Coachella no es lugar para Cocker.
El cabello largo y alborotado, la corbata roja, saco guinda, Jarvis parece, a lo lejos, un pastor anglicano.
Cocker salta al escenario con Remember the First Time? y de uno de sus bolsillos saca varias monedas y las arroja al público. Este año Coachella será el festival que más dinero facture por el “double Weekend”. Si la industria agoniza el festival de Indio parece mostrarle el camino a seguir y la imagen de Cocker tirandole monedas al público parece un comentario muy negro.
El público, igual, parece no hacerle mucho caso. Así será toda la noche. Coachella espera a The Black Keys y los intentos de Cocker por interactuar con el público se perderán entre risitas bajas.
“Fuck off, we are in Coachella”, dice Cocker a mitad del concierto y empieza a caer la lluvia. “Today is friday thirteen”, “you can touch the music”, las palabras de Cocker vagabundean y Jarvis parece, más que nunca, un pastor frente a una congregación apática. Un pastor que tiene mucho que decir pero tal vez no sabe como.
Poco más de treinta minutos después de su entrada, PULP cierra con Common People.
Jarvis toma un ramo de uvas come unas pocas y tira el resto al público, se avienta al piso y hace como que coge con el escenario. La noche termina para PULP y da la sensación de que Cocker habló mucho y no dijo nada… o dijo mucho y nadie quería escucharlo.
Un show extraño: PULP no ha estado mal, nada mal, pero Coachella parece no ser lugar para Cocker.