Por Diego Castañeda

Hoy se estrena una de las películas más esperadas del año; que, para los seguidores del género de la ciencia ficción, es una de las películas más esperadas en mucho tiempo: Blade Runner 2049. La ciencia ficción puede ser un vehículo para hacer crítica social. Siendo Blade Runner una historia adaptada e inspirada en el trabajo de un gran escritor como Phillip K. Dick, hay temas sociales y filosóficos debatibles a propósito de su estreno. El más obvio es el de la automatización; sin embargo, no por obvio es menos relevante.

Blade Runner y la historia en la que está basada, Do Androids Dream of Electric Sheep?, plantean la existencia de una sociedad distópica en pleno deterioro ambiental; con una población humana atrapada en una megalópolis; batallando para sobrevivir en un planeta con poca capacidad para sostener vida.  

En ese mundo encontramos a Rick Deckard una variedad especial de policía, un “blade runner”,  cuyo trabajo es rastrear y exterminar a una serie de androides rebeldes, prácticamente indistinguibles de los seres humanos (con inteligencias artificiales capaces de tener consciencia y emociones  y que hacen el trabajo que antes muchos seres humanos realizaban). Desde una perspectiva economicista, Blade Runner es una historia sobre la sustitución de trabajo por capital. (Desde una perspectiva humanista y filosófica es sobre lo que realmente es ser “humano”).

A últimas fechas escuchamos en un sinfín de medios a personas hablando sobre cómo los robots, las tecnologías de la información y la automatización están produciendo grandes cambios en la economía, desapareciendo incontables fuentes de empleo. Cuando se discuten asuntos como el TLCAN, se habla sobre cómo no es el comercio internacional el que desaparece empleos, sino que “es el cambio tecnológico”. Tampoco es extraño escuchar a famosos, como Elon Musk, discutir sobre la inteligencia artificial y sus peligros o encontrar libros como Superintelligence, del filósofo Nick Bostrom, en el que se discute de forma rigurosa y divertida los potenciales riesgos de esta transformación tecnológica.

Imagen: Shutterstock

Sin embargo, muchas de estas discusiones suelen estar repletas de mitos. Hay temores infundados que recuerdan a los movimientos luditas del siglo XIX. En realidad, los datos de lo que sucede hoy cuentan otra historia. 

¿Cuál es el efecto real que la automatización y la tecnología está teniendo en el empleo?

Toda transformación tecnológica en la historia ha estado ligada a cambios en el mercado laboral; por ejemplo, como pasó con la Revolución Industrial. Estos cambios, como muchos sucesos en la economía (como el comercio), generan ganadores y perdedores; sin embargo, eso no significa que se pierdan empleos, que existan más personas desempleadas en el mundo o en algún país. Lo que ocurre es que existen movimientos entre sectores. El efecto que tiene el cambio tecnológico es sobre la demanda de habilidades en determinada economía. Los salarios son el mecanismo que “coordina” cómo se mueven esas habilidades entre sectores.

En un trabajo de 2015 el economista del MIT, David Autor, encontró confirmación a un fenómeno de la automatización y el cambio tecnológico: la polarización laboral. La polarización laboral es lo que ocurre cuando en una economía se encuentra una distribución del empleo entre empleo que demanda pocas habilidades (capital humano bajo) y empleo que demanda muchas habilidades (capital humano elevado).

La automatización  y las tecnologías de la información complementan el trabajo que requiere muchas habilidades

Lo que la automatización y las tecnologías de la información están haciendo es complementar el trabajo que requiere muchas habilidades; es decir, aumentan su productividad y, por ende, su salario. Al mismo tiempo, estos cambios no complementan el trabajo de los trabajadores con pocas habilidades; por lo tanto, no se benefician de la tecnología. Son los empleos en la mitad, aquellos de habilidades intermedias, los que realmente suelen correr peligro con la automatización.

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Todo cambio tecnológico ha traído consigo la creación de cierto tipo de empleos; al mismo tiempo, la destrucción de otros tipos que se vuelven obsoletos. Sin embargo, es poco probable que en algunos años muchos empleos sean realmente automatizados. Contrario a los mitos que se difunden a gran velocidad, es muy difícil sustituir a las personas para ciertas tareas. David Autor lo explica en el mismo documento. Avances como el auto que se maneja solo de Google, que supuestamente amenaza millones de empleos de choferes, en realidad sólo puede sustituir al piloto humano si está en terreno conocido, bajo condiciones controladas.

Los temores por la automatización siguen siendo principalmente ciencia ficción

Los humanos seguimos siendo mejores que las máquinas para realizar un sinnúmero de tareas que requieren sentido común, intuición, tacto, ética, etc. Cosas que no le podemos enseñar a una maquina porque son inherentemente humanas. En Blade Runner nos conmueve la humanidad de los Nexus-6, pero en la vida real estamos muy lejos de eso. Los temores por la automatización siguen siendo principalmente ciencia ficción.

No obstante, la ciencia ficción es un buen experimento de pensamiento, tenemos cosas que podemos aprender de pensar en nuestro profundo temor a ser sustituidos por máquinas. Por ejemplo, si realmente nos importa la potencial automatización del empleo, lo que nos tiene que preocupar en el fondo es el capital humano de las personas. Se trata de tener más capital humano (educación, salud, etc.); así, es más probable que un cambio tecnológico nos complemente en lugar de hacernos obsoletos.

El miedo a ser sustituidos

Sea el ludismo del siglo XIX, o la literatura de ciencia ficción del siglo XX, parece que tenemos un temor casi existencial a ser sustituidos. Como si al perder parte de nuestro quehacer perdiéramos parte de lo que nos da valor como personas. Los robots son la expresión más contemporánea de ese temor; quizá porque los vemos cada vez más a nuestra imagen y semejanza; quizá porque dejar de ser útil en un sentido productivo es una forma de alienación. Tal como Marx, Weber o Durkheim notaron hace más de un siglo, el trabajo es parte de la naturaleza humana y de lo que nos da propósito en la sociedad. Blade Runner es una buena excusa para discutir todo esto y más.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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