No pasaron ni 24 horas para que los candidatos a la Casa Blanca tuvieran que verse las caras nuevamente. Aunque de una forma ya más desparpajada y cotorrona, luego del rígido y duro tercer debate que protagonizaron el miércoles pasado.

La cena que ofrece la fundación del ex gobernador de Nueva York, Alfred E. Smith, suele ser un espacio para que los candidatos dejen atrás la hostilidades y se relajen previo a cierre de campañas y (lo mero bueno) las votaciones… sin embargo, tener en la misma mesa a Donald Trump y Hillary Clinton fue suficiente para que el evento se convirtiera en una suerte de cuarto round…

Tomando el micrófono antes que la demócrata, el exótico republicano comenzó las hostilidades al acusar a Clinton de corrupta y, pese a tener a un curita a lado, de “odiar a los católicos”:

“Hillary cree que es esencial engañar a las personas, presentando una política pública y una política completamente diferente en privado [por ejemplo] aquí está ella, fingiendo no odiar a los católicos”.

Ya encarrerado, sacó más y más material:

“Es genial estar aquí con miles de personas maravillosa… o como yo lo llamo, ‘una pequeña cena íntima con algunos amigos’… O como lo llama Hillary: ‘su mayor multitud de campaña’”.

Bueno, quizás sí se relajó el asunto o simplemente Trump se olvidó que todavía puede perder más votos, ya que también la agarró contra el representante de la iglesia:

“Saben, el cardenal Dolan y yo tenemos algunas cosas en común. Por ejemplo, los dos tenemos propiedades impresionantes en la Quinta Avenida. Por supuesto, la suya es mucho más impresionante que la mía. Pero es porque la mía la construí la mía con mis propias manos”.

Pues bueno… si la onda era echar cábula, en Trump Hillary Clinton encontró a su mejor musa:

“La gente mira a la Estatua de la Libertad y de ver un símbolo de orgullo de nuestra historia como nación de inmigrantes, un faro de esperanza para las personas de todo el mundo. Donald mira a la Estatua de la Libertad y ve un 4, tal vez un 5, si le quita la antorcha y la placa… y cambia su cabello”.

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Separados sólo por el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nuevo York, los rivales terminaron por saludarse (aunque de forma breve) al final del evento… después de la cena, Dolan sólo atinó a decir que su lugar “era el más frío del planeta”.

*Vía The Guardian

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