30Por Esteban Illades
Una de las razones, si no es que la principal, por la que la candidatura presidencial que derivó en el actual gobierno de Morena obtuvo los tan celebrados 30 millones de votos fue la promesa de “ser distintos”. Durante la campaña, y en tiempos posteriores, ya dentro de la administración actual, una de las cosas que más se preciaron en decir nuestros gobernantes es que no son como los de antes.
Y hasta cierto punto tienen razón. Para bien y para mal. A continuación unas breves notas.
Puntos… ¿a favor?
A favor de este nuevo gobierno se puede decir que ha marcado una diferencia al enfocarse en política social como ningún otro en tiempos recientes. A través de sus esquemas de becas sin ataduras –entiéndase, entrega de recursos sin condicionantes–, el gobierno actual busca reducir la pobreza en el país. La pregunta es si funcionará, porque una cosa son las buenas intenciones y otra los logros. En algunos años se podrá medir qué efecto tuvo este cambio de enfoque. Mientras tanto, para efectos de considerarlos distintos, pues sí, sí lo son.
Otro tema es el enfoque en el aumento del salario mínimo. Aquí es donde probablemente se vea el mayor efecto del cambio: por primera vez en mucho tiempo el salario mínimo está por encima de la línea de pobreza. Aquí también son distintos.
La atención a los más pobres: al menos en materia de discurso, en las exhaustivas giras presidenciales podemos ver al presidente preocuparse por lo que puede ver; es decir, los caminos mal construidos, la falta de recursos básicos, todo aquello que ha caído en el olvido nacional. Al igual que en los otros casos, falta ver que no quede nada más en discurso. Pero hablan diferente.
Puntos en contra
Aquí podemos decir que también son distintos. Basta con ver lo que sucede en Baja California en estos días: la elección a gobernador fue establecida, en ley, como una elección para un período de dos años. No obstante, el gobernador electo, Jaime Bonilla, está haciendo uso de artimañas para quedarse cinco años en el poder. En lugar de censurársele y buscar detener este atropello constitucional, el silencio gubernamental funciona como una aprobación tácita: se pueden violentar las leyes mexicanas y se pueden salir con la suya; nosotros no lo impediremos.
Y con el ejemplo se predica: si Bonilla puede hacerlo, por qué no alguien más. En pocas palabras, encontraron una nueva manera –distinta– de burlarse de la población.
Otra cuestión que de manera amable puede achacarse a la falta de experiencia es el desastre que han generado los recortes en el gasto y la reasignación en la compra de materiales –antes cada secretaría tenía su propia oficialía mayor para compras, ahora todo pasa por la secretaría de Hacienda–. El resultado ha sido la falta de insumos básicos en hospitales, un aumento bastante grande en casos de dengue a nivel nacional, y quejas, sobre todo en el sector salud, de que el material necesario para operar, así como plazas y sueldos, no existe. Basta con ver las protestas de los familiares de niños con cáncer. Antes, en lugares como Veracruz, se les daba quimioterapias falsas a los menores. Hoy en algunos hospitales se les interrumpió el suministro de medicinas. Diferente, pero también cruel.
Si antes nos quejábamos de la militarización del país, nada como lo que se ve ahora.
En días recientes circula un video en redes de cómo un batallón de la Policía Militar se refiere al trabajo que hace. Parecido a lo que dicen las Fuerzas Armadas (FFAA) de Trump, y preocupante, por decir lo menos. Nuestras FFAA ahora son más agresivas que antes contra los migrantes, con todo y que el discurso, al menos de inicio, fue uno de lazos de amistad con Centroamérica.
¿Dónde sigue todo igual?
Dígase lo que se diga, la corrupción no ha terminado, no mientras se defienda a capa y espada a un personaje como Manuel Bartlett, quien no ha atinado a decir nada mas que “no es cierto” lo que se ha afirmado en reportajes documentados sobre sus múltiples propiedades y negocios.
A esto hay que añadir la tendencia a pensar en el medio ambiente como desechable. Así como los gobiernos anteriores se preocupaban poco y nada por la naturaleza del país, éste mantiene la tendencia en picada. El presupuesto castiga todavía más a la protección de nuestra flora y fauna y se entrega a proyectos que sólo la destruirán más.
Y quizá donde más se note es –irónicamente– en el discurso. Si bien ahora el presidente habla diario y a todas horas, dentro de lo que presenta vemos más de lo mismo. Sus famosos “otros datos” se parecen a los de años anteriores, cuando se desmentía la evidencia presentada en medios de comunicación respecto a corrupción, respecto a tendencias en homicidios, vaya, respecto a lo que no encajaba en la narrativa gubernamental.
Basta con ver que hace unas semanas el presidente, al igual que su antecesor, se quejó de que la prensa no le aplaudía.
En fin, sea éste sólo un breve reporte de cómo en efecto el nuevo gobierno es distinto en muchas cosas a los anteriores, pero igual también en varias. Porque el discurso podrá cambiar, pero en la política todo, siempre, se mantiene igual.
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