A inicios de mayo de 2022, el Talibán —mediante el Ministerio de Prevención del Vicio y la Promoción de la Virtud— decretó una “recomendación” de carácter obligatorio para que las mujeres de Afganistán cubrieran su rostro con un velo en los espacios públicos.
De esta manera, el uso obligatorio de la burka o el velo integral volvió, pese a que el Talibán había prometido —recién regresó al poder en agosto de 2021— respetar los derechos de las mujeres.
Aunque para la misma población era bastante probable que estas restricciones regresaran —y justo esa fue una razón suficiente para salir de este país, que ha retrocedido en garantizar los derechos humanos, en especial, de las mujeres.
Mujeres en Afganistán
Hablar de la historia moderna de Afganistán y su situación actual es sumergirnos en episodios bastante complejos, donde encontramos desde intervenciones extranjeras, colonialismo, pobreza, extremismo, tráfico de droga y conflictos entre distintos grupos del Islam.
Estos episodios también están fuertemente ligados a la manera en que la monarquía y el Estado construyeron —o dejaron de construir— un sistema para que las mujeres se desarrollaran en los ámbitos laboral, social, económico y educativo.
Dos investigadoras del feminismo e islam —aunque bajo distintas corrientes— han puesto en la mesa el papel del colonialismo y extremismo religioso en el curso que las dictaduras han tomado en la opresión de los derechos humanos.
Para la politóloga Sirin Adlbi Sibai, el Talibán, por ejemplo, no hubiera crecido sin el apoyo de Estados Unidos.
(Como punto y aparte va esta mención: existen documentos desclasificados e investigaciones periodísticas que revelaron cómo, con el apoyo de Estados Unidos, los grupos guerrilleros fundamentalistas pelearon y resistieron contra la intervención de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
Esa intervención, de manera indirecta, terminó en el primer régimen del Talibán y como una paradoja, la no intervención de Estados Unidos concluyó con el regreso de este grupo extremista.
Sirin Adlbi Sibai también ha puesto en el centro cómo los grandes poderes de Occidente han construido una narrativa del miedo hacia las comunidades musulmanas y la manera en que se mira a las mujeres.
Como un estereotipo de las consecuencias “negativas” del islam y una especie de silenciador de las voces de mujeres musulmanas que construyen su identidad ante otra construcción, la de Occidente —y que, de acuerdo con la politóloga, esta narrativa puede terminar en islamofobia.
Desde otra trinchera —aunque parte de su discurso no coincide con el de Sirin Adlbi Sibai—, la abogada argelina-francesa Wassyla Tamzali ha reflexionado sobre el uso político del islam en la supresión de los derechos de las mujeres.
La construcción y consolidación de un sistema político-patriarcal basado en la religión.
Aquí la cita recogida por El País en un texto de 2016 y donde Tamzali habló del caso de Argelia bajo una mirada feminista:
“El control de las mujeres ayuda a los regímenes autoritarios. Los hombres tienen poder sobre las mujeres y el poder tiene poder sobre los hombres”.
Así que antes de hablar de los derechos perdidos en la segunda etapa del régimen Talibán, revisemos un poco cómo fueron reconocidos —en mayor parte en las zonas urbanas o entre la élite política y social afgana— o desaparecidos.
La reina Soraya y el rey Amanullah
En 1919 —después de tres periodos de guerra— Afganistán se independizó de Reino Unido.
Con la independencia llegó el reinado de Amanullah (Amanulá) Kan, quien se proclamó rey en vez de emir —cosa que significó un guiño bastante importante de Amanulá a Occidente—, y Soraya Tarzi.
La pareja buscó llevar a Afganistán hacia una prometida modernidad. ¿Cómo?
En el caso de los derechos de las mujeres, Amanullah nombró a la reina como ministra de Educación. Prohibieron los matrimonios forzados, aumentaron el límite de edad para que las mujeres se casaran, derogaron las reglas de vestimenta y en su reinado abrió la primera escuela para niñas.
La primaria Masturat, abierta en Kabul en 1921.
Sin embargo, la visión de Soraya Tarzi —quien impulsó la participación de las mujeres en el ámbito laboral y social, como dictaba en un inicio el islam, decía— no prosperó.
En 1929 este reinado fue derrocado y, de inmediato, se echaron para atrás todas estas reformas. Y el velo obligatorio regresó a las zonas urbanas —porque otra historia fue lo que pasó en las zonas rurales, donde sus reformas no alcanzaron a llegar.
La Constitución de 1964
Nos saltamos hasta 1964, año en que entró en vigor una constitución que reconoció los derechos de las mujeres a la par de los hombres y, por lo tanto, el derecho al voto y a la representación política.
Esta constitución estuvo vigente durante el último tramo del reinado de Mohammed Zahir Shah —quien estuvo 40 años en el poder—, hasta que Afganistán se convirtió en república.
La República Democrática de Afganistán
Si bien en la última etapa del reino de Mohammed Zahir Shah los derechos de las mujeres fueron reconocidos, hay registros de que no fue del todo real.
Por una parte porque el sistema orillaba a las mujeres a desempeñar el trabajo —tampoco reconocido— en casa y porque la ley solía aplicarse en las ciudades.
Hasta que Afganistán pasó a ser una república (1979-1992), con un sistema socialista que abrió sus puertas a la participación de las mujeres en la vida laboral, política, económica y educativa.
De hecho, en esta etapa fue fundado el Consejo de Mujeres Afganas, cuyo alcance llegó tanto a las ciudades como el campo. Las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres, podían elegir a su pareja, estudiar y hacer una carrera.
El Talibán
En medio de la intervención de la URSS para ayudar al gobierno de la República Democrática ante los levantamientos de los muyahidines —extremistas religiosos—, apoyados a su vez por Estados Unidos y Pakistán; la apertura del sistema a la participación de las mujeres se mantuvo.
Hasta la década de los 90, cuando Afganistán se convirtió en Estado Islámico. Poco a poco comenzaron las restricciones hasta que el Talibán tomó el poder en 1996.
Las prohibiciones
Las mujeres tenían prohibido: trabajar, salir de casa sin un mahram —un familiar—, estudiar más allá de la primaria, ser atendidas por un médico, ya que la atención la debía dar una mujer, usar cosméticos, usar zapatos, reír en voz alta, hablar con un hombre que no fuera su mahram, no podían participar en programas de radio ni televisión, tampoco podían practicar ningún deporte, no podían andar en bici o motocicleta y debían cubrir las ventanas de sus casas para no ser vistas por otros.
A estas prohibiciones se sumó la obligatoriedad del uso de la burka —AQUÍ puedes leer más acerca de estas restricciones.
Las prohibiciones que en 2021 regresaron
El régimen Talibán fue derrocado en 2001. Sin embargo, su caída no garantizó que las mujeres recuperaran sus derechos.
Los llamados “crímenes de honor” —feminicidios cometidos por los familiares—, los crímenes de guerra y la violencia de género persistieron en el camino, donde el nuevo gobierno se resistió a derogar algunas de las prohibiciones impuestas por el Talibán.
Al final, las mujeres lograron abrir espacios hasta alcanzar puestos políticos, asistir a escuelas, secundarias y a la universidad o contar con el Ministerio de la Mujer.
Así fue como transcurrieron 20 años, en medio de la ocupación de Estados Unidos, las guerras internas y el terrorismo de grupos fundamentalistas.
Hasta que en 2021 regresó el Talibán y con este régimen, las prohibiciones y restricciones que representan una serie de violaciones a los derechos de las mujeres, como:
El uso obligatorio del velo integral —que cubre el rostro— o las burkas.
El acompañamiento obligatorio de un mahram para que una mujer pueda moverse por el país.
La desaparición del Ministerio de la Mujer.
La desaparición de los mecanismos jurídicos de apoyo a las mujeres.
La división de las clases en las escuelas. Es decir, las niñas no pueden tomar clase con los niños.
Las niñas sólo pueden estudiar hasta la primaria.
El cierre de las secundarias para las niñas.
La desaparición de cargos políticos y en la función pública ocupados por mujeres.
El despido y asedio de juezas, abogadas y fiscales —e incluso, el allanamiento exprés de sus casas.
La desaparición de las comisiones independientes de derechos humanos y la persecución de las defensoras.
La represión en las manifestaciones de las mujeres contra las decisiones del Talibán.
A esto se suma la violencia generalizada hacia niñas, adolescentes y mujeres adultas —si bien antes del regreso del Talibán, Afganistán adolecía de mecanismos para impartir justicia o investigar los casos de violencia, con este régimen la atención puede ser casi imposible.
Lo mismo pasa con el reconocimiento a la orientación sexual de las mujeres —junto con los derechos de las comunidades LGBT+—, pues la ley islámica interpretada por el Talibán no los reconoce y hasta los penaliza.
“Aunque los talibanes garantizaron que se respetarían los derechos de las mujeres, los limitados avances logrados durante los 20 años anteriores retrocedieron con rapidez”, concluyó Amnistía Internacional en un reporte sobre la situación actual de los derechos humanos en el llamado Emirato Islámico de Afganistán, nombre que el Talibán le dio a este país asiático.
**Con información de BBC, El País, ONU y Amnistía Internacional.