Por José Ignacio Lanzagorta García
Es difícil convencer a los convencidos por López Obrador que el movimiento Ahora que encabeza Emilio Álvarez Icaza es una cosa positiva. Y no es para menos, pues el cálculo de que a su candidato le restaría votos pudiera no ser tan equivocado, aunque sí algo exagerado. Falta un largo trecho de concreciones, alianzas, declinaciones y coaliciones, pero a estas alturas es probable que en la votación de 2018, de los tres o cuatro puntos que, siendo extremadamente optimistas, pudiera alcanzar una solitaria candidatura independiente de Álvarez Icaza, tal vez dos se los hubiera robado más bien al anulismo. Claro, AMLO ya ha estado en escenarios electorales en que ese punto restante le hubiera sido suficiente. Y, además, esto también nos lleva a recordar que la rabia de los morenistas contra los anulistas no es muy distinta a la que ahora expresan contra el movimiento Ahora.
El punto es acusar traición por la banda derecha a cualquier escisión en el monopolio sobre el voto de hartazgo. En el mar de descalificaciones, algún ácido y fastidiado tuit por ahí decía algo así como que, viéndolo bien, el movimiento Ahora le estaría robando votos al PAN. Y, bueno, seguro alguno que otro, sobre todo porque Ahora, hasta el momento, no parece ir ni por la izquierda ni por la derecha. Se presenta como una plataforma de participación para la próxima definición de un programa de gobierno “desde abajo”. No hay más directrices o lineamientos generales que nos permitan pensar si van por más planeación central del Estado o por más mercado. La falta de definición, piensan en cierta izquierda, es suficiente síntoma de derechización.
Emilio Álvarez Icaza es el primero en presentarnos una intención real y seria de convertirse en el primer candidato independiente de una contienda presidencial tras la reforma política de 2012. No sólo eso, el movimiento, como señala en sus documentos, no pretende ser testimonial, sino competitivo, por lo que probablemente presente toda una pléyade de candidaturas para otros cargos. El camino es tortuoso, prácticamente hecho como para no lograrlo, como lo mostró este trabajo de Julene Iriarte sobre algunos de quienes quisieron ser candidatos independientes en 2015. Es probable que los apoyos con los que cuenta Álvarez Icaza sean suficientes para conseguir las 80 mil firmas que han dicho que requieren; sin embargo, para conseguir las 800 mil que en realidad necesita tendrán que trabajar muchísimo más. El mismo movimiento, a pesar de su ofensiva publicitaria contra todos los partidos políticos, no descarta asociarse con alguno. Así las cosas, se trata de una plataforma aún bastante indefinida, más allá de una agenda de participación ciudadana, pero capitalizada por la buena imagen de muchos de sus adherentes.
Esta buena imagen parece traducirse, hasta ahora, en un merecer por merecer; el valor de ser la “reserva moral” del país, como se autodenomina constantemente Javier Sicilia, uno de los principales impulsores de Ahora. Este discurso de ser la “reserva moral” es poderoso a la hora de enfrentar los agravios que el Estado y las élites que lo manipulan le han inflingido a una persona, grupo o sector entero de la población, pero peligroso cuando se vuelve un proyecto político que compite por administrar el gobierno. Es evidente que todo político es “el bueno” y sus adversarios son “los malos”, pero normalmente encontramos esto respaldado por proyectos y agendas más o menos concretas. En este caso, el programa de gobierno que produzca Ahora en los próximos meses “sólo puede ser bueno” y al margen de lo que sea, porque proviene de esta “reserva moral” y “desde abajo”: un cheque en blanco a una pureza autoproclamada.
En cualquier caso, qué bienvenido es Ahora en el arranque de la puesta en escena de 2018. Desde que el PRI “salió de los Pinos” en 2000, quedó claro que faltaba mucho más para poder transitar a la democracia. Faltaban y faltan mecanismos de participación, de rendición de cuentas, que los políticos tuvieran que responder a sus electorados. Ninguna fórmula o instrumento institucional está exento de su perversión, pero las candidaturas independientes justamente son una victoria en este sentido. Sus primeros efectos a una escala federal estarán justo por verse en este proceso electoral. No es casual que la consigna central de su proyecto, hasta ahora, sea la de la participación, así como lo fue la de Pedro Kumamoto, uno de los más carismáticos beneficiarios de las candidaturas independientes.
Desde ya, Ahora está elevando el nivel de la contienda, obligando a los partidos a mirar con más atención sus procesos internos, a considerar otras posibilidades y alianzas en la formulación de sus candidaturas, a atender proyectos y propuestas que se originan fuera de sus rígidas paredes. A lo mejor, incluso Morena tendrá que mirar y hacer suyas algunas de sus ideas y propuestas. Es difícil precisarlo, pero probablemente el movimiento podría tener una mayor incidencia e impacto en la definición de la agenda nacional, más que el que tuvo el movimiento anulista de 2009. Ahora nos despierta algunas dudas a muchos, pero nos ofrece lo que nadie más: un esquema de participación, de incidencia, de representación en la formación de un programa de gobierno que sí podría estar en la boleta. Al margen de si el resultado final de este programa nos convence o no, de si surgen o hay alternativas más atractivas para uno, tal vez habría que tomarles la palabra y participar en su formulación.
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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.
Twitter: @jicito