Parecía que ya lo tenían bien agarrado: con declaraciones de los dueños de la empresa JBS y con apoyo de información de O Globo, las autoridades brasileñas acusaron al presidente, Michel Temer, por corrupción pasiva. Fue el dueño de la empresa cárnica, Joesley Batista, quien – tras firmar acuerdo de confesión premiada – aceptó haber sobornado al mandatario con 500 mil dólares, a cambio de ser beneficiado con contratos del gobierno.

“Además del efectivo recibimiento del monto mencionado, Michel Temer aceptó  (…) la promesa de ventaja indebida (…) tales conductas revelan el crimen de corrupción pasiva, practicada por los denunciados”, asentó el procurador Rodrigo Janot en el documento que tendría que analizar la Cámara para determinar si Temer enfrentaría un impeachment como el que se le realizó a la expresidenta Dilma Rousseff.

Grabaciones, confesiones… y con esa cara de buena persona que se carga, pero ni así. Luego de 34 días ¿de discusión? Nahh, de vil cabildeo, en el que los aliados de Temer repartieron dinero para “enmiendas parlamentarias”, distribuyeron cargos y presionaron a quienes no aflojaban, el mandatario consiguió librar la denuncia que pesaba en su contra por actos de corrupción. La democracia trabajando: de acuerdo con Folha de São Paulo, para continuar con el proceso, eran necesarios 342 votos a favor. La oposición sólo consiguió 227, frente a los 263 en contra.

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Quizás por eso, al ver qué bonito es cuando se impone la mayoría maiceada, Temer salió con una sonrisota de satisfacción para asegurar que el resultado de la votación en la Cámara no fue “una victoria personal”, sino más bien “una conquista de la democracia”, ya que los diputados se posicionaron de forma clara e irrefutable para señalar que Michel Temer es un buen saco de dinero… digo, es inocente.

Ahora que ya fue esta acusación, se espera que el procurador presente unas más, ahora por los delitos de obstrucción de la justicia y organización criminal. Para el primer caso, es posible sustentarlo con la posible compra del silencio del expresidente de la Cámara, Eduardo Cunha, así como de su operador, Lúcio Funaro.  En caso del segundo cargo, el procurador solicitó desde hace cerca de dos meses compartir pruebas con otra investigación que ya tiene en la mira a varios miembros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)… sin embargo, no se espera gran cosa. La acusación fuerte era la de corrupción pasiva.

Para quienes se preguntan por qué él la libró y Dilma no, de acuerdo con el analista Paulo Celso Pereira, la respuesta está en el hecho de que Temer ejecutó una de las máximas de la política: “saber dar a cada aliado lo que espera de él. Algunos quieren dinero, otros poder, otros protección (…) Temer uso todo lo que tenía en las manos: distribuyó cargos, abrió los cofres públicos a demandas dudosas, entregó un mar de enmiendas parlamentarias para las bases políticas de diputados y recibió en el gabinete presidencial a todo legislador que lo buscara…”

Diferente a Dilma, quien no “cabildeo” (diría Ochoa Reza) y se mostraba como una presidenta que intentaba ejercer un poder imperial sobre el Congreso.

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