Por José Ignacio Lanzagorta García
Un día en la historia de Yo soy Betty, la fea podía desarrollarse en una semana entera de capítulos de la telenovela. Empezaba la jornada tal vez en el episodio del lunes: Betty en casa preparándose para ir a la empresa, mientras su padre leía el periódico en la mesa del comedor y su madre preparaba el desayuno. Llegaba sin invitación Nicolás, el vecino y confidente de Betty. La rutina era casi chespiritesca. Pero la magia ocurría después, cuando Betty llegaba a Ecomoda. La trayectoria hasta su lugar de trabajo era celosamente detallada: desde el transporte, el saludo al portero, el comentario con el mensajero sobre que la recepcionista aún no había llegado, su paso por escritorios de las otras secretarias de la empresa y recolectando los chismes del día. La parte medular de ese día: una junta a mediodía, la entrega de un informe a los accionistas, un desfile de modas, lo que sea, podía llegar hacia el capítulo del jueves o viernes. Era perfecta.
La idea de la fea que se transforma en bonita y se casa con el patán que la humillaba de formas brutales es sólo una excusa, un telón de fondo. No habrá qué negar que el morbo de ver la transformación, la gran pregunta de si realmente se vería bien sin el exasperante fleco –“capul”, le dicen en Colombia–, también nos tenía al borde del asiento, pero probablemente el drama empresarial y la cotidianidad fueron más bien los verdaderos protagonistas de la telenovela. La trama romántica sólo sirve para explicar por qué Betty consiente en participar en un enredo financiero y jurídico con la empresa y de la que termina siendo su directora. No han faltado los burlones que digan que la telenovela es, ante todo, un curso de derecho comercial.
La telenovela salió al aire entre 1999 y 2001 y su vigencia es tal que, Fernando Gaitán, su libretista y productor, preparaba ya una nueva adaptación para Telemundo. Esto, sumado a otra adaptación para teatro con buena parte del elenco original y que llevaba ya un par de años circulando por Colombia y otros países de la región. Sin embargo, fuera de internet, la telenovela ha sido transmitida para televisión en virtualmente todo el planeta y también se le han hecho 22 adaptaciones en otros países. Sólo conozco la versión mexicana, La fea más bella, que, a pesar de su gran éxito local, siempre me pareció que sobre caricaturizó lo que ya estaba caricaturizado en la original y perdió también las sutilezas y matices tan precisos de los personajes en muchas de las simplísimas dinámicas cotidianas que construían la telenovela.
Porque, creo, el éxito global de Betty se debió a eso: las sutilezas y los matices. Una telenovela cómica, muy ligera, con un derroche de ternura que difícilmente se volvía fastidioso porque se intrincaba con la comedia y, a la vez, representando la vida en las oficinas como un universo donde se enfrentan clases sociales, hombres y mujeres, en una serie de jerarquías e injusticias que se endurecen, se suavizan y se resisten. Las guerras de baja intensidad entre las secretarias y sus jefes, sus alianzas, sus conflictos, sus espionajes, los intentos por castigarlas, creo, no habían sido representadas con tal eficiencia en el género. Creo, además, que se trató de una telenovela que exponía bobadas pero sin tratar a su audiencia como bobos. Tal vez por eso es tan fácil pasarle por alto sus errores, algunos momentos problemáticos, la paupérrima redención del príncipe azul y que al final optara por el convencional y cuestionable cuento de princesas.
Fernando Gaitán murió este martes a los 58 años. En 30 años de carrera escribió 14 guiones originales para telenovelas/series de televisión. En entrevistas, decía que no era un escritor que pudiera hacerlo a destajo, que debía concentrar toda su vida al proyecto que estuviera realizando en ese momento, aunque en los 90 fue su momento más productivo con 9 guiones. Después de Betty, su ritmo como escritor bajó. Claramente el duradero éxito de esta última telenovela exigía atención. Aún así, fuera de la terrible y fallida secuela de Betty, escribió dos telenovelas originales más.
El éxito llevó a Gaitán a ser nombrado directivo de la televisora RCN. Apenas duró en el cargo cinco años, pues en 2014 decidió renunciar por haberse alejado de su pasión como escritor y su curiosidad por desempeñarse en el mundo del teatro. Aún así, el éxito de Betty lo persiguió y dedicó estos últimos años a mantenerla como industria. Como siempre, es una pena lo prematuro de su partida. Quién sabe, tal vez más adelante hubiera podido dejarnos alguna nueva genialidad en teatro o en televisión. Tal vez no. En cualquier caso, nos ha dejado Betty como un gran regalo. Qué en paz en descanse, Fernando Gaitán.
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José Ignacio Lanzagorta García es politólogo y antropólogo social.
Twitter: @jicito