Por Ricardo Quintana Vallejo
Importantes voces se han pronunciado a favor del boicot de productos estadounidenses en beneficio —o socorro— de productos nacionales: que si el reto de consumir marcas mexicanas por una semana, que si el Jarocho en lugar del Starbucks, aguas frescas en lugar de Coca-Colas.
Sin embargo, muchas otras voces han condenado los boicots de productos (estadounidenses de nombre) que se maquilan, enlatan o fabrican en México y que dan trabajo a miles de mexicanos.
Entonces, ¿deberíamos o no modificar nuestros hábitos de consumo para reflejar nuestro descontento y enojo? De hacerlo, ¿cómo y qué boicotear?
¿Qué son los boicots? y… ¿sirven de algo?
Boicotear es suspender o terminar una relación comercial y/o social como castigo o protesta. Dos de los boicots más efectivos sucedieron en las décadas de 1950 y 1960 en California y Alabama, y nos sirven para dimensionar algunas de sus posibilidades.
En Montgomery, Alabama, el transporte público estaba segregado por raza. Los usuarios afroamericanos viajaban en la parte trasera hasta que en 1955 Rosa Parks inició simbólicamente el boicot de autobuses. Los taxistas afroamericanos se organizaron para sólo cobrar 10 centavos a usuarios afroamericanos, la gente caminaba o compartía los coches. Después de más de un año, el 20 de noviembre de 1956, la Suprema Corte declaró que las leyes de segregación en Montgomery eran inconstitucionales. Así, se abrieron las puertas a la desegregación de escuelas, albercas, sanitarios y —finalmente— de la casa blanca.
Otro ejemplo importante es el boicot que organizó César Chávez, activista y líder sindical mexicano-americano, en la década de los 60 en contra de los productores de uva en Delano, California. Los trabajadores del campo tenían los sueldos más bajos de todos los trabajadores en Estados Unidos. Hacia 1969 más de 14 millones de personas se unieron al boicot y la presión fue tal que los productores se vieron obligados a firmar contratos con la Unión de Campesinos [United Farm Workers].
En suma, vaya que los boicots pueden funcionar; de hecho, las acciones de Starbucks cerraron el viernes a la baja. Pero estos boicots tuvieron desenlaces positivos porque sus objetivos eran muy claros, a pesar de tener un componente emocional dominante.
#AdiosStarbucks
No cabe duda, el presidente de la nación del norte nos ha humillado una y otra vez. Muchos quisiéramos ejercer nuestro poder de consumo para enseñarle una lección, pero ¿no nos estaremos poniendo el pie?
Hay empresas estadounidenses que rechazan a Trump. Hay empresas estadounidenses que nutren a la economía mexicana. Y hay empresas mexicanas que hacen mucho daño a los mexicanos. La nacionalidad no es el único criterio de moralidad y tampoco indica valores.
Starbucks es operada en México por Alsea, una empresa mexicana que además opera las cadenas Domino’s Pizza, Burger King, Chilli’s, Italianni’s, entre otras. Es una Empresa Socialmente Responsable. Además, Starbucks representa una inversión de 5 mil millones de pesos y vende grano de café cosechados en Chiapas por todo el mundo. En Alsea trabajan cerca de 10,000 mexicanos. ¿Qué es lo que quisiéramos conseguir con el hashtag #adiosstarbucks? Es probable que a Trump le dé exactamente lo mismo si tomamos un latte o no. Claro, es importante fortalecer la economía interna, pero ¿eso es lo que ganamos al boicotear Starbucks?
Quizá nos convendría apoyar a esta empresa. El CEO Howard Schlutz declaró el pasado domingo que reclutaría a 10,000 refugiados para responder al #MuslimBan (la exclusión de viajeros de 7 naciones mayoritariamente musulmanas). De hecho, los simpatizantes de Trump iniciaron el hashtag #BoycottStarbucks porque, en su opinión, Starbucks debería dar preferencia a los estadounidenses cuando de contratación se trata.
Por otro lado, se ha hablado de no tomar Coca-Colas. Sin embargo, el Grupo FEMSA es el embotellador más grande de Coca-Cola del mundo por volumen. Crea más de 200,000 empleos en México. Pero sabemos que cientos de tienditas pierden la batalla en contra de OXXOs, debilitando la economía de muchas familias y dejando las colonias sin centros de reunión y de intercambio social y cultural. Conviene entonces pensar en qué partes de las empresas queremos boicotear y con qué objetivos.
Para pegarle a Trump
Y si lo que queremos es pegarle a Trump, lo que conviene es informarnos de cuáles son sus empresas y de qué empresas lo han apoyado públicamente. Los hoteles, casinos y campos de golf que portan su nombre son blancos evidentes. Podríamos presionar a Amazon, Macy’s, Sears, Walmart y Zappos para que dejen de vender sus productos y los de su familia. Podríamos boicotear las compañías cuyos administradores o dueños apoyaron la campaña de Trump hasta que pidan disculpas. Estas compañías incluyen, entre otras, a Forbes, Hobby Lobby, LL Bean, New Balance y, sobre todo, Uber. Además, pueden bajar la aplicación “Boycott Trump,” que tiene una lista detallada de todas las compañías que tienen negocios con Trump y su familia.
Mostrar nuestros valores a través de nuestro ejercicio de consumo es muy saludable. Es algo que podemos hacer todos los días y que puede demostrar que no somos un pueblo agachado. Si hay algo que nos caracteriza como mexicanos son nuestras ganas de apoyarnos y echarnos la mano. Ahora falta investigar cómo hacerlo.
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Ricardo Quintana Vallejo es crítico cultural y traductor. Actualmente estudia el doctorado en literatura comparada de la Universidad de Purdue.
Twitter: @quintanavallejo