Por Colectiva Justicia Sexual

El lunes 22 de mayo, durante uno de los conciertos de la gira Dangerous Woman de Ariana Grande, en Manchester ocurrió un atentado terrorista en el que murieron 22 personas y 59 resultaron heridas. Miles de adolescentes y niñas estaban reunidas ese día con la ilusión de escuchar las canciones de una de sus artistas favoritas, y fueron sobre todo niñas y adolescentes, como Georgina Callander y Saffie-Rose Roussos, las principales víctimas.

A partir del atentado, los principales medios de comunicación locales e internacionales han proporcionado titulares sensacionalistas e islamófobos y notas sin ningún análisis que incluya la perspectiva de género que pierden completamente de vista la violencia simbólica de este acto hacia las mujeres y niñas. Pocos hasta ahora han sido los artículos que ofrecen una imagen compleja y humana que dé visibilidad al mensaje brutal que el ataque envía para la construcción de identidad de niñas y adolescentes como mujeres* en el mundo.

Lo que representa Ariana

Ariana comenzó su carrera en un programa para niñxs y adolescentes en Nickelodeon y es una artista a quien muchas jóvenes consideran un modelo a seguir. A pesar de haber superado la adolescencia y ser una mujer adulta, sigue haciendo música para películas como La bella y la bestia, música que a muchas nos hace recordar emociones que vivimos por primera vez cuando adolescentes de una forma poderosa y emotiva.

Sabemos que no se trata de Ariana, pero dice mucho que el ataque haya sido dirigido a su público en particular. Un público con el que ella ha sido generosa, no solamente durante sus conciertos y como artista en general, también porque desde su modelo particular de feminidad ha logrado confrontar sexismos y estereotipos. Mucho se ha dicho de su último disco, Dangerous Woman, que balancea de una gran forma amor incondicional con empoderamiento.

Este mensaje es muy importante porque desde niñas se nos ha enseñado, de manera explícita o implícita, que el espacio público no nos pertenece, que debemos quedarnos en la “seguridad” de nuestras casas, encerradas entre cuatro paredes, que allá afuera es “peligroso”. También hemos escuchado hasta el cansancio que nuestros cuerpos no están hechos para disfrutar ni para sentir placer. Por último, las mujeres no podemos compartir experiencias, acompañarnos y, por el contrario, debemos competir entre nosotras, casi como si fuéramos enemigas “naturales”.

Estar en un concierto, del tipo que sea, rompe con estas tres ideas. Durante un concierto salimos a la calle, nos ponemos en el espacio público y cantamos, bailamos, nos reímos, lloramos y compartimos la experiencia que es escuchar a una de tus bandas o artistas favoritas junto con muchas otras personas, con tus amigas, con tus compañeras. Durante un concierto, sentimos placer públicamente y lo compartimos.

Es muy probable que la primera vez que fuimos a un concierto hayamos estado nerviosas, extasiadas; que estando ahí nos hayamos emocionado hasta la risa, hasta las lágrimas, o que hayamos bailado sin parar, que probablemente hayamos ido con nuestras amigas y hayamos vuelto a casa sintiéndonos llenas de vida.

Lo que representa el atentado

Las mujeres y niñas que estaban en el concierto de Ariana Grande el día del atentado probablemente sentían algo similar. Por ello, que un hombre haya elegido ese espacio para detonar una bomba llena de clavos, buscando causar el mayor daño posible, no es casualidad. Como dice Sophie Gilbert en un artículo de The Atlantic, “el bombardeo de Manchester manda otro mensaje también. Le recuerda a niñas y mujeres jóvenes que siempre habrá gente que las odia simplemente por haber nacido mujeres”.

La violencia que enfrentan niñas y mujeres es constante y continua, y se refleja en todos los espacios de nuestra vida. Todos los días alguien nos grita cosas en la calle, nos toca sin nuestro consentimiento, viola o abusa de nuestros cuerpos. Por ello, los espacios de libertad y seguridad que tenemos, que hemos construido con muchísimos obstáculos, son escasos y, literalmente, vitales para nosotras.

Foto: Marcus Ingram/Getty Images 

El mensaje de odio del atentado en Manchester es clarísimo: nuestra libertad les amenaza, y por ello hay que destruirla. Después del atentado, decenas o quizá cientos de miles de niñas y mujeres jóvenes probablemente perdieron la confianza en poder exponerse en el mundo. Una vez más, nos han marcado una pauta simbólica, difundida de manera global por los medios de comunicación, para ponerle límites a nuestra libertad y a nuestro placer.

A pesar de lo que digan en redes sociales o en medios, la culpa del atentado no es de Ariana, ni de las niñas o mujeres que fueron a su concierto. La responsabilidad del ataque es de quienes lo perpetran, de quienes incitan el odio y la guerra. Este tipo de declaraciones sólo abonan a la idea de que nosotras somos las responsables de estar en situaciones de violencia, no de quienes la perpetúan.

Por esta razón, estos ataques se sienten inmensamente personales. Para muchas de nosotras los espacios de recreación, como los conciertos, son donde nos sentimos cómodas, acompañadas y en casa; nos han arrebatado uno de los pocos espacios en donde podemos escapar de la violencia sistémica que vivimos diario.

Que la seguridad de ir a un concierto de música pop a disfrutarnos sea violada, nos deja no sólo tristes, enojadas y dolidas, sino despojadas de un espacio fundamental donde las mujeres y sus cuerpos han sido capaces de celebrarse. Por eso no podemos dejar que esta tragedia se convierta en otro desfile de encabezados sensacionalistas para seguir difundiendo miedo, sin mirar las causas y las víctimas y, sobre todo, no podemos permitir que este desastre contra mujeres y niñas se utilice para que los políticos creen narrativas para continuar guerras.

Nos rehusamos a renunciar a nuestro lugar en el mundo. Seguiremos saliendo, seguiremos bailando, seguiremos acompañándonos. No nos quitarán la música, ni nuestra alegría. Si nuestra felicidad les molesta, seamos felices entonces, a pesar del miedo que quieren imponernos, a pesar de su violencia, a pesar del terror.

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Colectiva Justicia Sexual se dedica a fomentar la educación sexual con base en la justicia social. Colaboramos por una sociedad en la que se celebren los distintos tipos de cuerpo; en la que todas las mujeres* tengan control absoluto sobre sus decisiones reproductivas; y en donde se valore el sexo consensuado, la seguridad, y el placer mutuo.

 

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