“Aquí como quiera sí hemos tenido, pero a veces el tema es que los días no los respetan”. Contar con un poco de agua dentro del horario establecido por Agua y Drenaje de Monterrey ya es de gane para la arquitecta Sara García.
Ella considera que en casa ya va de gane ante la imprecisión del abasto que ha dejado a otras poblaciones sin agua, pese al compromiso del gobierno de Nuevo León de que todos los días, de 4 de la madrugada a 10 de la mañana, se abastecería a la gente de la Zona Metropolitana de Monterrey.
Según el mismo gobierno regio, se trata del 2 % de las colonias que están dentro del corte del suministro. Sin embargo, decenas de habitantes de la Zona Metropolitana de Monterrey llevan largas jornadas sin agua.
Tan sólo el día que entró en vigor este corte —el 4 de junio—, habitantes del municipio de Ciénega de las Flores bloquearon la carretera Nuevo Laredo-Monterrey para denunciar que llevaban una semana sin abasto de agua.
¿Cómo se adapta Monterrey a la escasez del agua?
En Sopitas.com conversamos vía telefónica con Sara García, originaria de Monclova, Coahuila, y que lleva ocho años viviendo en Monterrey.
Aunque en este 2022 le ha tocado vivir uno de los momentos más cañones para el estado —pese a que históricamente ha tenido un déficit hídrico como consecuencia de la falta del tratamiento del agua y un plan eficiente de ahorro, de acuerdo con el investigador del ITESM José Antonio Benjamín Ordoñez.
Desde el 4 de junio, Sara y su roomie han tenido que adaptarse al horario mañanero indicado por Agua y Drenaje de Monterrey.
Todas las madrugadas despiertan para aprovechar el agua, llenar tambos y botes, bañarse o lavar su ropa.
“Ese horario sí está muy complicado por las actividades de lavar y pues yo trabajo en oficina”, comenta García para después reflexionar que de todos los males del desabasto, a ella y su roomie les ha tocado el “menor”, como dice el dicho.
Porque para la arquitecta esta situación todavía puede empeorar y el ejemplo está en todas las familias que han tenido que desplazarse para poder conseguir agua.
“Hay otras zonas en las afueras de la ciudad donde no ha habido abasto, creo que están poniendo cisternas en ciertos puntos de la ciudad, pero ellos sí la están viendo más difícil, la mayoría no tiene cisterna, no tiene tinacos, acá hay buena presión de agua y tinacos”.
Aún así, Sara no se ha escapado de tener que cazar el agua.
Cazando el agua
“Ayer el agua llegó antes, a media noche y ahí nos ves, cazando el agua, diciendo ‘ahorita hay agua, ¡métete a bañar!’ o en friega ‘¡ponte a lavar!’, no sabes cuándo te va a tocar”, dice entre risas Sara García.
La caza de agua también pasa al espacio público, por ejemplo, cuando ella vio que todo mundo se lanzaba a los Oxxos a comprar botellas de agua.
“En los Oxxos cercanos a mi casa tampoco hay botellas, no sé si la gente comenzó a comprar de más y eso generó que consumieran más de lo normal”.
Pero ante esta situación, la originaria de Monclova también se tuvo que preparar:
“Yo compré de esas cajas organizadoras de plástico, compré una de esas y así es como esta semana he hecho home office y para ir al baño, llenamos tambos de agua, también compramos garrafones para tomar agua”.
A veces para bañarse, la joven arquitecta aprovecha las regaderas del gym a donde va, ahí hay agua.
O se da chance de no estar tan al pendiente cuando está en la oficina, porque las instalaciones cuentan con cisternas, están equipadas.
Para la comida, su roomie optó mejor por comer fuera, en fondas.
“¿Cuánto tiempo vamos a vivir así?”
Para García este momento no se escapa de momentos reflexivos. “Más que nada, de concientizar sobre el uso del agua”.
Y de que los impactos no son los mismos. No, por ejemplo, para las personas que viven en las periferias, “la gente de las afueras ha sido la más afectada”.
Allá en Nuevo León, nos explica Sara García, no hubo información oficial que les anticipara esta situación.
Sabían que las presas estaban cada vez más vacías, vieron que las nubes fueron bombardeadas para que lloviera, pero no hubo nada que les adelantara qué iba a pasar con los cortes de agua.
A eso se suman las inconsistencias de las autoridades en el suministro porque “la cortan a la hora que les da la gana, no respetan los horarios, a veces tenemos agua y a veces no (…) ¿Cuánto tiempo vamos a vivir así?”
Un derecho humano
Nuevo León no es el único que adolece de la falta del agua, en parte por la escasez de lluvia y la sequía.
En alcaldías de CDMX —como Iztapalapa o Azcapotzalco— también se vive una situación similar de desabasto. Lo mismo en Ecatepec, Estado de México, donde el huachicoleo de agua ya fue tipificado.
Todas estos escenarios acercan a México a una situación extrema y que las autoridades, empresas e industrias ya deben prevenir, porque en medio de las quejas o el deslinde de las mismas está el hecho de que el acceso al agua es un derecho.
Eso lo dijo la ONU en 2010, cuando la reconoció como un derecho que debe ser atendido con los recursos financieros y tecnológicos de cualquier país —comprometiéndose a garantizar el suministro de agua limpia, potable, accesible para todas y todos.
Porque el desarrollo de nuestra cotidianidad —salud, educación, economía y medio ambiente— es posible gracias a este recurso.
Y como Sara García nos ha contado, no se puede ignorar el impacto de su escasez ni pensar que es el mismo para todos.
Con tan solo saber que necesitamos entre 50 y 100 litros de agua por persona para vivir a diario y cubrir nuestras necesidades básicas, como dice la OMS, es inevitable quedarnos con el ojo cuadrado y preguntarnos cómo podemos poner nuestro granito de arena para resolver este problema.
“Que nos quede como una lección de que sí hay que estar más conscientes de cuidar más el agua, es algo que lo damos por sentado y que creemos que la escasez no puede llegar a pasar, pero sucede”, concluye Sara.
