Este domingo arrancaron las campañas electorales y los partidos políticos ya están aplicando las estrategias electorales que creen más convenientes. Por supuesto, todas ellas dejan mucho que desear.

La mitad de la táctica consiste en mostrar los errores del otro. Por supuesto, esto no tiene nada de malo: en gran medida, la democracia consiste (o debería consistir) en la mutua vigilancia, aunque, por supuesto hay de modos a modos de actuar y reaccionar.

El bombardeo de spots está ya en todo su esplendor (con la respectiva baja en la calidad de las programaciones que, de por sí, no son las más brillantes). Uno del PAN resulta verdaderamente llamativo, aquel en el que un joven responde “es una chin…” cuando se le pregunta qué opina sobre los relojes de más de 2 millones pesos que luciera el presidente del PRI, César Camacho.

En entrevista para Atando Cabos, el priista en cuestión declaró:

“Nosotros hemos querido ser propositivos, pero es muy difícil mantenerse al margen cuando hay actitudes calumniosas como las que manejaron los panistas en sus primeros spots y está presentado un recurso ante el INE que esperemos tome medidas cautelares en las siguientes horas, porque a quien debo darle explicación sobre el destino de mis recursos, es a mi familia“.

Piensa que dar el salto del precio de sus relojes a la implicación de que ha cometido actos de corrupción es una estrategia falaz e ilegal:

“Si hago tal o cual cosa con mis ingresos, esa es una cosa que a mí atañe. Vincularlo con cuestiones de corrupción, no solamente es calumnioso, sino absolutamente malintencionado”.

El PRI ha interpuesto el esperado recurso ante el INE. Camacho afirmó tener elementos suficientes para suponer que el caso será resuelto en su favor en poco tiempo.

“Lamentablemente no se puede quedar de brazos cruzados un partido, que otro que no tiene ninguna autoridad para hacer ese tipo de señalamientos pretende distraer la atención pública, cada quien, hablo en términos de conducta personal, es responsable de sus actos y cada quien responderá en la medida que jurídicamente proceda”.

La actitud de Camacho es un excelente pretexto para ilustrar el doble juego de legitimidad en el que deben moverse los políticos. Se trata de un arte en el que los poderosos mexicanos se mueven de manera más torpe que un niño de preescolar en festival de primavera.

Por un lado, el dirigente del PRI tiene razón al señalar que existen órganos e instancias jurídicas especializadas que en las que recae la responsabilidad de determinar si se cometieron o no actos de corrupción que explicaran el precio de sus relojes. También tiene razón cuando afirma que el PAN no tiene ningún derecho a implicar que se cometieron delitos mientras no exhiba las pruebas adecuadas ante los tribunales y ante la ciudadanía.

Por otro lado, se equivoca profundamente cuando afirma que a los únicos a los que debe rendir razones sobre el uso de sus recursos es a su familia. El argumento es tan obvio que cuesta creer que deba explicarse: no son las instancias jurídicas las que asistirán a las urnas en junio, sino los ciudadanos.

El doble juego de la legitimidad consiste en moverse con sabiduría entre los mínimos y los máximos. Lo menos que puede y debe hacer un actor político es respetar la ley. Ello lo libra de ser un criminal. Lo máximo, por supuesto, es lograr una imagen confiable ante los ciudadanos. Esta es la vara alta que debe poder brincar para que su partido merezca un voto. Lo sabemos: en el caso mexicano, no estamos muy cerca de ganar medalla olímpica en este deporte.

Hay, sin embargo, un segundo juego en el que los ciudadanos somos pieza central, uno en el que los políticos parecen ser muy buenos y nosotros no tanto. Se trata de la acción y reacción ante los estímulos durante las contiendas electorales. Una de las preguntas que debemos hacernos es si éstas son realmente las campañas que merecemos. ¿En verdad lo único que tienen para ofrecernos son acusaciones mutuas?, ¿en verdad es la única carta de presentación que exigiremos?

@plumasatomicas

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