Pues muy malas, malísimas noticias. Recientemente investigadores de la Universidad de Estocolmo, en Suecia, publicaron un estudio que demuestra que el agua de lluvia en prácticamente todo el planeta ya no puede beberse.
Y peor aún, puede resultar hasta peligrosa por los niveles de contaminación química.
El agua de lluvia en la Tierra
Primero que nada es importante hablar de las sustancias PFAS (perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) que son compuestos químicos creados por el hombre, que no se encuentran de manera natural y que para acabarla de amolar no se pueden descomponer en el medio ambiente, por lo que se conocen como “químicos para siempre”.
Este tipo de sustancias han sido encontradas en el agua de lluvia de la mayoría de zonas del planeta. Incluso si quisiéramos escapar de esto mudándonos a la Antártida, no estaríamos a salvo.
El estudio explica que se analizaron muestras de agua en varios medios ambientes globales (agua de lluvia, suelos y aguas superficiales) y encontraron que los niveles de estos “químicos para siempre” a menudo superan por mucho los niveles de advertencia de salud para agua potable.
“Se concluye que la propagación global de estos cuatro PFAA en la atmósfera ha llevado a que se exceda el límite planetario de contaminación química“, explica la investigación.
Los investigadores apuntan a que es fundamental que el uso y las emisiones de estas sustancias se restrijan rápidamente ya que los niveles en la atmósfera son poco reversibles, incluso de los aerosoles marinos emitidos por los océanos.
Pero y a todo esto ¿en donde se encuentran estas sustancias? Resulta que este tipo de químicos pueden encontrarse en productos electrónicos, cosméticos o en envases alimentarios debido a sus propiedades repelentes de manchas y antiadherentes.
La ingesta de estas sustancias en cantidades elevadas está relacionado con problemas de fertilidad, aumento en la probabilidad de padecer cáncer así como retrasos en el desarrollo de los niños.
“Estos químicos nunca se eliminarán, pero los niveles disminuirán lentamente durante décadas debido a la dilución en las profundidades de los océanos“, afirma Ian Cousins, principal investigador de este estudio.