¿Qué pasó mi AMLO? ¿No que ya no tenías nada?
Hace unas semanas, el buen Andrés Manuel López Obrador dio a conocer su declaración patrimonial enterita (según): la famosa y esquivada “3 de 3”. En ella, el líder de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) aseguró que ya no tenía nada: ni dinero, ni propiedades, ni tarjetas de crédito… todo ya lo había repartido, no con el pueblo, sino con sus hijos. Pero, al parecer, se quedó con un guardadito.
En artículo publicado por The Wall Street Journal (WSJ) se denuncia que el promotor de la “República Amorosa” y apuntadísimo aspirante a una candidatura para el 2018, falló en su mentada declaración. “Olvidó” dar cuenta de dos departamentos de su propiedad, los cuales –en conjunto- alcanzan un valor de 109 mil dólares y habrían sido adquiridos por ahí del 2002, época en la que se desempeñaba como jefe capitalino y viajaba en modesto Tsuru.
“Esta es un ofensa a la transparencia y honestidad. Él tenía la obligación de revelar sus departamentos en su declaración. La gente espera que sea coherente con su retórica”, señaló al WSJ, Max Kaiser, experto en anticorrupción del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
En efecto, según lo investigado por The Wall Street Journal, no hay nada ilegal en las propiedades de AMLO… y quizás su valor no llega a cantidades majaderas que alcanzan inmuebles adquiridos por otros políticos, sin embargo, el hecho de no declararlas en su “3 de 3” y luego salir a presumir su cuasi ascetismo, va en detrimento de su credibilidad.
En fin… Para alivio de todos sus fans, el buen AMLO no niega las propiedades ubicadas en la delegación Coyoacán, según registros de la propiedad pública. Es más, en consulta con César Yáñez, vocero de Morena, se confirmó que el tabasqueño hará con los departamentos lo mismo que hizo con los otros inmuebles que eran de su propiedad: se los pasará a sus hijos… la razón por la que no se declararon previamente es que el papeleo de los departamentos se retrasó, ya que la primera esposa de AMLO, falleció en 2003 sin dejar testamento.
Bueno sí… ¿pero, por qué no avisa?