Sigmund Freud murió un 23 de septiembre en Londres de 1939.
El padre del psicoanálisis no viviría para ver los bombardeos de la capital británica y el Big Ben (un falo con forma de reloj), ni los campos de exterminio Nazi (rubios adoradores del falo), ni la bomba atómica (un falo que cae del cielo).
Mañana se cumple un año más de su muerte, en sopitas.com le dedicamos con respeto fálico las siguientes líneas:
“Buscando a mamá”
sólo un niño perdido
buscando a mamá…
Andrés García Ramírez
Imaginemos que vamos por la calle y nos encontramos con dos viejos de cabello blanco, barba tupida (también blanca) y anteojos. Dos viejos aparentemente muy educados. Después, nos acercamos ellos y comenzamos a escuchar su plática. De ella, sólo nos llegan entrecortadas algunas palabras. Alcanzamos a escuchar cosas como oral, sádica, anal o fálica. ¿Acaso un par de ancianos que apenas están descubriendo las categorías más soft del porno? ¿Conocerán el bukkake? Tal vez. O puede que, sencillamente, esos ancianos sólo sean un par de psicoanalistas hablando de las fases sexuales de la infancia propuestas por Freud.
-¿Neta?
-Neta.
Como sabemos, según nuestro querido amigo Sigmund hay dos tipos de pulsiones: la pulsión sexual (o de vida) y la pulsión de muerte. Sin embargo, la pulsión sexual tiene unas connotaciones muy superiores a lo que se considera generalmente como sexualidad en el psicoanálisis, y al mismo tiempo introduce la diferenciación entre sexualidad y genitalidad: “si todo lo genital es sexual, no todo lo sexual es genital”. La libido es la energía que pone en marcha la pulsión sexual (o de vida), y puede presentar diferentes posibilidades según esté dirigida: a los objetos (libido objetal), o al yo (libido narcisista).
-¿Y lo que decían los viejitos?
-Ah, los viejitos. Es verdad.
Pues el psicoanálisis establece una serie de fases a través de las cuales se comprueba el desarrollo de cierto sujeto. Desde el punto de vista de estas fases, los conflicto psíquicos y la posibilidad de “resolverlos” dependerá de descubrir si existe un estancamiento o “fijación” de una fase o de la “regresión” a una fase precedente.
-¿?
-Supongo que de lo que hablaban los viejitos era de esas fases.
Fase Oral
(desde el nacimiento hasta los 12 o 18 meses): Esta primera fase libidinosa está relacionada con el placer del bebé en el momento de la alimentación, en la que tanto labios como boca tienen un papel muy importante. La satisfacción ligada en un primer momento al acto de comer, adquirirá pronto autonomía, como en el caso del mero chupeteo, y se convertirá a su vez, en el prototipo inicial de toda satisfacción.
Fase Oral-sádica
Es considerada una segunda etapa de la fase oral, coincide con la aparición de los primeros dientes y, por tanto, ligada al acto de morder. Dado que la nueva adquisición tiene un sentido destructivo (aunque sólo sea implícitamente), da lugar a la aparición del concepto de ambivalencia (relación de amor-odio respecto a un mismo objeto).
Fase Anal
(12-18 meses hasta 3 años): La actividad anal adquiere connotaciones libidinosas. El ano se convierte en la zona erógena (fuente corporal de excitación) por excelencia. Otra característica de esta fase es la aparición de la polaridad actividad-pasividad, ligada a la posibilidad tanto de retener como expulsar los excrementos.
Fase Fálica
(3 a 6 años): En este momento, las pulsiones parciales de fases precedentes se concretan en una cierta primacía de lo genital. Es la primera organización libidinal del niño respecto al caos de las pulsiones parciales anteriores (orales-anales), que se completará en la pubertad.
“De la forma específica en que se afronten las distintas fases, dependerán las características psíquicas del sujeto. Desde un punto de vista patológico, las perturbaciones en las distintas fases darán lugar a fijaciones o regresiones, que se traducirán en el adulto en estados de neurosis o psicosis”.
Complejo de Edipo
El complejo de Edipo se presenta (si es que se presenta) entre los tres y cinco años. El complejo de Edipo es una de las concepciones más controvertidas del sistema freudiano, y una de las más usadas por nuestros queridos ¿amigos? los psiocólogos. Y según la forma en que el sujeto resuelve este conflicto nuclear aparecerán o no perturbaciones neuróticas posteriores.
El significado esencial de este supuesto complejo es que el niño se encuentra situado en una suerte de triángulo amoroso con sus padres, de modo que está envuelto en una red de deseos amorosos hostiles con respecto a aquéllos. Este conflicto puede presentarse bajo dos formas:
Complejo de Edipo positivo: el triángulo afectivo se resuelve a favor del progenitor de sexo opuesto; la hostilidad por tanto, será dirigida hacia el progenitor del mismo sexo (la madre en el caso de la niña y el padre en el caso del varón).
Complejo Edipo negativo: en esta forma el progenitor del mismo sexo recibe todo el amor; la madre, en el caso de la niña, y el padre en el caso del varón. Según Freud, el Edipo se resuelve por el temor (la fantasía del varón a ser castrado por su padre). Evidentemente, este postulado es radicalmente abstracto. Una manera de explicarlo, lo más sencillamente posible, sería: el padre se interpone en el “romance” del niño con la madre. Sin embargo, el niño sabe (o intuye) que el padre es el amante de la madre y, por tanto, su rival. Pero también participa del cariño de su padre, del que se siente corresponsable.
Supuestamente “este conflicto irá perdiendo fuerza ( es decir, el niño renunciará a poseer a la madre), en la medida
que el niño se sienta ligado al padre por un fuerte afecto, y por el temor de ser castigado por él”.
-Freud era un tipo raro.
-Imagínate cómo habrá sido su madre.
Es curioso pensar que a partir de ciertos personajes (dementes o brillantes, se puede elegir la que sea), nuestro “conocimiento del mundo” se modifica, para bien o para mal. Cambia.
Tal es el caso de nuestro personaje celebrado de éste día: el padre del psicoanálisis (y el culpable de que todas nuestros problemas se reduzcan a deseos sexuales reprimidos hacia nuestras madres): Sigmund Freud. Gracias por enseñarnos que todos nuestros problemas se reducen afalos y vaginas.
Freud estudió en París con el neurólogo Jean-Martín Charcot, célebre y polémico. Ahí estudió a fondo la hipnosis y los “Métodos” de la “cura de la histeria”. Pero seguramente otras mañas le habrá aprendido Freud a su maestro, como fotografiar mujeres “histéricas” en posiciones que en la mayoría de las ocasiones guardan una “lazo” estrecho con lo sexual. Tal como lo hiciera Charcot en el hospital psiquiátrico de la Salpêtrière con las internas, realizando una series de fotografías inquietantes en donde la exageración de los gestos y las posturas corporales de las mujeres recuerdan más a una obra plástica o a una puesta en escena que a una simple bitácora de comportamiento, como propone el historiador de arte Georges Didi-Huberman, en su libro La invención de la histeria.
La histeria fue, a lo largo de toda su historia, un dolor que se vio forzado a ser inventado como espectáculo y comoimagen; que llegó a inventarse a sí misma […].
La figura de Charcot también fue fundamental, sólo que no tan directamente, con la formación de la propuesta estética de los surrealistas (cosa que trataremos en otro post). El lazo en particular se encuentra con André Bretón, pues éste trabajó como auxiliar en una clínica neuropisiquiátrica en Saint-Dizier. Lo curioso en estos datos está en que los Surrealistas tomaron muchas herramientas del psicoanálisis (como la hipnosis o la asociación libre) para construir parte de su obra y de su estética. Pues en ese momento los descubrimientos sobre el psicoanálisis que estaban de moda. El surrealismo no sólo se basó en teorías psicoanalíticas sino que, bien o mal, las puso a jugar en otra parte que no es el psicoanálisis. Ya luego Freud los criticaría ferozmente por ser unos niños malcriados.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los estudios de Freud no podían contemplar otrascosas que se salieran del campo de lo “sexual” pues hubiera sido muy fácil que lo acusaran de charlatán y él tenía una “convicción” claramente científica. (El no era un niño malcriado. Sólo le hacía falta un poco de youporn o de Omegle). Salirse del campo sexual le podría haber costado todas sus investigaciones.
Un rasgo de su carácter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica. Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar —así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea.
Así pues, me daba la impresión de que trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía amenazado por la «negra avalancha», él, que había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades.
Ese ha sido uno de los reproches de psicoanalistas que discuten la obra de Freud. Incluso el de Jung, que fue uno de los primeros (si no es que el primero) en cuestionar la necedad freudiana de que todo es parte de un deseo sexual reprimido. Seguro que, por su parte, Jung hubiera sido feliz con la página de Amira o escuchando a Enya.
Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable contra la negra avalancha del ocultismo.
Sigmund Freud, 1910.
Afortunadamente, los avances del psicoanálisis van más allá de meras especulaciones en el diván. Ahora existen para nosotros lugares en donde las terapias son más dinámicas. Basta con localizar en qué tipo de fase nos quedamos, cuál es nuestra perversión latente, para comenzar con la terapia.
Hay terapias para todas nuestras fases no superadas, e incluso para nuevas y relucientes perversiones. Después de localizar nuestro problemita, sólo tenemos que ir a nuestro navegador y abrir cualquiera de las múltiples páginas pornográficas o, en este caso, terapéuticas, para poder comenzar con nuestra terapia. Allí encontraremos todo lo que necesitamos. Damos clic en “Categorías” y listo. Identificamos la que más se adapte a nuestras necesidades. Últimamente, por ejemplo, se ha puesto de moda (otra vez) el género de las MILF. Curioso. No cabe duda que
Freud tenía razón… ¿o no?
-¿Qué haces? ¿Otra vez viendo porno?
-Sólo soy un niño perdido buscando a mamá.
Por: Alejandro Albarrán