Después de que ayer por la tarde se confirmara la muerte del escritor Carlos Fuentes, distintas personalidades del ámbito intelectual, político y periodístico han manifestado su pesar por la pérdida de uno de los más grandes escritores mexicanos de la historia. Ya sea en entrevistas, por medio de redes sociales o en distintas publicaciones, importantes voces no sólo en el ámbito nacional, sino internacional, han expresado su opinión sobre este lamentable deceso.
Una de esas reflexiones las hizo el también escritor Juan Villoro, pluma más que autorizada para hablar brevemente del legado y vida de Carlos Fuentes. A continuación, te presentamos un extracto de la columna que Villoro publicó este día en el diario Reforma, y que lleva por título: La eternidad en movimiento.
Es posible que Carlos Fuentes haya sido el primer escritor profesional de México. Dispuesto a vivir de la máquina de escribir, tecleaba a una velocidad frenética, usando un solo dedo que se le torció como el aguijón de su signo zodiacal, Escorpio.
Como conferencista, transmitía el carisma intelectual de Naphta, personaje de Thomas Mann en La montaña mágica: “mientras hablaba, siempre tenía razón”.
No inauguró la novela urbana en México, pero transformó al Distrito Federal en protagonista absoluto de La región más transparente, ruidoso mural de la metrópoli.
Su sostenida aventura fue la indagación de la identidad en clave narrativa. En El espejo enterrado recreó la tragedia de Quetzalcóatl, que no se aceptó a sí mismo. El dios ilustrado odió el rostro reflejado en el espejo humeante de Tezcatlipoca.
Con proteica desmesura, Fuentes trató de restituir esa identidad perdida. Su obra de conjunto aspira a ser leída como una rueda calendárica; es La edad del tiempo, y su antología personal lleva un título astronómico, Los cinco soles de México. Durante 83 años vivió convencido de la sentencia de Platón: “El tiempo es la eternidad en movimiento”.
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