13 de Octubre de un año apocalíptico. “Corona Capital” es la frase marcada en todos los cerebros de la ciudad ansiosa. En esta tercera edición del festival presenciamos el doble de bandas que hace un año: dos días de sobrecarga de emociones transmitidas en lenguaje musical, un ensueño auditivo para el público mexicano que durante años ha sido fiel y entregado a todas las bandas y sus formas de expresión.

El clima en estas fechas de agitación lunática siempre ha sido atroz, los rayos ultravioleta se cuelan entre las caricias del sol para provocar desnudos ante él; desnudos y cerveza por doquier, así es como el Corona Capital comienza la fiesta.

En el Corona Light Stage, Technicolor Fabrics fueron los encargados de dar la bienvenida al festival, acordes frescos y tranquilos aparecieron de la mano con ligeros sonidos sintéticos, ideales para amenizar la tarde calurosa.

Luego de media hora, Vicente Gayo salvajeaba con un público vasto en el Corona Stage, brincos y gritos en el escenario encendían el switch de los presentes, público joven en su mayoría, un 100% de energía se acumulaba y transformaba en lágrimas de sudor.

Al poco rato, una de las primeras bandas internacionales, las Dum Dum Girls, pisaron el mismo escenario. El calor mutaba y el público era escaso, Dee Dee apareció en sus clásicas medias a rayas, vestido negro y adornos de encaje sobre los brazos, que le hacían destacar la perfección al ritmo de su dulce voz cantando “He Gets Me High”. Distorsiones y reverb en alta potencia, las hijas de PsychoCandy, oscuras y empapadas de rimel y labial, nos regalaron tracks estupendos del mejor Garage de nuestra época. Como doctrinarias del girly noise, las gafas oscuras no pueden quedar olvidadas, como si protegieran su espíritu detrás de un cristal gótico, rezando por morir antes de envejecer. A sus atuendos oscuros los acompañaban espectros en colores radiantes que figuraban en la pantalla detrás de ellas. El público cantaba y los coros ardían sobre llamaradas de ruido y suciedad, el cover a The Smiths, “There Is A Light That Never Goes Out”, resultó un explosivo calidad nuclear, la gente quería más pero este festival tenia una larga tarde que entregarnos.

Hello Seahorse! se apareció en otro de los escenarios, la voz inconfundible de Lo Blondo seducía a sus miles de fans que chocaban entre sí intentando alcanzar su mano, hipnotizados por la profusión de sentimientos en sus letras, el odio después de una herida, el amor como un capricho. En el escenario, Lo Blondo era el corazón de la banda, era ella quién derramaba la nostalgia sobre acordes, teclados y saxofón. Dejaron a todos satisfechos de haber escuchado las canciones que querían entonar junto a ellos hasta las lágrimas.

Unos minutos habían pasado en el cambio de escenario y los riffs del trío inglés, The Joy Formidable, se escuchaban tan fuerte que alcanzaban nuestros oídos apenas salías de la multitud. Ritzy Bryan cantaba con alegría y pasión salvaje, una guitarrista ejemplar con aspecto demente, dispuesta a consumir su energía rompiendo tímpanos y exaltando al público. Calificados como Shoegaze, por su sonido noventero, ruidoso (y a veces melancólico), su carrera ha dado un salto más cercano al Post-Rock. En este festival, pudimos presenciar elementos de este género, como las armonías suaves estrelladas por acordes estruendosos que una y otra vez se hacían tersos para luego detonar en millones de emociones moleculares. Pese a los altibajos de momentos hastíos en canciones largas, el público aplaudió positivamente y cada fan marchó con entusiasmo, sonriente hacía un escenario más.

En el Bizco Club Stage los Unknown Mortal Orchestra dieron una buena muestra de psicodelia indie ante un nutrido público interesado en su propuesta. Desafortunadamente los sonidos espaciales de la banda no lograron hacer mella en el público quienes simplemente los miraban, sin otorgar reacción alguna en 45 minutos, ni siquiera cuando cerraron con un cover de los Smiths. Buena actuación, público estupefacto.

Este año León Larregui, el cantante de Zoé, nos sorprendió con un disco solista, mismo que presentó en el Capital Stage acompañado de algunas caras conocidas: Rodrigo Guardiola y Pablo Valero ex-guitarrista de Santa Sabina, Adanwosky y Alejandra Moreno vocalista de Ruido Rosa. Sus composiciones muy tranquilas, envueltas en sábanas acústicas y ritmos relajados, sin duda parecidos a Zoé y de lírica romántica muy singular de León. El público aclamó cada una de sus canciones, todos bailaban serenamente bajo el ocaso de la tarde, esperando la caía de las estrellas. “Brillas” fue uno de los tracks más admirables: profundidad, sinceridad, una balada de amor.

A pesar de que su momento de éxito fue en los 90, mucha gente quería ver al hijo de Bob Dylan, Jakob, al mando de su banda, The Wallflowers, aunque fuera sólo por presenciar al vástago del profeta folk. La banda ofreció una actuación moderada, llena de canciones de alta calidad y perfección en su hechura, recorriendo buena parte de su discografía. Por supuesto “One Headlight” fue la más (o quizás la única) esperada, la cual interpretaron a toda prisa pues aun había muchas bandas por tocar.

Poco a poco la noche nos acercaba a las bandas fuertes del festival,  una espera de veinte minutos fuera del horario tuvo que pasar para que Death In Vegas saltara al escenario para regalarnos un viaje completo por el túnel psicodélico de la mano del Krautrock y la electrónica futurista.  Pudimos presenciar temas de uno de sus mejores materiales, The Contino Sessions, el cuál fue engendrado en el vientre de la escena rave y la ciberdelia de los 90. La variedad de géneros, las mezclas de sonidos electrónicos y Rock, se fueron sintetizando hasta su máxima abstracción: Trans-Love Energies, su último material totalmente electrónico y de tinte ambiental se apoderó de las almas presentes en el Corona Bizco Stage, haciéndonos bailar al ritmo de los placeres naturales de la dopamina. Estructuras ambientales y sonidos hipnóticos llovieron en el escenario, para esa hora el público estaba ensordecido y muerto en psicosis, nos habíamos enredado  en otra realidad, la realidad de Death in Vegas. Los colores y sonidos láser se adherían a nuestra piel para formar parte del baile, uno se podía imaginar el dulce tararear de la ausente Dot Allison en la canción “Dirge”. Por momentos los sintetizadores recordaban a Add N to X, diferenciándose en el agresivo sonido del bajo que se llevó mucho de aquel show. Muchos jóvenes daban la espalda a aquella legendaria banda británica, huyendo de la era que no les pertenece.

Cat Power sorprendió a quienes no la habían visto con su nuevo look, de pelo corto, rubia, dejando en el ayer aquel peinado de fleco que puso de moda años atrás. Salió luciendo sombrero, playera de México y jorongo, muy a la usanza mexicana, lo cual provocó emoción en todos. Pero no sólo eso fue emocionante, también la música hizo su parte. Interpretó varios temas de su más reciente producción, Sun, como “Cherokee”, “3, 6, 9″, “Manhattan”, “Ruin” y “Human Being”.

En la siguiente hora, la ola de personas completaba poco a poco los huecos del escenario Corona Stage, momentos en los que te empiezas a sentir enclaustrado pero no hay motivo alguno que pueda quitarte el éxtasis de las venas, el fulgor de tus ojos entusiasmo, pensando que en unos momentos saltará al escenario una de las bandas más interesantes de las décadas recientes: The Kills. A eso de las ocho en punto Alison Mosshart y Jamie Hince entraron al escenario, el público era ensordecedor, ritmos blueseros y botas, la combinación perfecta de estilo y actitud. La mirada sensual de Jamie derretía al público femenino, las guitarras expedían feromonas, la gente se volvía loca. Era casi imposible no quedar petrificado por la personalidad de Mosshart en el escenario: encima de los monitores, flexionándose al público y sacudiendo su cabellera rosada pronunciando “Fuck The People”. Uno de los momentos especiales fue la interpretación de “Baby Says”, un track de índole nostálgica, dejando atrás por unos minutos el nihilismo para creer uno en el otro. La despedida fue dolorosa para cientos pero la satisfacción quedó impregnada en el ambiente a manera que la gente seguía gritando y desgañitándose al pronunciar The Kills.

El Escenario Capital, ya era tomado por  Franz Ferdinand, grandes favoritos del público mexicano. “Dark of the Matinee” encendió la chispa que incendiaría su actuación hasta el final. Todo el mundo bailaba desaforado. Aunque parecía que traían prisa, una tras otra fueron sonando sus hits sin descanso. Temas como “Take Me Out”, “Walk Away” y “Do You Want To”, fueron cantadas y bailadas por los presentes hasta el agotamiento, quienes quedaron complacidos una vez más por esta banda habitual en este tipo de eventos.

Aún nos faltaba un cuarto de recorrido, Suede se llevó la siguiente parte de la noche tocando algunas canciones de los nostálgicos 90. Sólo los verdaderos fans ocupaban el lugar de receptor, había muchos espacios vacíos y gracias a esto se podía distinguir claramente a la banda, en especial los sensuales bailes de Brett Anderson (que recordaba bastante a Jarvis Cocker), tan lleno de energía, como si el pasado aún formara parte integral de su presente. El escenario se pintaba de luces azul melancolía, transformada en energía mecánica para hacer funcionar un par de guitarras salvajes sobre la belleza cristalina del show. La infinita tristeza de “Saturday Night” fue escogida para cerrar la noche en el Corona Light Stage.

La noche estrellada poco a poco fue cubriendo los escenarios y en el Corona Stage, un gritos en un español mal hablado comenzaban la fiesta de la siguiente hora. Los clásicos smokings elegantes de The Hives se apoderaron del escenario, desafiando al público a llegar a su mayor grado de efervescencia. En el escenario se mostraba la increíble imagen de la demente cara del cantante, Pelle Almqvist, moviendo al escenario como si fuera un títere. Las percusiones veloces en dieciseisavos no se hicieron esperar. Pelle Almqvist sabía como manejar al público, todo el tiempo mantuvo una conexión, hablando de una cosa y otra sin sentido, pero hablando español. El público era suyo y “¡Viva México!” gritaba al compás de “Main Offender”, seguida de interpretaciones del nuevo disco que parecían haber tenido contacto con The Clash en doble fuzz. Desde el principio el volumen de la voz muy leve, pero poco a poco los gritos de Pelle fortalecieron el sonido. “Mucho silencio en el concierto de The Hives” repetía Pelle, pues pese a que la banda ofreció mucha energía y un excelente setlist, el atrofiado y exhausto público jamás respondió. La actuación de los suecos terminó degradándose naturalmente un poco hasta su final.

Media hora pasada de la media noche y en el Corona Bizco Stage los horarios seguían retrasados, Basement Jaxx tardó una eternidad en aparecer pero valió muchísimo la pena esperar, pues a partir de ese momento comenzó la fiesta de aquellos guerreros que aún tenían energía para bailar. Los big beats saturaban al espacio envuelto en bicolores, era imposible no caer envenenado por sus efectos embriagantes, la noche fue eterna y satisfactoria, y fue así como concluyó la primera etapa del Corona Capital 2012.

(Texto por Jaen Madrid. Fotos por Enrique Fabela)

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