Ya hace más de un año que se dieron las revueltas en el norte de África, hemos visto la caída de Ben Alí en Túnez, la de Mubarak en Egipto y el estremecedor asesinato de Gadafi en Libia y el derrumbe de Salé en Yemen.
Luego de la muerte de Gadafi, por ejemplo, pudimos ver que el Consejo Nacional de Transición libio, en su discurso fundacional declaraba que la prohibición del divorcio y la permisión de la poligamia de acuerdo con las normas musulmanas volverían a entrar en vigor. Esto fue una especie de confirmación de que ninguna revolución se estaba llevando a cabo en aquella zona, hablaba más bien de que lo único que había sucedido era el “descabezamiento” de los regímenes, que sin dictador seguían dictando. Ningún cambio real en las políticas y en la distribución de los bienes en pro de la igualdad, el principio fundamental que busca toda revolución.
Este es un tema que trata a profundidad el libro Informe sobre las revueltas árabes, editado por Ignacio Gutiérrez de Terán e Ignacio Álvarez-Ossorio. En las entrañas de esta publicación se encuentran algunos mitos que según Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante, deben ser aclarados.
Aquí 5 de los más relevantes, que para ser honestos, no sé si creer del todo:
Triunfa la revolución
“Depende de los casos. Túnez es el único caso en que ha habido un cambio de régimen total y se ha descabezado a las élites políticas anteriores. En Egipto se ha producido una revolución inconclusa en el sentido de que se ha quedado a medio camino. El movimiento ciudadano ha descabezado al presidente -Hosni Mubarak- pero no a la Junta Militar. No sabemos cómo va acabar.
En Libia ha ocurrido algo similar. Se ha producido un descabezamiento, pero los que antes estaban el poder, al cambiarse de bando durante el conflicto, conservan su posición”.
La revolución de Twitter
“Es la revolución de Al Yazira. Sobre todo, en el caso de Egipto. Incluso cambiaron su logo por el de “La revolución ahora”. Tuvieron un papel muy militante lanzando el mensaje a la población de que tenían que salir a manifestarse.
En cuanto a penetración, la televisión por cable está mucho más arraigada que internet, que solo llega al 21% de la población. Al Yazira al 85-90%. Emitieron las protestas en directo, debates, entrevistas con activistas. Las redes sociales han tenido su papel, pero menos del que se ha dicho”.
Islamismo incompatible con la democracia
“No es el fin del mundo. Ya hay un gobierno islamista en Marruecos y no representa ninguna amenaza. Han aceptado la vía democrática y están concentrados en la agenda doméstica sin ser beligerantes con Occidente.
Los movimientos islamistas de ahora no son los de hace treinta años: aceptan la democracia, la alternancia política, los gobiernos de coalición… En Túnez han hecho alianzas con grupos de izquierdas. Son conscientes de que los problemas no se resuelven con un partido único”.
La hora de la Sharía
“Que los islamistas llegaran al poder es algo que tenía que ocurrir tarde o temprano. Es positivo. Era obvio que tenían amplio respaldo popular. Se ha podido comprobar una vez que se han celebrado elecciones libres. Han sido taponados durante muchos años. Este nuevo escenario demuestra una madurez democrática y les da la oportunidad de demostrar que pueden hacer frente a problemas como la pobreza o el desempleo. Eso es lo que les van a pedir los ciudadanos: soluciones. No la Sharía”.
Occidente marca el rumbo
“Occidente no está en condiciones de dar lecciones porque durante mucho tiempo ha secundado los regímenes autoritarios bajo la excusa de actuar como barrera de contención. No es el actor más adecuado para marcar el camino a seguir. Incluso la Unión Europea se ha negado a hablar con actores islamistas. La UE está descolocada, ensimismada con sus problemas internos. No está preparada para una política exterior.
Sí que pueden ayudar, en cambio, los Tratados de Asociación, firmados en el marco del Proceso Euromediterráneo, que supeditaba los acuerdos al respeto a los valores democráticos y los derechos humanos”.
¿Qué les parece? ¿Están de acuerdo o creen que es una forma más de menospreciar los cambios ajenos?
Con información de ABC.es