Por Esteban Illades

Los estadunidenses irán hoy a votar y tendrán dos opciones: cuatro años más de Donald Trump o cuatro años de Joe Biden, quien fuera durante dos períodos el vicepresidente de Barack Obama. Más de 90 millones de electores ya han entregado sus votos, sea a través del sistema de correos o a través de lo que se conoce como early voting: dado que el día de la elección en Estados Unidos no es feriado ni es domingo, hay distintas alternativas para poder entregar el voto de forma anticipada.

De hecho, ya se han roto registros de early voting; nunca tanta gente había votado con tanta anticipación: sea porque es pandemia y la gente no se quiere exponer a votar el mero martes, o sea por el interés que ha generado esta elección en particular –no es poca cosa que Estados Unidos se defina entre fascismo y no fascismo–, pero los números son abrumadores.

Ahora bien, esto también complica las cosas. Con tanta gente que ha votado por correo o ha votado antes, más la que vote hoy mismo, será difícil tener resultados claros esta noche. Y Donald Trump lo sabe: en privado ha dicho que se declarará ganador de la elección pase lo que pase. 

En realidad lo que ocurrirá, salvo que uno de los dos candidatos se lleve una ventaja sustancial, es que los resultados como tal no se sabrán durante muchos días, incluso semanas. En estados como Florida, que son de los más importantes, la cosa puede tardar.

(No está de más recordar lo siguiente: en Estados Unidos no gana la elección quien gana el voto popular. La gana quien llega a 270 votos del Colegio Electoral. El Colegio Electoral, conforme a la Enmienda 22 de la constitución estadunidense, es la repartición de electores entre estados conforme a la cantidad de diputados y senadores que tienen. Así, por ejemplo, California tiene 55 votos; Montana tiene 3. En total son 538.)

Foto: Getty

Y todo esto complica el asunto bastante. Trump dice que peleará en los juzgados el resultado; asimismo, los grupos de extrema derecha asociados a él ya han dicho que saldrán a las calles: sea para intimidar a los votantes, sea para ejercer violencia, pero lo que hoy ocurra no será un picnic. No por nada Walmart dijo que dejaría de vender armas en sus tiendas durante estas fechas por miedo a que hubiera saqueos –aunque luego se echó para atrás–; no por nada ciudades como la capital, Washington D.C., tienen negocios tapiados a esperas de violencia poselectoral.

¿Qué sucederá hoy? Si uno le cree a las encuestas, el camino para Biden es más fácil que para Trump. Por la combinación de estados, el exvicepresidente de EEUU necesitaría ganar Pensilvania para tener el camino claro hacia la elección. Trump, una vez más, requiere no sólo del Rust Belt –la zona industrial del centro del país–, sino del Sun Belt, los estados fronterizos del suroeste. Hay mucha gente que ve una paliza en ciernes de Biden, pero no hay que descontar a Trump todavía.

¿Y por qué? Por diversos motivos. Porque Trump, como hemos dicho estos últimos cuatro años, le habla a los estadunidenses blancos, racistas, que no quieren que su país cambie. Y ésos no son pocos. También le habla a los religiosos, a aquellos que anteponen la Biblia a la ciencia. Y le habla a los extremistas que aman a sus armas más de lo que aman a sus hijos. (En muchos casos todos estos grupos se traslapan.)

Pero, sobre todo, por la distribución del voto. Si bien los demócratas—y en tiempos más recientes los votantes progresistas—son cada vez más, están distribuidos en las urbes de las costas. En cambio, los estados del centro, cada vez más despoblados, son aquellos donde el conservadurismo triunfa. Esto es importante por el Colegio Electoral: si la elección estadunidense la ganara quien gana el voto popular, Biden se la llevaría por mucho (Clinton ganó por casi tres millones de votos hace cuatro años). Pero el sistema está diseñado así desde hace siglos, y quienes tienen el poder para cambiarlo son los congresistas… quienes, al menos del lado republicano, no tienen incentivo alguno para modificarlo.

En pocas palabras: esta noche es probable que no se conozca al ganador de la elección salvo que Biden venza por mucho, cosa que no está ni cerca de garantizarse. De suceder lo que amenaza Trump, podríamos ver una batalla legal de semanas, donde la elección podría definirse en los juzgados y no en las urnas. No sólo eso, también podríamos ver violencia como pocas veces.

Claro, sin contar que Trump aún tiene oportunidades de ganar la elección.

Que ninguno de los dos bandos celebre aún, porque la elección de Estados Unidos pinta para ser la más complicada desde el 2000, cuando la Suprema Corte terminó por otorgarle la presidencia a George W. Bush, a pesar de que los recuentos de votos nunca terminaron.

Desde México sólo queda hacer palomitas y esperar que nuestros vecinos no terminen por destruirse.

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Esteban Illades

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