Pese a que el gobierno mexicano reconoció en 2018 que las víctimas del 2 de octubre de 1968 murieron en un crimen de Estado —orquestado por el Ejército y sus francotiradores—, las autoridades aún adeudan la información oficial sobre el número de personas que fueron asesinadas en Tlatelolco, en contexto del movimiento estudiantil que se gestó y la represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
A pesar de esta deuda, México ha abrazado decenas de historias que exponen la razón por la cual los jóvenes de 1968 salieron a las calles, por qué fue decisiva su irrupción en un país que pretendía caminar hacia la modernidad por encima de su pueblo y por qué es importante no olvidar.
Ana María Regina Teuscher Kruger
Regina era estudiante de la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1968, Ana María Regina Teuscher logró ser aceptada como edecán —por la delegación de Suiza— en los Juegos Olímpicos.
Tras las irrupciones del Ejército en la Prepa 1 de la UNAM —30 de julio— y la Vocacional 7 del Poli (Instituto Politécnico Nacional) —24 de septiembre—, se despertó el activismo político y el interés de los jóvenes para que el gobierno cesara los mecanismos represivos de la época.
Esta ola alcanzó a Ana María Regina, a sus amigos y a sus hermanos, pese a la oposición de su papá, el doctor mexicano alemán Raúl Teuscher Cortés.
2 de octubre 1968
Elena Poniatowska —además de su trabajo en La Noche de Tlatelolco— y Luis Enrique Ramírez publicaron un texto en La Jornada, con el título “Regina” (11 de febrero 1993).
El texto va de una conversación entre la periodista y la hermana mayor de Regina. Ahí se vertieron algunos detalles de su cotidianidad y el impacto que causó en la familia saber que la joven había sido una de las víctimas en Tlatelolco.
De acuerdo con el relato, sin importar las críticas de su papá hacia el movimiento estudiantil, Marietta —como le decía su familia— decidió ir al mitin en la Plaza de las Tres Culturas.
La inauguración de los Juegos Olímpicos en Ciudad de México estaba cerca y el ánimo de los estudiantes era lograr la visibilización de su movimiento, aprovechando el foco internacional que nuestro país había adquirido.
En ese ambiente de entusiasmo y expectativa, la estudiante de la UNAM pidió permiso al doctor Teuscher para ir al cine Metropolitan a la proyección de “Nacidos para perder” (“Born losers”) con su amiga Guillermina Kolkmeyer.
Las jóvenes nunca llegaron al cine y en cambio, asistieron a la Plaza de las Tres Culturas. Regina portaba su uniforme de edecán de los Juegos Olímpicos y como todos los estudiantes, transeúntes, profesores y activistas fue sorprendida por las ráfagas de los francotiradores.
¿Después? Una llamada de Guillermina a la casa de los Teuscher Kruger puso la alerta: ella estaba en la Cruz Roja, herida de una pierna y había perdido a Regina.
La familia salió en su búsqueda por los hospitales y anfiteatros hasta que llegó a la Tercera Delegación, donde su hermano y su papá la identificaron entre las decenas de cuerpos apilados.
Ana María Regina recibió seis tiros de arma calibre 45 en su espalda. Tenía 19 años de edad.
La memoria
“Necesitamos que los responsables sean enjuiciados, que la historia de los jóvenes asesinados sea rescatada, necesitamos rendirles homenaje porque a ellos los mataron por creer que podían cambiar al mundo“, escribió Poniatowska en el aniversario 40 del 2 de octubre.
¿Por qué?
El fallecimiento de Marietta marcó a su familia y a toda una sociedad —días después de la matanza en Tlatelolco, la revista Siempre! publicó la imagen de su cuerpo sin vida, generando la indignación de los mexicanos en aquel momento.
Como mencionamos, la importancia de recordar el contexto de 1968 en nuestro país es valorar las historias que se escribieron a nivel personal y forman parte de nuestra memoria colectiva, para no permitir la repetición de crímenes de Estado.
Aunque en México la labor es ardua y queda mucho por hacer —frente a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la deuda del Estado con los niños de la Guardería ABC y hasta la incertidumbre en cuanto al número de víctimas que hubo en Tlatelolco.
Sin embargo, la estela de 1968 sentó las bases en la lucha por la democracia y la garantía de los derechos civiles: las elecciones de 1988, el nacimiento de movimientos indígenas como el EZLN, el movimiento por la equidad y el cese a la violencia de género, el avance en los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTI.