“Vamos a consagrar a nuestro Presidente de la República”, decía al micrófono Carmen Santiago Alonso, una sarcedotisa de los pueblos originarios y afroamericanos de México, originaria de los valles centrales de Oaxaca. Apenas unas horas después de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador, el mandatario se presentaba en el escenario central de la plancha del Zócalo para una ceremonia sagrada y la entrega de un Bastón de Mando muy especial.
Con un fondo musical suave de tambor y el rugido de un caracol, los casi 70 mil asistentes al AMLOFest se mantuvieron en silencio y en total atención.
Sigue la transmisión EN VIVO del día de #TomaDeProtesta del nuevo Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; ahora dando su primer mensaje desde el balcón de Palacio Nacional https://t.co/EZEclJPbnP
— Sopitas (@sopitas) 1 de diciembre de 2018
“A ti corazón de la tierra, a ti corazón del agua, a ti corazón del aire y a ti corazón del fuego”, decía un sacerdote originario de Oaxaca. “Le pedimos a los elementos para que purifiquen al licenciado Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México”.
Mientras los inciensos se prendían en el fondo y las ramas de copal recorrían el cuerpo del flamante presidente, el médico de los pueblos originarios le pedía a las fuerzas del universo que lo ayudaran. Le pedían también a Tonantzin —”nuestra madre venerada”— que liberaran a López Obrador “de todo lo malo y de todas las malas energías”.
Sonó un silbato y llegó uno de los momentos más impactantes ante el atento silencio del público asistente. Aunque muchos no entendieron qué se decía, claramente conocían el significado. Un médico, vestido con la playera de su trabajo, llegó de rodillas frente a López Obrador y, conmovido hasta las lágrimas, le dedicó unas palabras en náhuatl. El ahora presidente, se hincó también y después de un abrazo intercambiaron una cruz con un ramo de plantas purificadas.
Ahí comenzó la ceremonia llamada “La puesta de las flores”, usada en los pueblos originarios para sacralizar el espacio. Participaron los integrantes de la comunidad indígena y los miles de personas que visitaban el Centro Histórico.
Con una mano levantada y volteando hacia el este —donde sale el sol— se escucharon las plegarias y el sonido del caracol. Giraron al poniente y le pidieron su atención a los “vientos del oeste”. Otra vez el caracol. Giraron hacia la catedral, en el norte, para pedirle ayuda a “la casa de la memoria”. Voltearon hacia el sur, a enfocar sus peticiones hacia la “casa de la vida”. La ceremonia terminó de rodillas, con la mirada al cielo con una simple petición a la Diosa Tonantzin: “tus hijos te saludan y te damos las gracias”.
“Concédenos el don del amor y de la alegría para que podamos disfrutar de todos los bienes que nos da la existencia. Conservar la pureza de nuestros actos, pensamientos e intenciones (…) Hagamos alianza de lo mucho que tenemos en común y reconozcamos que todos necesitamos de todos”, explicaba al micrófono el médico que llevó la batuta en la ceremonia.
Carmen Santiago Alonso, la sacerdotisa que comenzó el evento, regresó al frente del estrado para presentarle a López Obrador el Bastón de Mando. Un báculo ceremonial y recientemente purificado en el municipio de Ayutla de Los Libres en Guerrero. Antes de entregárselo, le tenía un claro mensaje:
“Que sirva para usted, para mandar obedeciendo al pueblo. Tenemos mucha esperanza de que México vivirá a partir de hoy una transformación en la que los pueblos presentes y mis hermanos indígenas podamos decirle: aquí está el Bastón de Mando, el símbolo con el que usted conducirá a nuestro pueblo (…) queremos recordarle que queremos ser tomados y tomadas en cuenta en los planes que usted tenga. Queremos manifestarle nuestro compromiso”.