Ayer, sábado 18 de septiembre, se llevó a cabo en la Ciudad de México la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC). En ella, se reunieron representantes de 31 gobiernos: 16 presidentes o jefes, dos vicepresidentes y 13 funcionarios, así como funcionarios como Charles Michel, del Consejo Europeo, y Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL.
Quizá lo que más trascendió en medios de comunicación fueron los intercambios entre Nicolás Maduro y los presidentes de Uruguay, Luis Lacalle, y Paraguay, Abdo Benítez. Al final del día, los catorrazos entre mandatorios llaman y venden. Sin embargo, la importancia de esta cumbre va más allá de pleitos de alto calibre; particularmente, en un momento en el que México parece querer recuperar algo del liderazgo regional que ha perdido a lo largo de los últimos años.
Además, no todo fue encontronazos. La CELAC llegó a 44 acuerdos (muchos intrascendentes pero de diplomacia necesaria), al mismo tiempo que mostró la capacidad de la región para, por lo menos, sentarse a dialogar, incluso cuando al interior del grupo hay varios problemas ideológicos que no serán resueltos ni fácil ni expeditamente. No obstante lo anterior, la reactivación de este mecanismo tiene ciertos dejos de esperanza, que hay que tomar por supuesto con sano escepticismo, para la integración de países latinoamericanos al corto, mediano y largo plazo.
No estaba muerta, nomás andaba…
La CELAC, como mecanismo intergubernamental en nuestra región, fue creada en 2010 y constituida hacia finales de 2011. Básicamente, se trata de un grupo que abarcaba a todos los países de nuestro continente, sin incluir a Estados Unidos y Canadá. Algo así como la OEA, pero sin que pese el voto cualitativo de nuestros vecinos del norte; paralelamente, se presentaba como una alternativa menos “radical” que la ALBA (en la que destacan los sospechosos comunes como Venezuela, Cuba y Bolivia). Es un mecanismo que puede funcionar para generar acuerdos de integración y desarrollo al interior de la región; igualmente, para entablar conversaciones con socios que caen de la gracia de Estados Unidos con cierto músculo colectivo. Ejemplos de esto pueden ser los diálogos y foros que han establecido con la Unión Europea, China, Rusia y los Estados Árabes del Golfo, entre otros.
A pesar de esto, desde 2017 la CELAC no se había reunido con la representación de jefes de Estado. De hecho, a principios de 2020, Brasil decidió salir de la comunidad por considerar que el mecanismo no tenía la capacidad de responder adecuadamente a las crisis y contextos de la región. Pero al mismo tiempo México, en un claro esfuerzo por recuperar su liderazgo y papel de mediador históricos, asumió la presidencia temporal de la CELAC con la que organizó un primer encuentro de cancilleres. Ahí se presentaron algunas propuestas sobre la creación de foros y eventos futuros, así como la intención de impulsar una cooperación latinoamericana en el sector aeroespacial. Además, dejaron de tarea pensar cómo establecer una gobernabilidad y burocracia para el organismo de cara al futuro. Lo que nos lleva a la cumbre de 2021.
Los invitados incómodos
Antes de que dieran inicio los trabajos de la VI Cumbre de la CELAC, las aguas ya estaban enturbiadas. El presidente López Obrador invitó a su contraparte cubana, Miguel Díaz-Canel, y a miembros de su gabinete al tradicional desfile militar del 16 de septiembre. Todo esto como parte de los festejos del bicentenario de la Independencia mexicana. Las quejas, críticas y el borlote en redes sociales no se hicieron esperar. No sólo por el contexto reciente de protestas y represiones en Cuba, sino porque era un acto sin precedente (que, se explicó, también incluye una invitación al gobierno estadounidense para el 27 de septiembre). Sin embargo, hay quienes ven en este acto un intento de legitimación internacional a Díaz-Canel desde nuestras fronteras, a partir de solapar prácticas violatorias de derechos humanos.
Aunado a todo lo de Díaz-Canel, sorprendió que llegara Nicolás Maduro a la Cumbre de la CELAC. Hasta un día antes del evento, no estaba contemplada su visita personal. Esto, por supuesto, nomás sumó al enojo de ciertos grupos. Los que ven en el presidente venezolano a lo peor de lo peor de lo peor de lo peorsísimo de los gobiernos antidemocráticos en América Latina. Y, vaya, con justa razón. Pero la estrategia de Maduro parece ir en concordancia con lo que ha hecho su gobierno a últimos meses. Tratar de dar cierta apariencia de apertura al diálogo para asegurar que es posible que las elecciones regionales en Venezuela se llevarán en relativa paz y con relativa certeza. Muy similar a lo que se ha visto en las negociaciones con la oposición que se han celebrado, también, en México.
¿Acuerdos hacia el futuro?
Las confrontaciones públicas a la presencia de los invitados “incómodos”, por parte de Lacalle y Benítez, se entienden de saque por las complejidades de tratar de cohesionar un grupo tan heterogéneo de países. La CELAC, al final del día, involucra la concordancia de intereses disímiles y a veces hasta irreconciliables. La unidad latinoamericana, en ese sentido, no es una de fácil alcance.
Pero hay acuerdos logrados en esta cumbre que vale la pena destacar, sobre todo si pensamos en una integración económica de la región a largo plazo; una que pueda permitir negociar mejor con el mundo sin tener que quedar bien a fuerza con Estados Unidos. Sobresalen cinco: 1) plan de autosuficiencia sanitaria a futuro, asegurando acceso a vacunas e insumos médicos; 2) un fondo común para desastres naturales, que comenzará apenas con 15 millones de dólares; 3) un frente unido ante el FMI para la obtención a corto plazo de DEGs; 4) continuar los esfuerzos para crear la Agencia Latinoamericana del Espacio; y 5) llevar un posicionamiento común a la cumbre climática COP26 en Glasgow en noviembre de este año.
Se ve difícil que la CELAC pueda reformular o desaparecer la OEA, como se tiene la intención. A pesar de falta de consenso en el organismo, Marcelo Ebrard mencionó que comenzarán a trabajar en una propuesta de algunos países del grupo. Tampoco hay que echar en saco roto la propuesta de López Obrador para que la CELAC se convierta en algo similar a los precursores de la Unión Europea. Aunque sea poco factible que éste sea el caso, lo cierto es que, como región, no caería nada mal una cohesión, aunque mínima, que permita negociar y ejecutar mejor el desarrollo y la inclusión en nuestros países, con un panorama mucho más amplio que el que puede ofrecer Washington.