Por Esteban Illades
Sólo si has estado viviendo debajo de una piedra no te has enterado que la emergencia por covid-19 está en su peor punto hasta ahora. Y si has estado viviendo debajo de una piedra, qué bueno, porque es lo que tendrías que estar haciendo en estos momentos.
Si estás más enterado, sabrás que el gobierno federal ya tiró toda seriedad por la ventana al decir que el semáforo con el que nos estuvo pastoreando durante los últimos meses sirve para pura piña, y que cada quien se rasque con sus uñas porque aquí no hay nada.
Cero apoyos, cero acciones. Lo único que queda es que sálvese quien pueda porque en una de ésas colapsan los hospitales. Y eso lo están diciendo los propios doctores: si continúa el ritmo de hospitalizaciones que trae la Ciudad de México –otro gobierno que ya nos dijo que el semáforo está dentro de uno mismo–, vendrá el desastre. Hoy por hoy no hay camas o hay poquísimas: en los hospitales privados hay lista de espera, en los públicos hay que dar vueltas para ver cuál puede aceptar a quien tenga síntomas de covid.
El gobierno ya abandonó todo interés en gobernar, porque no quiere que nadie se vaya a enojar con ellos dado que el próximo año es electoral. Entonces tratará de no meterse en nada para no ganar puntos negativos. Por eso escuchamos al presidente decir que “prohibido prohibir”, no quiere que nadie se enoje con él.
El problema está, claro, en que esa falta de gobierno se traduce en más contagios y más muertes. El mensaje tiene que venir de ahí, y el mensaje que está emitiendo es el contrario al que debería. No en balde el presidente anda de gira como si nada, con la cara descubierta, acercándose a quien lo quiera felicitar. No entiende que no entiende, y de paso se expone a sí mismo –y a quienes lo van a ver, que deberían estar guardados–, porque no puede evitarlo: es como un tuitstar o un influencer en la vida real, le interesan más los likes que su salud o la ciencia.
Y peor, vienen las fiestas decembrinas. Ahí están las fotos del Centro Histórico abarrotado, de gente con o sin cubrebocas –en muchos casos cubrepapadas–, pero también del aeropuerto como si nada y de los antros clandestinos que aparecen en las zonas más caras de la ciudad: el viernes se cerró uno con más de 100 personas encerradas en Palmas, porque, cuál crisis sanitaria.
Una, otra y otra vez lo hemos dicho en este espacio: hay que guardarse. Quien pueda hacerlo, hágalo. Nada de que una reunión con amigos porque todos se cuidan –eso no es cierto. Nada de que me quito el tapabocas un rato porque así respiro más a gusto. A encerrarse, no hay de otra.
Y si tienes que salir, hazlo con el máximo cuidado. También se ha repetido aquí: en este país más de la mitad de la gente vive al día, más de la mitad de la gente tiene que ir al mundo exterior porque si no no come. De acuerdo, eso no se disputa. Pero si es necesario, hay que hacerlo bien: distancia de los demás en la medida de lo posible, lavado de manos frecuente, cubrebocas siempre puesto, incluso cuando no haya gente alrededor. Sólo si uno se cuida puede cuidar a los demás.
Equis, a mí no me va a pegar. Ok, va. Igual y te salvas.
Pero piensa en tus papás, en tus abuelos. Piensa en el personal médico que literalmente se está muriendo porque nadie se cuida. Piensa si quieres tener eso en tu conciencia. Piensa tantito.
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