Hablar de un Patrimonio Cultural de la Humanidad no es poca cosa, y más cuando se trata de uno de los recintos estudiantiles más importantes del continente americano: Ciudad Universitaria, máxima casa de estudios del país.
Los Juegos Olímpicos de 1968 estaban envueltos en una rara combinación de magia y a la vez molestia por los recientes sucesos del 2 de octubre, que nublaron el panorama de nuestro país, aunque eso no detuvo la organización de un evento de tal magnitud.
En aquellas fechas y con un evento tan importante a cuestas, las cosas se movilizaron y esto provocó que algunos lugares fueran construidos o adaptados para realizar las diversas disciplinas con las que contaba el calendario. Por supuesto, el Estadio Olímpico Universitario fue la parte medular del evento. Ahí se vivió la inauguración, clausura y el encendido del pebetero.
Enriqueta Basilio fue la elegida para tener el honor de llevar la flama hasta su último punto y así convertirse en la primer mujer en la historia en encender el fuego olímpico de esta justa deportiva, sin saber que pasarían los años y ese enorme y bello pebetero terminaría arruinado.
Desde la década de los 50 comenzó la historia deportiva de este lugar, que en un principio estaba destinado para albergar solamente juegos de futbol americano y deportes amateur. En 1955 se llevó a cabo el primer partido de futbol, entre Pumas y el América, de ahí en adelante este deporte no pararía.
Fin de semana tras fin de semana, miles de personas se juntarían para ver jugar a los Pumas cualquiera de los dos deportes que desarrollaban, sin saber que poco a poco se le haría daño a un emblemático estadio. Hoy en día ha perdido algunas cosas con las que originalmente contaba que lo hacían único.
Todo esto hizo mella en dos hombres que tenía un fin en común: “Devolvámosle la originalidad que le fue pasmada al Estadio Olímpico Universitario Mexico 1968 en Octubre de 1968 con motivo de la XIX Olimpiada, que a la fecha es reconocida mundialmente por su diseño gráfico y que a pesar de estar a 45 años de distancia, es un legado y punto de referencia para ésta y futuras generaciones”.
Miguel Andrés Avila Camacho y Oscar Uriel Cervantes Chávez son dos personajes de gran corazón, pero sobre todo, comprometidos cien por ciento con la labor social de recobrar lo que algún día fue nuestro máximo orgullo y que hoy por desgracia ha sido maltratado y modificado de una manera tan drástica que hace que ellos no estén tan contentos con lo que ven:
“El valor histórico de este hecho debería llenarnos de orgullo. Es por eso que pedimos que se restaurare y repare el pebetero del estadio Olímpico Universitario. Sabemos que las necesidades del país son otras, que el gobierno ha dejado al olvido la herencia olímpica. Por eso nuestra petición se redirecciona a la iniciativa privada”
Ambos se han dado a la tarea de buscar por muchos medios la manera de que esto que piden suceda: dieron de alta una petición en el sitio web Avaaz.org, en la que convocan a la gente con un eslogan bastante preciso, conciso y macizo: Que se restaure el pebetero y que se devuelva al Estadio Olímpico a su estado original de 1968, en donde ustedes pueden dar clic y poner su granito de arena.
“El fuego que alumbró los Juegos de la XIX Olimpiada del 12 al 27 de octubre de 1968 tuvo como hogar un sitio que hoy da pena por lo deteriorado en que se encuentra. Desde los Juegos Olímpicos en Ámsterdam se tenía como tradición encender un fuego para que este, de manera simbólica, hermanara el pasado helénico con la era moderna. Fue en México donde por primera vez el fuego nacido en Grecia llego para alumbrar una olimpiada americana. El valor histórico de este hecho debería llenarnos de orgullo. Es por eso que pedimos que se restaure el pebetero”.
Como bien lo dijeron, esta tarea no supone algo fácil y de hecho han recurrido a muchas instancias para que esto se logre, desde reuniones con el fallecido Arq. Pedro Ramírez Vázquez, quien dio luz verde a este proyecto, como con Luis Xavier de la Torre González, director del Patronato Ruta de la Amistad, en este caso no se pudo hacer más y le comentaron al señor Ávila que tenía que buscar un patrocinador.
Al enterarse de esto y poco tiempo antes de su muerte, el señor Ramírez Vázquez aceptó y extendió la mano a estos hombres para que este proyecto se llevara a cabo lo antes posible. Este mail que puso a nuestra disposición el señor Ávila, lo constata:
Estimado Sr. Ávila:
Me complace su iniciativa de rescatar los elementos con que se identificó el estadio de la Ciudad Universitaria para los Juegos Olímpicos de 1968 que conmemoraron la XIX olimpiada de la era moderna y que tuve el honor de organizar.
Ya que desde entonces se le ha denominado estadio MÉXICO 68 es válido reintegrar los elementos que lo proyectaron para ser conocido así, por lo que estoy de acuerdo en devolver el diseño que se pintó en las explanadas y rampas que rodean al estadio, el emblema monumental con el logo y las astas bandera, no así a una réplica del pebetero ya que el que debe permanecer es el actual, el original, que es el testimonio auténtico de ese gran evento, en caso de que esté dañado por el paso del tiempo, se le puede restaurar, estoy seguro que el autor del diseño, el Arq. Eduardo Terrazas estaría complacido en auxiliar a esto. Por lo anterior y en estos términos estaría en disposición de firmar un documento.
Reciba un saludo
ATTE.
Pedro Ramírez Vázquez
La labor es mucha y las respuestas son pocas, al parecer estos hombres no van a descansar hasta lograr su cometido y hacer que el pebetero, que ya no es como el original puesto que no tiene los mismos quemadores y ha sido mal restaurado, regrese a su estado original: que las astas banderas vuelvan a ser colocadas y que se vuelva a revivir la llama, que en otros tiempos iluminó a nuestro país en momentos tan oscuros.
Hablar de este tema nos llevaría horas y horas pero que mejor que dar un clic y ayudar para que estos amantes del deporte, la historia y el diseño puedan tener un final feliz y que un elemento tan importante en la Ciudad de México, recobre el misticismo que lo caracterizó en aquellos años.