Desde que inició la pandemia de COVID-19, China fue uno de los países que aplicó severas restricciones para contener los contagios —desde el cierre de fronteras hasta las largas cuarentenas. Sin embargo, tras casi tres años esta estrategia, basada en una política de Cero COVID, se volvió insostenible.
Para pruebas están las protestas ciudadanas contra la política de Cero COVID que sacudieron a varias ciudades de China y que obligaron al gobierno de Xi Jinping a abandonar esta estrategia.
Sin embargo, con esta decisión se ha abierto un nuevo capítulo para el gigante asiático, pues especialistas internacionales señalan una situación hospitalaria compleja en un país que, precisamente por las cuarentenas de largo plazo, no consiguió una inmunidad natural —y por otra parte, puso freno a la entrada de vacunas extranjeras.
La política de Cero COVID en China
Sin vacunas y ante la incertidumbre del comportamiento del COVID y los brotes, al inicio de la pandemia China fue uno de los países que decidió aplicar fuertes restricciones para intentar frenar los casos.
Fue así como nació la política de Cero COVID que, en pocas palabras, consistía en la aplicación de largas cuarentenas (hasta de ciudades completas) donde se registraban nuevos brotes o el aislamiento —en hospitales o “campamentos“— de pacientes y sus contactos.
El cierre de las fronteras también era común, así como la aplicación masiva de pruebas.
Y si bien en un inicio esta política funcionó, con la llegada de las vacunas y el avance en la comprensión de este virus, este país se fue rezagando frente a otros, que poco a poco abandonaban las restricciones como Nueva Zelanda o Australia —países que, por ejemplo, cerraron sus fronteras.
De esta manera, el resto del mundo comenzó a aprender a vivir con el COVID, mientras China insistió en erradicarlo, mediante el aislamiento de la población.
Lo que trajo como consecuencias la suspensión de varias actividades industriales y comerciales y con esto el encarecimiento de los alimentos, bienes y servicios —o sea, la inflación—, así como el descontento social.
Las protestas
Y llegamos a las protestas de finales de noviembre de 2023: desde Shanghái hasta Beijing, cientos de ciudadanos salieron a las calles para exigir la renuncia de Xi Jinping como líder y el fin de las restricciones.
Situaciones como ver a la afición sin cubrebocas en los partidos del Mundial de Qatar 2022, el mismo hartazgo colectivo o la muerte de una decena de personas que no pudieron salir de sus departamentos (por el confinamiento) durante el incendio de un edificio —en medio también de las protestas en defensa de los derechos laborales en la ciudad de Zhengzhou— empujaron a la gente a reclamar al gobierno chino el fin de la política cero.
Y todo eso sucedía a la par del aumento de contagios de COVID. Sí, aún con la política de cero tolerancia, este país estaba registrando un incremento constante de los casos.
El aumento de los casos
De acuerdo con Our World in Data, hasta el 20 de diciembre de 2022, China ha registrado 5.242 muertes desde que inició la pandemia —dato que, por cierto, ha hecho dudar a expertos sobre el registro que el gobierno chino tiene de las muertes a causa de COVID.
En 2022, a finales de octubre y durante todo noviembre —y pese a la política de Cero COVID— comenzó a registrarse un aumento sostenido de contagios, alcanzando un promedio de 62 mil 439 casos diarios para el 2 de diciembre.
Ya con este panorama, el 7 de diciembre el gobierno de Xi Jinping retiró la política de cero tolerancia, relajando las restricciones.
Pero esta decisión también traería sus consecuencias negativas, pues expertos han explicado que hacerlo de golpe expondría aún más a nuevos contagios, acompañados de las nuevas variantes de COVID.
Todo esto tomando en cuenta que la mayoría de los 1.400 millones de habitantes de China no estuvo expuesta al COVID —debido a la política de tolerancia cero.
O al menos no lo suficiente para que en comunidad se adquiriera una inmunidad natural.
Otro problema que ven desde el extranjero es que —en esta nueva etapa— China tendrá que ponerse las pilas en la vacunación de adultos mayores, pues la tasa es muy baja entre la población de 80 años y más.
Eso no es todo. Hay otro pendiente y las vacunas. Como saben, la política también intervino en las estrategias para frenar al COVID y China no fue la excepción.
Allá las autoridades decidieron cerrarle el paso a las vacunas de ARN mensajero que se usaron en Europa y América, por lo que —de acuerdo con el investigador del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Yanzhong Huang—, China estaría en desventaja para lograr una buena cobertura mediante vacunas eficaces y que desde un inicio fueron descartadas.
De esta manera, alcanzar una inmunidad está difícil —sobre todo ante la circulación de variantes y subvariantes.
La variante BF.7
En cuanto a variantes, se ha detectado la BF.7 como la responsable de la propagación de los contagios en este país.
Hasta el momento, China ha reconocido la muerte de dos personas a causa de COVID en este periodo —aunque para medios internacionales no deja de ser inquietante la situación hospitalaria y en contraste de los videos que muestran la saturación en los crematorios.