¿Qué sería de Nueva York sin Woody Allen? Si bien Woody Allen es sólo una parte de la imagen que Nueva York se ha construido de sí misma, no sería igual sin el ojo del cineasta y escritor que la ha modificado: mucho de la idea que tenemos de la ciudad de Nueva York es por Woody Allen, sus críticas a los neoyorkinos, sus apologías, su sentido del humor. Pues bien, de este lado del río Bravo, en esta otra gran ciudad, también tuvimos una mirada que nos perfiló, nos crítico, nos dio una visión fresca e inteligente de nuestra sociedad: Carlos Monsiváis.
Y es que ¿quién no ubica el rostro de Monsiváis? Para los chilangos era muy difícil no darse cuenta (y emocionarse) en el momento en que salías a las calles de la ciudad, te metías a una librería y ahí estaba, comprando libros, caminando por el parque España o en algún lugar del zócalo. Monsi era un objeto más sin el cual no podíamos imaginar esta ciudad, ahí estaban los palacios del centro, los árboles de Chapultepec, el museo del Chopo y Monsi, piezas sin las cuales no podíamos pensar este caleidoscopio que es el D.F.
Y claro, si uno veía a Monsiváis se daba cuenta primero de su mirada inocente, y a la vez penetrante, y también de su ropa cubierta de pelo de gato. Porque Monsi era muy conocido su amor por los gatos, es más, el artista Francisco Toledo le hizo, a su muerte, una hermosa urna funeraria con la figura de este animal.
Monsivais fue todo un personaje, la ciudad funcionaba con la presencia constante de sus críticas y su agudo sentido del humor; pocas personas lograron describir la ciudad con una pluma tan perspicaz y valiente que lo convirtió en referencia obligada para todo aquel que quiera hacer crónica (fue nombrado cronista de la ciudad de México y sucedió en esta labor a otro grande: Salvador Novo) y además innovó en ese arte.
Cualquier suceso de la ciudad, desde las decisiones más relevantes en materia jurídica, pasando por el estado de la industria cultural y hasta los fenómenos más populares fueron objeto de discusión de Monsi, que lograba encontrar la otra cara, la cara que revelaba algo más de determinado suceso.
Monsiváis no tenía miedo de aparecer junto a múltiples figuras de la cultura y el entretenimiento porque sabía que este mosaico que es México se forma de las más contradictorias presencias y verlas para abajo (como otros intelectuales hicieron en sus tiempos) le hubiera impedido comprenderlas, darles su justo lugar en la conformación de la visión que tiene el mexicano de sí mismo.
Aquí por ejemplo posa Monsi con Trevi.
Y aquí está dando su opinión sobre la muerte de Paco Stanley —aún no se sabían las ligas del presentador con los cárteles del narco.
No hacía falta comprar las publicaciones en las que él participaba con una columna o una sección, Monsivais salía constantemente en la televisión y en la radio, era un crítico pero uno muy diferente a Octavio Paz. Paz imponía con su figura y su erudición un cacicazgo intelectual del que, no podemos negar, Monsiváis formaba parte pero, a diferencia de Paz, él era más mundano y cercano a la cultura popular. La cultura popular mexicana era una de sus grandes preocupaciones y la atendió haciendo un sinnúmero de escritos en los cuales no sólo abordaba el tema del cine nacional, la música, los artistas plásticos de nuestro país, las historietas y las figuras de los luchadores u otros escritores y poetas, sino que, además, a través de sus páginas íbamos conociendo sus aficiones, una de ellas (por ejemplo) era su preferencia por María Felix sobre Dolores del Río.
Debido a su gran exposición, Monsiváis era, para el pueblo mexicano, «el escritor». Es uno de los nombres que sale de los labios de cualquier persona al preguntarle sobre literatura. Además, sus comentarios sobre nuestra cultura o sobre las noticias políticas del momento hacían reír hasta a sus más grandes detractores.
Además su ingenio lo abarcaba todo y podía amarrar cualquier desastre natural o noticia del espectáculo con un hecho político o cultural. Es por eso que nos hace mucha falta y lo extrañamos. ¿Qué cosas no hubiera dicho sobre el temblor y las luces que se vieron el fin de semana pasado? ¡Cómo no se hubiera reído cuando encerraron a Elba Esther! Y ¡qué cosas no hubiera dicho acerca del retorno del PRI! Son algunos de los momentos que se me ocurren en los que Monsivais nos hubiera hecho reír y, sobre todo, pensar.
El escritor de Aries de Familia, o el Catecismo para Indios Remisos, nos ha reflejado en sus escritos a tal grado, que es imposible pensar una ciudad de México que no esté, ya, atravesada por la mirada de Carlos Monsiváis
La ciudad de México, sus edificios, sus calles, su gente, los estratos sociales, sus aficiones, sus vicios y sus virtudes, todos ellos fueron delineados por las palabras del escritor, además hizo un rescate de muchas cosas de nuestra cultura y adquirió el gusto por las nuevas expresiones (Dicen que cuando se le preguntaba a Monsiváis si se sentía padre de Botellita de Jerez y abuelo de Café Tacuba, él contestaba : «Ya estoy pensando en declararme bisabuelo de quien se deje, pues el tiempo me alcanzó, pero si me lo solicitan esos grupos, iré al registro civil a firmar mi condición de abuelo»). También era coleccionista y todo lo que reunió lo concentró en el Museo del Estanquillo, lugar donde reposan sus restos (así es, en el corazón de la ciudad).
Pues sí, la ciudad de México no sería la misma sin nuestro buen Monsi y sí, lo extrañamos, y a pesar de que nos haya dejado una enorme y valiosa obra (entre todos los libros, ensayos y artículos periodísticos que publicó, además del contenido audiovisual que disponemos del señor) no podemos dejar de echarlo en falta.
(aquí se ven sus vecinos de la colonia portales despidiéndose del escritor)
Pero bueno, para recordarlo y reírnos un rato aquí les dejamos una recopilación con algunas de sus ocurrencias:
«Somos tantos en la ciudad de México que el pensamiento más excéntrico es compartido por millones»
«lo cursi es lo fallidamente bello» (con ésta nos identificamos muchos en Sopitas)
«He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la falta de locura»
«El subdesarrollo es no poder mirarse en el espejo por miedo a no reflejar.
«Hasta los más apartados rincones de México han acudido el PRI, la Coca-Cola y la noción del complejo de Edipo»
«Soy un gato sin gracia y sin siete vidas»
«Me oí en el Periférico las nueve sinfonías de Beethoven, completas. ¿Te digo lo que sentí? Que el verdadero tiempo libre es el de los embotellamientos»
«Si lo permiten no interesa»
(Retrato del escritor hecho por Rius)
«O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo»
«”La flojera del mexicano” más bien se llama desempleo»
«quién quita y los traumas son la familia absolutamente leal que nos queda»
«La sociedad está en edad de merecer»
«El sexismo también es la suma de enfermedades incurables»
«En una sociedad sexista, para sobrevivir la “mujer liberada” debe machificarse»
«El que no es divertido a los setenta años ya no lo fue a los veinte»
«El tener “muchos huevos” es el único idioma de la grandeza»
«No compartir los quehaceres domésticos es precipitar el divorcio»
«El gran personaje de la Ciudad de México es la ciudad misma»
«cada quiés es único, pero las maneras de ser único se parecen demasiado entre sí»
«Prevenir sobre la masturbación es recordarle al adolescente la existencia de su pene»
«Sólo renunciaré al vouyerismo si me permiten tocar»
«No se puede entender a México si no se comprende por qué llora en silencio la actriz Sara García»
«Una cola es la distancia más corta entre la paciencia y la disolución del Yo»
«El Metro es la imagen del mundo felizmente suspendido entre la estación del Génesis y la estación del Apocalipsis»
«Cuando las modas se sienten próximas a morir, vienen a México»
«Amistad que no se refleja en la nómina es pura demagogia»