¿Te ha detenido a ver una escena cotidiana, preguntándote cuál será la historia detrás? El Museo del Palacio de Bellas Artes ha montado una exposición que va a cambiar tu percepción de lo que pasa todos los días.

Hay un gran reto en quitarle la máscara a lo cotidiano, en descubrir en una escena en la calle, en cualquier parque, el profundo conocimiento de lo que parece igual a todo y sin embargo, al ojo insistente, muestra las historias más improbables.

Lo cotidiano es una criatura fantástica cuyo poder radica en hacernos creer que las cosas, las personas, se repiten siempre de la misma forma en el movimiento del tiempo. Claro que es fácil salir del engaño, sólo hay que pensar en esa plática en el parque con esa persona que es un momento único e inolvidable pero que, para los transeúntes que por ahí pasaron, quedó enterrada en el baúl de lo cotidiano como un momento igual a todos los otros en el que dos personas hablan en un parque… sólo eso.

Quitarle la máscara a lo cotidiano radica entonces en detener el tiempo y extraer una escena “normal“ para revelar su carácter extraordinario, su verdadera cara de historia irrepetible.

A los fotógrafos se les ha concedido el poder de detener el tiempo y Robert Doisneau ha utilizado ese poder precisamente para desenmascarar lo cotidiano y contar historias impresionantes.

El beso del ayuntamiento, Paris, 1950

Doisneau, grabador litográfico de inicio, trabajó en su juventud en una fábrica de Renault en donde pudo poner en práctica sus dotes de diseñador y fotógrafo. Las imágenes que captaría después, en las calles de París, serían uno de los testimonios más honestos y fascinantes de las clases sociales de la famosa capital.

Es fácil darse cuenta de la incisiva lente de Doisneau, de su poder para narrar a través de escenas que precisamente son la cotidianidad desemascarada. Al acercarse a sus fotos, lo primero que vemos es gente, una mujer que camina por ahí, un niño que mira al horizonte, una parisina en un escaparate o dos jóvenes besándose, pero justo cuando queremos meter esa escena en el baúl de lo que siempre se repite, una historia se hace presente, exige ser contada fuera de los límites de lo que ocurre “todos los días“.

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Francine Deroudille, hija de Doisneau, ha curado la exposición Robert Doisneau. La Belleza de lo Cotidiano, que se presenta actualmente en el Museo del Palacio de Bellas Artes. En entrevista con sopitas.com, nos ha recordado que a  Doisneau “no le gustaban los eventos extraordinarios. Los dos eventos extraordinarios que vivió él fueron las dos guerras y fueron terribles“.

Ese desapego de lo enorme, de lo aparentemente importante lo llevó a fijarse en que, aquello que ocurre todos los días, que parece pequeño y siempre igual a sí mismo, es en realidad un conjunto de eventos impresionantes, “él tenía el deber de ver lo cotidiano de otra forma, así que se dedicó a rescatar esa noción de lo novelesco de la vida“, nos dice Francine.

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Francine se dedica a clasificar las miles de fotografías de su padre y editar catálogos o curar exposiciones como la que ahora tenemos la oportunidad de ver en el Palacio de Bellas Artes. Desde luego que nos resultó inquietante cómo entraba en ese mar de imágenes, algunas de las cuales ella es la protagonista. El acervo al que se dedica, al fin y al cabo, es su baúl de imágenes familiares.

Francine nos dijo: “yo en realidad trabajo con fotografías, mi relación es muy profesional con estas fotos, las clasificaciones o las selecciones de los negativos de mi padre. Claro que encuentras cosas impresionantes entre esas fotos, pero para mí, las fotos profesionales y las fotos familiares son las mismas. Encontrarse con una niña y de repente encontrarse con que esa niña soy yo“ es parte de su trabajo.

La mirada oblicua, Paris, 1948

Claro que hacer buenas fotografías de lo cotidiano no es tarea fácil, aunque la propuesta misma de las imágenes parece decirnos que así es. Digamos que es como el verso libre, ese que no tiene que presentar la clásica rima, o el metro tradicional. A veces creemos que hacer verso libre es muy fácil, sin embargo, los poetas saben que es uno de sus más grandes retos.

Francine no dice que  “gran parte del éxito de este tipo de fotografía es la universalidad de estas fotos. Sería muy difícil hacer este tipo de fotografía porque ya no hay este tipo de inocencia en los fotógrafos“.

robert-doisneau-cour-carrc3a9e-du-louvre-1969

Fotografiar lo cotidiano se vuelve entonces otorgarle una narración más rica, convertirlo en novela.

Francine nos recordó al final, cuando hablábamos de la fotografía de guerra, o de eventos que aparecen en las primeras planas del planeta que “la expresión de ese mundo ha cambiado. Ahora nos atrevemos a mostrar la violencia. El pudor ya no es un valor“.

Doisneau escribe pequeñas novelas cuando hace que el mundo se detenga en un momento blanco y negro.

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Nota aparte, Torreblanca ha creado un soundtrack especialmente para escuchar mientras se visita la exposición. La selección definitivamente introduce al espectador a una experiencia más rica que las viejas guías de museo.

 

Robert Doisneau. La Belleza de lo Cotidiano

Se presenta en el Museo de Bellas Artes hasta el 29 de Junio.

No olviden darse una vuelta por la página del Museo Palacio de Bellas Artes. 

Por Luis Miguel Albarrán @Perturbator 

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