En este mundo lleno de contrastes es normal que haya distintas formas de pensar y por lo tanto, constantemente surjan confrontaciones. Ni hablar, los humanos estamos condenados a discutir y por ello es importante saber hacerlo.
Por eso, les traemos una nota que les será muy útil para su vida cotidiana: Cómo hacerle para ganar una discusión y no morir en el intento.
No importa el tema, ya sea futbol, política, religión, desacuerdo con la pareja, etc. Existen formas de convencer y persuadir a quien piensa de forma diferente.
Generalmente cuando alguien intenta convencernos de algo, lo que hacemos es endurecer nuestro punto de vista, sin embargo varias investigaciones sugieren que hay mejores formas de ganar en una discusión y que radica en escuchar más y debatir menos.
Para comprobarlo, hace más de un década los psicólogos Frank Keil y Leonid Rozenblit de la Universidad de Yale realizaron un estudio donde le pidieron a los participantes que calificaran el nivel de conocimiento que tienen sobre temas como el funcionamiento de los inodoros, la velocidad de los autos o el mecanismo que tienen las máquinas de coser. Después debían explicar todo lo que entendían del tema y responder preguntas alusivas.
En promedio, la mayoría bajaban su propia calificación de su conocimiento sobre el tema después de que éste fue puesto a prueba. Esto pasa porque confundimos nuestro sentido de la familiaridad con la verdadera comprensión que tenemos sobre algún tema o cosa. Y es que nadie suele ponernos a prueba sobre lo que creemos saber, y si nos asalta alguna duda al respecto, nos basta con dar un vistazo.
Así surgió la teoría del “avaro cognitivo”, que es la tendencia de tomar atajos cuando nos enfrentamos a una evaluación o decisión, y es que, ¿para qué perder el tiempo o esforzarnos comprendiendo algo, si así podemos seguir adelante? Curiosamente, esta pereza impide qué veamos si realmente sabemos o dominamos un tema.
Esto le pasa mucho a los maestros o a quienes dan conferencias y al ensayar, o peor tantito, al recibir la primera pregunta de algún alumno, comienzan a dudar si realmente dominan el tema. Por eso muchos maestros afirman “no entendía esto hasta que tuve que enseñarlo”.
Incluso el inventor e investigador Mark Changizi señaló: “Me di cuenta que aunque no sea bueno enseñando siempre aprendo algo”.
Otra investigación, realizada el año pasado por Philip Fernbach de la Universidad de Colorado, nos mostró como podemos sacarle provecho a estás ilusiones de la comprensión para convencer a otras personas de que sus ideas están equivocadas. Y lo mejor es que funciona a todos los niveles, no importa si se discute el funcionamiento de un inodoro o las reformas en el Congreso.
Y es que una o varias personas con fuertes opiniones, pueden abrirse y aceptar otros puntos de vista cuando se les pide que expliquen su punto de vista, y cómo éste se sustenta.
Como parte de la investigación, reunieron vía internet a varios ciudadanos estadounidenses y les hicieron varios cuestionamientos sobre temas polémicos de la política gringa. En sus respuestas, un primer grupo debía exponer sus posturas, y un segundo grupo debía explicarlas. Podría parecer lo mismo, pero es muy diferente que alguien te diga “no me gusta hacer ejercicio”, a que alguien te explique el por qué: “no me gusta hacer ejercicio porque me da miedo torcerme algún hueso, además de que no tengo dinero para pagar un gimnasio”.
Al final de la prueba, quienes integraban el primer grupo y sólo expusieron sus razones, mantuvieron intacta su postura. En cambio, tras su explicación, los participantes del segundo grupo relajaron sus puntos de vista, asimilaron que no dominan tanto un tema y se sintieron menos seguros de su postura.
¿Qué quiere decir esto?
Pues que la próxima vez que queramos convencer a un amigo sobre la existencia o inexistencia de extraterrestres, las posibilidades de que México avance a los cuartos de final en el Mundial o sobre la viabilidad de alguna reforma política, es mejor dejar que tú oponente explique sus puntos de vista y por sí mismo se sienta vulnerable, es entonces cuando puedes comenzar a defender tu opinión.
Eso sí, te la pueden aplicar de vuelta y quizá debas explicar tus propios argumentos y en una de esas el que termina cambiando de opinión podrías ser tú, pero bueno, eso ya depende de ti.