La historia no se enseña para aburrir a los estudiantes en las escuelas, sino para formar una cultura de conciencia de todo lo que ha ocurrido en el mundo antes de nuestro tiempo y de ese modo, entender por qué somos lo que somos y no repetir los errores de la historia.
Hace 95 años, el 6 de noviembre por la noche, Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin, y Lev Davídovich Bronstein, o León Trotsky, dieron inicio a la insurrección que marcaría el segundo paso de la Revolución Rusa, uno de los acontecimientos más importantes de la historia del siglo pasado: la Revolución de Octubre. Ojo, se le conoce como Revolución de Octubre porque usaban el calendario juliano. Al adoptar el gregoriano, la fecha cayó en noviembre.
Después de meses de inestabilidad, deterioro y discusión en Rusia sobre qué ocurriría con la nación, los dos dirigentes de los bolcheviques se alzaron en Ptetrogrado en armas con el pueblo y militares. Los revolucionarios cortaron la posibilidad de la entrada de tropas auxiliares del gobierno provisional de Kerensky a la ciudad y aquellas que llegaron se unieron a los insurgentes. La mañana del 7 de noviembre, después de la toma de diferentes puntos estratégicos y edificios gubernamentales en la ciudad, el líder del gobierno provisional, Kerensky, huyó de la ciudad con la intención de juntar tropas leales para aplastar la revolución.
Fue hasta la madrugada del 8 de noviembre cuando terminó el golpe con la caída del Palacio de Invierno, sede del régimen de Kerensky. Este episodio concluyó tan sólo una etapa, pues comenzó una guerra civil entre los bolcheviques y los mencheviques, quienes en conjunto con otros partidos consideraban que la toma de poder de los rusos rojos era ilegal. Esto obligó a Rusia a retirarse de la Primera Guerra Mundial.
Así se desataron cuatro años de guerra interna en la nación. Se radicalizaron los mencheviques y creció la arbitrariedad de los bolcheviques, derivando en terrores cometidos por ambos bandos, como ocurre en la mayoría de las guerras civiles. León Trotsky logró en cuestión de pocos meses recorrer todo el territorio hasta formar el Ejército Rojo en febrero de 1918. Por otro lado, los mencheviques fueron apoyados por tropas extranjeras y el antiguo régimen. Meses más tarde, Nicolás II (quien había abdicado desde la Revolución de Febrero el año anterior) y el resto de su familia verían el final de la tradición tsarista cuando los bolcheviques los ejecutaron tras la amenaza de que sus enemigos los recuperaran y restauraran en el poder.
Finalmente la guerra concluyó, después del derramamiento de sangre de millones, el empobrecimiento y descontento nacional, con la rendición de los enemigos de los bolcheviques y la toma absoluta del poder de los rusos rojos. Esta revolución, considerada como una “victoriosa”, marca el inicio de la primera nación comunista, la cual duraría casi un siglo. Sin embargo, Lenin y Trotsky no pudieron ver los frutos de su victoria durante mucho tiempo. Cuando Lenin muere, comienza una lucha interna por el poder entre Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, mejor conocido como Iósif Stalin, y el segundo al mando de Lenin, Trotksy. Tras un buen manejo mediático y crímenes cometidos contra sus propios compatriotas, Stalin derrota a Trotsky, quien se ve obligado a salir exiliado y muere asesinado el 20 de agosto de 1940 en la Ciudad de México. La muerte de Trotsky fue de las últimas de los revolucionarios originales de 1917, todos asesinados, exiliados o encarcelados.
Este episodio en Rusia, uno de los primeros conflictos armados del Siglo XX, como mencionamos anteriormente, da a luz a una nación comunista, la primera de la historia, la cual definió la economía, la sociedad y la conducta diplomática durante más de 70 años. El mundo se dividió en dos bloques económicos-militares, los cuales mantuvieron tensiones y agresiones que amenazaban al resto del mundo con la Tercera Guerra Mundial. Sobre todo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se encargó de crear una contrapropuesta del capitalismo, sistema económico que dominaba y sigue dominando al mundo. Esto, como consecuencia, obligó a los países capitalistas a competir contra un sistema que ofrecía soluciones a problemas que no podían resolver, y viceversa.
Es importante tener en mente que la historia se marca con los cambios, y la fuerza que obtuvo el comunismo después de la Revolución Rusa definitvamente registró un giro histórico que hasta el día de hoy seguimos sintiendo sus efectos. Pero después de la caída de la Unión Soviética en 1991, los países comunistas restantes como China o Cuba, no han tenido la intención, en el caso del primero, o el poder, en el caso del segundo, para expandir el comunismo haciendo frente al capitalismo. Incluso, estos dos países han adoptado políticas no comunistas en los últimos años. Parece que esta porpuesta que busca una sociedad más equitativa está a punto de desaparecer, aunque el capitalismo también se encuentra en un momento de crisis. Veamos si en unos años surgen propuestas alternas sociales y de economía política.