Alguien toca a la puerta. Una mujer de tez blanca abre, hace cara de sorprendida y se ríe. Después, con la mano, invita a la persona que presionó el timbre a pasar a la casa: un hombre desprolijo, de cabellera rizada y alborotada, con la ropa rota y de piel morena. Se sientan en una mesa a comer; el sujeto engulle toda la comida que puede mientras su anfitriona lo mira con condescendencia y agarra una uva. El hombre de los andrajos le echa una mirada de desaprobación cuando le quitan apenas una uvita de todo el festín que tiene disponible. En otra escena, la señora talla el cuero cabelludo del visitante, mientras este se limita a jugar con un patito de hule. Cuando acaba la ducha, le seca la melena. Él sólo disfruta, no hace nada más.
Ven juntos una película romántica sobre una pareja que sostiene sus manos en la playa. A ella se le ocurre hacer un viaje y comienza a empacar su ropa. Él la alcanza cuando está metiendo sus maletas a la cajuela. Llega con ropa de playa —unos shorts, una camisa verde de manga corta, lentes y unas sandalias— y busca unirse al plan. La chica caucásica lo duda por unos segundos, pero a la mera hora lo invita a hacer el viaje. Se suben al vehículo y se disponen a sacarse una selfie. Suena un click y, de repente, resulta que el hombre —en situación de vulnerabilidad— siempre fue un perrito.
Lo descrito no es un sketch de Eugenio Derbez, los Mascabrothers o de Jorge Ortiz de Pinedo, sino un polémico anuncio de Caminos y Puentes Federales (Capufe) en el que se promociona el TAG IAVE, un medio electrónico de pago para hacer uso de “las autopistas más importantes del país”. El comercial tenía la finalidad de promocionar este sistema de pago, pero su enfoque ha sido considerado como racista y clasista. “Vete de viaje con quien más quieras, cuando quieras, con IAVE”, dice el narrador del video que compara a una persona morena y en situación de calle con un perro.
El anuncio fue borrado este 19 de octubre de las cuentas de Capufe, aunque acá pueden echarle un ojo:
En junio pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó los resultados del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional. Entre otras conclusiones, el informe indicaba que las personas que autoclasificaron en las tonalidades de piel más oscura tienen menos cupos en actividades de mayor calificación. Julio Alfonso Santaella Castell, presidente del INEGI, escribió entonces: “las personas con piel más clara son directores, jefes o profesionistas; las de piel más oscura son artesanos, operadores o de apoyo”. En pocas palabras, las personas morenas, es decir, la mayoría de los mexicanos, tienen menos estudios y peores trabajos que las personas de piel clara.
La doctora en filosofía Susana Vargas Cervantes definió este fenómeno con el término pigmentocracia: “una relación entre poder y el color de piel” o la “legitimación del dominio de las personas de piel blanca sobre las personas de piel oscura”. La investigadora especializada en temas de clase y tonalidades de piel en Latinoamérica concluye que el racismo y el clasismo, ambos problemas, están presentes en nuestra sociedad y que su combinación crea una forma de discriminación que “a través de la interpretación social de unos ciertos aspectos biológicos caracteriza estos aspectos como positivos o negativos”. Aun así hay quienes niegan que la movilidad social y el nivel de vida esté relacionado con el tono de la piel.
En un país con este tipo de problemas, es inadmisible un anuncio como el de Capufe.