La iniciativa filantrópica “Café Pendiente” llegó a México, consiste en tomarse un café, pagarlo y dejar otro como “café pendiente” para que cualquiera que no pueda pagarlo, lo consuma.
Desde hace unos días 43 cafeterías del país podrás dejar pagado uno o varios “pendientes”. Y entonces se preguntarán ¿Y luego qué pasa?
El dueño de la cafetería lo apunta en un pizarrón. Días más tarde, una persona llega y le pregunta al de la cafetería si hay algún café pendiente. De esta forma, cualquiera que quiera, puede tomarse un café en temporada de frío aunque no tenga dinero, siempre y cuando existan cafés pendientes en el pizarrón
Los establecimientos participantes cuentan con una taza de café con un corazón pequeño de color rosa mexicano, en la cuenta de twitter @mxcafependiente y en la página de facebook Café Pendiente México, puedes conocer la ubicación de los negocios participantes.
La propuesta es extensiva a comida, si consumes algo en el establecimiento puedes dejar alimentos pendientes con la misma mecánica o incluso en algunos lugares alrededor del mundo dejan productos básicos como arroz, huevo, atún para que la gente los tome.
La idea de los Cafés Pendientes nació en el siglo XVII en Nápoles, la iniciativa del caffe sospenso, una expresión que en Italia volvió a popularizarse a partir de 2008 y que ahora ha llegado a nuestro país. Café Pendiente se retoma de una anécdota del guionista Tonino Guerra, en el que narra su ingreso a una cafetería en donde varios consumos eran pagados por adelantado y otra persona en situación de calle solicitaba “un café pendiente”.
A nadie le cae mal un café por la mañana (bueno a los que tienen gastritis sí) pese a que es muy bonita y plausible la intención de regalar cafés por el mundo y hacer feliz a la gente, le vemos algunos inconvenientes a esta iniciativa. Te invitamos sí, a participar donando cafés pero también a reflexionar sobre estas formas de altruismo.
Esta iniciativa ha recorrido el mundo y algunos de los obstáculos a los se ha enfrentado en otros países son que la gente tiene vergüenza de entrar a pedir su café, usualmente lo hacen cuando no hay nadie, o piden y se arrinconan. ¿Hasta que punto se excluye a aquel que puede pagar del que no puede hacerlo? ¿Cómo evitar las miradas incómodas hacia la gente en situación de calle que vaya por su café pendiente?
No queremos demeritar el esfuerzo de la iniciativa Café Pendiente, es un buen inicio, es una forma práctica y directa de ofrecer ayuda “a los que la necesitan“, pero no quieras limpiar tu conciencia donando un café y caminar por la calle viendo a la gente dormir a la intemperie o pidiendo limosna y ser indiferente porque claro, tú eres una buena persona que les deja un café pendiente para que su mañana sea más feliz.
Ya lo decía Oscar Wilde:
“De esta forma, con admirables, aunque mal dirigidas intenciones, en forma muy seria y con mucho sentimiento, se abocan a la tarea de remediar los males que ven. Pero sus remedios no curan la enfermedad: simplemente la prolongan. En realidad sus remedios son parte de la enfermedad“.
¡Qué mejor que invitar a cualquier ente a sentarse contigo a degustar una taza de café! lo que ocurre es que no nos gusta ver a la miseria a los ojos, preferimos la caridad anónima e inmediata.
Las buenas intenciones nunca son suficientes. Qué triste que para muchas personas esto sea la única acción posible, porque es la que les resulta cómoda. Lo hacen por una cuestión ideológica para sentir que están haciendo algo, más que porque realmente tengan intención de hacerlo.
Slavoj Žižek, un filósofo esloveno muy simpático y brillante, nombra a este tipo de caridad, “altruismo consumista de Starbucks“, porque su propósito no es realmente aliviar la situación del sujeto que sufre, sino aliviar los sentimientos de culpa del sujeto que observa esa situación de sufrimiento.
En este tipo de caridad hedonista, compramos productos orgánicos, cosas que provengan del comercio justo y donamos cafés no para resolver los problemas que la depredación ambiental o por ser empáticos con los trabajadores con pésimas condiciones laborales, ni para solucionar la hambruna en la sierra Tarahumara, sino para aliviar el sentimiento de culpa por nuestra participación voluntaria en el sistema que produce y perpetúa esos males. Para expiarnos de culpas al ser testigos pasivos de un sistema injusto en el que no todos podemos pagar un café, lo que está pendiente es que todos tengamos la posibilidad de comprarlo.
Sí un café pendiente está bien, sólo agrégale tiempo y contacto humano, eso es más cálido que una taza de café y si realmente te interesa ayudar al prójimo conoce su historia antes de asumirte como el salvador de las causas perdidas.