ser asesinado.
Es decir, la violencia está en todos lados. Y ninguno de los candidatos, al día de hoy, parece tener una estrategia clara para reducirla. Ahí está Morena en voz de AMLO, que dice que analizará todas las opciones, lo que significa que todavía no tiene un diagnóstico o propuesta concreta. (No por nada el plan de campaña del partido, del que hablamos hace un par de semanas, menciona la posibilidad de mantener al ejército en las calles sin límite temporal, junto con otras.)
Por el otro lado está José Antonio Meade, precandidato único del PRI, y quien formara parte tanto del gobierno de Felipe Calderón como de Enrique Peña Nieto. Meade apenas está saliendo de su semana de dedazo –comidas con los priistas que querían ser candidatos, baños de sindicato en la CTM–, pero ya dijo en una entrevista radiofónica que la Ley de Seguridad Interior (LSI), aprobada por la Cámara de Diputados la semana pasada y en espera de ser aprobada ésta por el Senado, le parece una “importante decisión”.
De tomar sus palabras como postura ante la violencia, se puede entender que Meade está de acuerdo con el enfoque que se ha llevado durante la última década, y que será potenciado por la LSI: tener a las Fuerzas Armadas por tiempo indefinido en la lucha contra el crimen organizado, hacer que sustituyan a la policía en tareas básicas, permitirles intervenir comunicaciones privadas y eximirlas de toda transparencia al declarar su actuar bajo la ley como confidencial. (Este texto de Ernesto López Portillo resume bien el peligro que puede representar la nueva ley.)
Y luego están el Frente Ciudadano, Jaime “El Bronco” Rodríguez y Margarita Zavala. El Frente aún no tiene candidato, y su plataforma es lo suficientemente vaga –por no decir pobre– como para pensar que tampoco tienen una gran idea o propuesta para este enorme problema.
De hecho, la plataforma del Frente, disponible aquí, dice cosas como las siguientes: “Diseñar e implementar una política de seguridad humana de carácter integral”, “Combatir las malas prácticas, la impunidad, y la corrupción en el sistema de impartición y procuración de justicia”, o “Fortalecer a las instituciones policiales para enfrentar al delito y recuperar la confianza de la sociedad”.
Un listado de buenos deseos sin archivos o estudios adjuntos, sólo frases que suenan bonito pero no contienen nada. Y de hecho, al igual que la propuesta de López Obrador, dan a entender que empezarán a pensar en el tema una vez electos. No por nada se habla de “diseñar” en futuro, porque esa política de seguridad todavía no existe.
Del Bronco qué decir. Antier se limitó a declarar que quienes estuvieran en contra de la LSI “no quieren a México”. ¿Por qué? ¿Bajo qué argumento? Ni idea. Eso sí, horas antes de declararlo, tuiteó que en el estado que gobierna el próximo año habrá prepas militarizadas para que los jóvenes aprendan “disciplina y amor por la patria”. Si algún candidato quiere militarizar al país en serio, es el gobernador de Nuevo León.
Margarita Zavala, por su parte, ha dicho que comparte la visión de su esposo, el expresidente Felipe Calderón, y sostiene que la participación del Ejército y la Marina son necesarios porque las policías locales han sido abandonadas. En eso tiene razón, salvo por el pequeño detalle de que ese abandono comenzó en el sexenio… de Felipe Calderón.
Así los principales candidatos. De Pedro Ferriz ni hablar, porque, pues júzgalo tú mismo, querido sopilector.
¡Qué carajos acabo de ver! pic.twitter.com/86rTpMv4YC
— Risco (@jrisco) November 28, 2017
Pero más allá de que esto sea lo que propone, hasta hoy, cada candidato, la falta de argumentos y de estudios serios detrás de las propuestas, nos muestra que ninguno parece comprender la gravedad del asunto. Y si en efecto la comprenden, no tienen alguna solución distinta o bien desarrollada para enfrentarlo.
Eso, sobra decirlo, es grave, dado que todos ellos compiten por gobernar un país cuyo principal problema es ése: una violencia que no sólo no cesa sino que aumenta mes con mes, que se ha convertido en algo cotidiano y que ha destruido gran parte del país.
Faltan cerca de siete meses para la elección presidencial. Lo menos que podemos pedirle a estos candidatos es que en ese tiempo piensen, o pongan a pensar a los que piensan por ellos, en soluciones serias para este horror. Y no sólo que las piensen, sino que las discutan. Que las presenten y las defiendan, en sus mítines y en los debates presidenciales.
Es lo menos, menos, menos, que le deben ofrecer a los mexicanos a cambio de pedirles su voto.
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