Se acercan las elecciones de Estados Unidos y con ello, se viene un clásico de los enredos internacionales: el verdadero desma… despapaye con el que nuestros vecinos del norte organizan su sistema de votaciones. ¿Cómo funciona? ¿Por qué es tan complicado? ¿Qué cuernos es el Colegio Electoral? Acá te lo contamos.
Empecemos con lo básico: todos los estadounidenses que tachen su boleta en este 2020 no estarán votando, en realidad, por el futuro presidente.
¿Qué? Neta… y no estamos hablando de una conspiración digna de los Illuminati. En realidad, los estadounidenses tienen un sistema de votación indirecto, es decir, que los votantes “de a pie” —por decirlo de alguna manera— estarán eligiendo únicamente a 538 electores. Y estos últimos, a su vez, son los que sí eligen al presidente.
Estos 538 electores son quienes conforman el famoso y enredado Colegio Electoral.
¿Qué es el Colegio Electoral?
El Colegio Electoral no es un edificio, ni una oficina, ni una institución formal. Nada más es el nombre oficial que se les da a estos 538 electores que se reúnen, cada cuatro años, para elegir al presidente y al vicepresidente de Estados Unidos.
Los electores representan a su estado.
Y los 538 lugares están repartidos, progresivamente, por la población de las entidades.
¿O sea? California, el estado con más habitantes, tiene 55 electores. A Texas, el segundo lugar, le corresponden 38 asientos en el Colegio Electoral y los más chiquitos —Alaska, Delaware, Montana, North Dakota, Vermont y Wyoming—, se fregaron: nada más les tocan 3 electores.
Ahora que ya sabemos quienes son y cómo se conforman, viene la parte importante…
Winner Takes All?
Aunque la repartición es complicada, todo se simplifica a la hora de votar.
En Estados Unidos se utiliza un sistema conocido como Winner Takes All o el ganador se lleva todo, donde el candidato más popular de cada estado se lleva todos los asientos que le corresponden en el Colegio Electoral.
Sí, todos los asientos.
Un ejemplo: digamos que el candidato rojo se lleva la victoria en California después de una contienda electoral apretadísima contra el candidato azul. En esta hipotética historia, el candidato rojo se llevaría TODOS los 55 asientos del Colegio Electoral que le corresponden.
El candidato perdedor —en este caso sería el azul— se va con las manos vacías.
Y con ese mismo sistema se manejan prácticamente todos los estados de Estados Unidos en el día de las elecciones.
Como decíamos: quien sea el ganador en California, se llevará a los 55 electores que le corresponden. Quien sea el más popular en Texas, tendrá los 38 y lo mismo en Alaska, donde el ganador se adjudicará todos los 3 asientos a su nombre. Funciona así en 48 de los 50 estados pues Maine y Nebraska son los únicos que sí deciden sus o, pero esa es otra historia (que pueden leer acá).
¿El número mágico?
Este modelo del Colegio Electoral hace que las elecciones en Estados Unidos sean una carrera por la victoria.
Como si fuera Timbiriche —el juego, no los que cantan “Con todos menos conmigo”— cada candidato irá coloreando a su favor el estado que conquistaron e irá sumando los puntos correspondientes… y mientras avanza la noche, buscarán cruzar primero la meta.
Como hay 538 electores, el número mágico para llevarse la victoria es 270.
Cuando alguno de los dos candidatos llegue a 270 o más puntos del Colegio Electoral su ventaja será inalcanzable y se encaminará para ser el nuevo presidente de Estados Unidos.
¿Por qué ch… lo decidieron hacer así?
A la hora de conocer el enredo de las elecciones en Estados Unidos, es probable que te surja una duda esencial: ¿por qué cuernos decidieron crear el Colegio Electoral y complicarse la vida?
Bueno, pues esta decisión es más vieja que la manga, pues se estampó en la Constitución de 1787.
La idea detrás de un Colegio Electoral es un profundo federalismo: dejar que cada estado decida sus propias reglas. Además, mencionaban, en aquellas épocas de George Washington, que con este sistema podrían impedir que las ciudades con más población dominaran la conversación y le darían chance a candidatos de cualquier estado, de competir de manera justa.
Y aunque han existido algunos intentos históricos por cambiarlo, nunca se han concretado.
¿Hay muchas broncas por el Colegio Electoral?
Está canijo, ¿verdad? Pero bueno, el Colegio Electoral es un sistema imperfecto, como todos, que termina por desencadenar muchos enredos.
Ya sabemos que los estadounidenses no eligen directamente a su presidente, eligen quién gana en su estado y dependiendo de qué tan grande sea su localidad, repartirán los “puntos” necesarios para darle la victoria.
Aunque suena interesante en la estadística, en la vida real, fuera de las matemáticas necesarias, la decisión de un Colegio Electoral crea muchos desbalances sociales que terminan por desgraciar este sistema electoral. Por ejemplo, se le da mucho más peso a algunos estados que a otros —California reparte más electores que Wyoming.
Igual provoca que los candidatos solo se enfoquen en algunos lugares “populares” o difíciles. Ignorando los estados que ya tienen en la bolsa o los que ya dieron por perdidos.
También hay un punto interesante sobre el ostracismo.
Muchos ciudadanos estadounidenses se sienten aislados de la vida pública, por una simple razón: su voto no cuenta directamente para elegir al presidente. Imagínate ser un votante demócrata que vive en Texas, un estado mayoritariamente republicano. En ese caso, aunque tú y un montón de tus vecinos voten azul, suena difícil —casi imposible— vencer a la tradicional mayoría que pinta el estado de rojo cada cuatro años.
En fin, ese es un pequeño resumen del Colegio Electoral, por qué se hizo, cómo funciona y la idea detrás del complicado proceso para elegir al futuro presidente de Estados Unidos.