Por Feike De Jong

La cultura mexicana privilegia a la tierra sobre el agua. Desde las pirámides, pasando por los palacios coloniales, los ferrocarriles, las presas y hoy con segundos pisos y carreteras, tienen preferencia por las grandes construcciones. No hay proyecto de túnel que no guste a los mexicanos, ni problema que no se puede resolver con un túnel.

Un ejemplo es la mítica propuesta de Heberto Castillo en los años 90 de resolver los problemas de contaminación del aire del Valle de México haciendo túneles en las montañas del sur de la Cuenca de México. El drenaje profundo es uno de los túneles más grandes del mundo. Hasta la respuesta frente al terremoto de 1985 demostró la capacidad del pueblo mexicano en la construcción de túneles.

Este dominio sobre la tierra no se extiende hasta el agua. Es un pueblo que puede hacer lo que sea con piedra, pero al que le cuesta creer que podría llover en julio cuando planean hacer una fiesta en el jardín. No hay nombre de un dios prehispánico del mar. Ni hubo una flota mexicana con presencia en el Caribe. Los ríos se usan como drenajes y cloacas, los lagos los desecan. Y 692 años después de su fundación, la ciudad de México sigue inundándose… pese a todos los túneles.

No sorprende que el primer instinto de Miguel Ángel Mancera frente a las inundaciones de esta temporada de lluvias es pedir dinero para empezar a hacer túneles de drenaje por Indios Verdes y Miramontes. Esos requerirían una inversión de 10,000 millones de pesos. Cabe mencionar que el Túnel Emisor Oriente tiene un retraso de 5 años y su costo se ha más que triplicado al pasar de 9,595 millones de pesos cuando fue anunciado a 32,000 millones de pesos, según la revista Obras. Esa misma publicación refiere que la construcción muestra un avance de 75.5% y su conclusión está prevista para 2018.  ¿Podría ser que la magia de los túneles ya no funciona igual?

Otro ejemplo de la mega solución para un problema medioambiental ha sido la planta de tratamiento de agua de Atotonilco con un costo aproximado de 10 mil millones de pesos (reportó Excélsior en 2016). En ese tiempo, el entonces presidente Felipe Calderón dijo que la obra se iba a inaugurar en 2013. Cuatro años más tarde todavía no hay fecha para su inauguración aunque se espera que quede en este año. Esta obra limpiará el agua que sale de la Ciudad de México y la verterá en Hidalgo. No tendrá ningún impacto benéfico sobre los acuíferos de la Ciudad de México cuyo agotamiento está resultando en sequías y el hundimiento de la ciudad.

En la cultura de gestión publica hay un patrón de buscar soluciones grandes, costosas. complicados y muy parciales para los problemas de la Ciudad de México. A su vez, estas grandes obras multimillonarias son vulnerables a la corrupción. Y aun cuando son planteadas con las mejores intenciones, evidentemente son susceptibles de ser mucho más costosas de lo presupuestado y de convertirse en proyectos que tarden más de lo previsto en terminarse. Al final, son parches cada vez más grandes y caros para problemas que crecen a la medida de sus soluciones.

A veces esta mega ciudad se parece a una persona que prefiere ser operada en lugar de ponerse a dieta. Después de más de un siglo de mega obras, los problemas se alivian por un tiempo y después simplemente siguen. Y aunque son muy impresionantes, los grandes túneles de drenaje no aportan mucho cuando, por ejemplo, no está lloviendo. Son mucha obra para resolver un problema que existe sólo cuando los drenajes se ven rebasados. Gran parte del tiempo nada más están allí, debajo de la tierra, sin cumplir ninguna función, ni aportando nada a la ciudad.

Es tiempo de buscar un cambio de cultura en la solución de problemas. Ahora que los socavones están matando gente por obras recién construidas pero mal planeadas y estudiadas, es el momento de repensar la manera de hacer las cosas en esta mega ciudad. En lugar de apostar por una gran obra que promete resolver todo según los ingenieros y expertos que la conceptualizan, igual estamos a tiempo para otro tipo de gestión, más horizontal, más descentralizada, más barata, más sencilla y, al mismo tiempo, más holista.

Podría ser tiempo de empezar a buscar otras opciones para resolver problemas urbanos en túneles y mega obras. Las inundaciones surgen cuando toda el agua que cae en una zona llega al drenaje al mismo momento. El problema no sólo es la cantidad de agua que cae sino también es la velocidad con la que llega a los drenajes. Las dos grandes crisis de la ciudad en este año han sido la contaminación del aire y las inundaciones. Y una práctica que ayuda a los dos es la reforestación.

Hoy en día hablar de este tipo de soluciones de problemas urbanos todavía suena ingenuo. Sin embargo, mientras las mega obras van fallando en costo, tiempo de construcción y funcionalidad, también podemos preguntarnos quién es, en realidad, el ingenuo.  

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Feike De Jong es maestro en filosofia, periodista y consultor en temas urbanos. Es autor del app/libro Límites. Caminando por la frontera de la orilla del Valle de México disponible para Mac iOS en www.edgebureau.com.

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