Por Mariel Miranda
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos,
sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.”
José Saramago
La memoria es frágil. La memoria requiere sustento y ejercicio continuo. Cuesta creer que mañana se cumplen cuatro años de las atrocidades que sufrieron los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en aquella noche en Iguala. Han sido cuatro años en los que la justicia y la verdad se les ha negado sistemáticamente. Ahora, también, se les comienza a negar el recuerdo.
Hace cuatro años, un grupo de estudiantes normalistas llegó a Iguala con la intención de tomar camiones para asistir a las marchas del 2 de Octubre en la Ciudad de México. Esa noche, la policía de Iguala abrió fuego contra ellos, matando a seis e hiriendo a veinticinco. 43 de ellos fueron bajados de los camiones para nunca más volver a ser vistos. 43 personas que desaparecieron de la faz de la tierra. 43 vidas interrumpidas. 43 sillas vacías en la mesa familiar. 43 maestros que nunca pudieron dar clase. 43 preguntas sin respuesta.
Hoy, el gobierno de Enrique Peña Nieto sigue defendiendo su “verdad histórica”, haciendo lo imposible para negar su responsabilidad, bloqueando sistemáticamente la sentencia que establece la creación de una Comisión de Investigación para la Justicia y la Verdad sobre el caso para “subsanar y corregir la deficiente actuación de la PGR” .
La década de la narcopolítica y de la Guerra contra el Narco ha hecho de nuestro país una fosa. Ayotzinapa se incluye en una larga letanía de atrocidades e infamias: San Fernando, Guardería ABC, el Casino Royale, la violencia y el asesinato sistemático de miles de mujeres, y tantas más que nos demuestran que cualquiera de nosotras es daño colateral en la lucha de poder entre el Estado y el Narco.
Hay momentos que marcan a una generación. YoSoy132, Ayotzinapa y el Terremoto del 19S sin duda son los definitorios de la mía. Pero, ¿qué tan profundas son estas memorias? Tenemos que pensar en la política de la memoria. ¿Qué hacemos para no olvidar?
Hay tres niveles de responsabilidad para mantener viva la memoria: el personal, el comunitario y el Estatal. Nos toca como individuos recordar lo que vivimos, lo que hicimos o no y cómo eso nos hace sentir. Como colectivos, crear comunidad a partir del sufrimiento compartido y le toca al Estado aceptar su responsabilidad, impartir justicia y facilitar los procesos de memoria colectiva.
¿Qué sería de nuestra sociedad si tuviéramos los espacios en las escuelas para recordar y reflexionar acerca de las tragedias recientes de nuestro país? Imaginemos eso: clases de preparatoria donde se estudie y discuta sobre Acteal, Aguas Blancas, la Masacre de San Fernando, Tlatlaya… Tomemos el ejemplo de Argentina, donde la brutalidad de la Dictadura Militar se estudia en el colegio, donde se producen películas sobre el tema, donde los jóvenes pueden poner nombre y apellido a los criminales, a las tragedias, a los muertos y los desaparecidos.
Necesitamos motivar la memoria colectiva. Necesitamos poner nombres y apellidos a las masacres que nos han destruido. Debemos meditar sobre lo que esta violencia nos causa. Tenemos que hacerlo desde la escuela, desde casa. Sólo así podremos sembrar la semilla de un recuerdo que nos permita saber que las atrocidades no deben ser normalidad.
Este jueves 27 a las 19:00hrs tendremos el evento “De pie contra el olvido” en el Huerto Roma Verde para reflexionar acerca de lo que Ayotzinapa significa para nuestras comunidades.
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Mariel Miranda es coordinadora de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas .
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