Pedro Canché, un periodista que se aventó nueve meses en prisión durante la administración de Roberto Borge en Quintana Roo, le devolvió la cortesía al exmandatario y se fue a visitarlo al Centro de Rehabilitación El Renacer, prisión panameña en la que el buen Borge se encuentra recluido desde el pasado viernes.

Quizás el “exgober” reconoció a Canché o puede ser que ni la prisión le quita su actitud de mirrey, el caso es que el periodista asegura que Borge, a pesar de ser el encargado de lavar los baños y los pasillos de la cárcel, no ha cambiado: “lejos de sus aguas del poder, el pez Borge está en un estanque que ni en sus peores pesadillas imaginó. Pero conserva su soberbia, eso que lo engulló cuando lo tuvo todo. Cuando tuvo el poder”, describe Canché en una crónica publicada en su página.

El exgobernador de Quintana Roo, Roberto Borge
Foto: La Jornada / AFP

Invitado por error por el abogado de Borge, el periodista señala que el pasado viernes 9 recibió unos mensajes en la que se le indicaba que la entrevista ya estaba pactada. Sólo era cuestión de que le llevara comida, un suéter y unos jeans. Ya en camino a la nueva prisión que aloja al hombre que remató terrenos de reserva natural (a familiares), se enteró que por 50 dolaritos podría pasarle un iPhone y, si le echaba más gana$$, hasta mujeres.

Canché recibió más mensajes del defensor de Borge. Esta vez para avisarle que confundió los números telefónicos. La visita tenía que ser hecha por Fabián Vallado, “segundo hombre poderoso de Borge” que se encargaría de cualquier cosa que necesitara el jefe. “Perdón. No eran estos mensajes contigo. Disculpa. Cualquier cosa déjalo en mi oficina y te reembolso el gasto”.

¿Pero quién daría marcha atrás? Con la posibilidad de ver frente a frente a un exgobernador en la cárcel, Canché siguió su camino.

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A pesar de la confusión, Canché consiguió ingresar a El Renacer. En una mesa de madera despintada, lo sentaron para esperar a Borge. Mientras se lo llevaban, el periodista se enteró que el exmandatario fue encargado de barrer y lavar las celdas del baño y enfermería. No sale de su celda, se la pasa encerrado. Quizás después lo haga: ya tiene algunos “amigos”, a quienes les pidió protección.

Al tener de frente a Roberto Borge, éste se sorprende. Esperaba a su amigo. Se pone pálido, quizás al reconocer al hombre que mandó a encerrar cuando aún tenía el poder… “guardias desalojen al periodista por favor. Manden a desalojar a esta persona”, ordena a los custodios. El soldado panameño le recuerda que en la cárcel a las visitas se les respeta: puede no aceptar la visita, pero en un futuro ya no se permitirán que lo visiten.

Pese a la advertencia, Borge se retira y regresa a su celda en la enfermería, la misma que ocupaba el recién fallecido general Manuel Antonio Noriega. Evidentemente, el encierro de Borge no es común: “es más bien un campo de retiro”. Con colchón cómodo en celda, pantalla de plasma y esperando los lujitos de su amigo Fabián Vallado, ¿cómo se le iba a olvidar que alguna vez tuvo el poder?

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