Mientras México estaba entretenido dándole la despedida a Enrique Peña Nieto, este viernes, 30 de noviembre, hubo un sismo de magnitud 7 en la ciudad más grande de Alaska. Cómo habrá estado la sacudida que el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) reportó una alerta de tsunami en la región. 

El sismológico calificó el movimiento como “severo” y los videos que circularon ese día lo confirmaban. En los edificios se cayeron todas las cosas, los supermercados completamente desarreglados y el set de un canal de noticias no tenía un solo mueble en pie. Sin embargo, lo que se llevó las miradas fue la imagen de un carretera destruida en su totalidad.

Específicamente, ese que ven ahí es el entronque que conecta la salida del aeropuerto con el Blvd. Minnesota en Anchorage.

Aquí es donde viene lo sorprendente. Si en tu calle no han parchado el bache que lleva 2 años o crees imposible que esa banqueta que pasas diario se vaya a arreglar en algún momento de tu vida, deberías mudarte unos 7 mil kilómetros al norte. Esta semana, nuestros congelados amigos en Alaska le dieron una lección al mundo sobre el poder de las reacciones rápidas y la gran labor en las políticas públicas.

Miren nada más cómo se ve esa misma calle a solamente cuatro días del sismo. Con todo y pavimento nuevo.

Si todavía no están sintiendo la envidia de cómo son de eficientes las autoridades de Alaska, vale la pena recordar que el frío por allá está a todo lo que da. Esas condiciones climatológicas adversas hacen que sea todavía más complicado repavimentar. Aún así se aventaron el paquete.

El Departamento de Transportes en Alaska hasta se dio el tiempo de explicar —vía Twitter— cómo le van a hacer para arreglar todas las calles dañadas y evitarse los problemas por el frío.

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