Por Carlos Brown Solà

El inicio de la administración Trump ha supuesto una tormenta política y económica para México durante lo que es apenas el primer mes de su mandato, que ha puesto en duda lo hecho hasta el momento por los últimos gobiernos federales en varios frentes. Por primera vez en muchos años, la política exterior y comercial mexicana tuvo un lugar en los periódicos y en las discusiones de todos los días ante las menciones casi diarias del nuevo presidente estadounidense, que van desde el muro que pretende construir –o, mejor dicho, extender– en nuestra frontera compartida, hasta la renegociación o potencial cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Las reacciones en el gobierno mexicano no se hicieron esperar, desde el secretario de Economía mexicano declarando que estábamos preparados en caso de que tuviéramos que dejar el TLCAN (¡ja!) hasta el mismo presidente Peña anunciando que, en el marco de las prioridades de su gobierno ante las amenazas de Trump, buscarían nuevos socios comerciales para México en el mundo.

Debemos recordar que México ha basado su modelo económico en las últimas cuatro décadas de la industrialización sustitutiva de importaciones (produzcamos todo lo posible en México) a un modelo basado en exportaciones (produzcamos para vender al mundo, aunque la materia prima no siempre sea nuestra). A pesar de los resultados bastante mediocres en términos de crecimiento económico, reducción de la pobreza y de la brecha de ingresos respecto a las economías desarrolladas, la postura del actual gobierno mexicano ha sido sostener este modelo.

Por ello, ha surgido con cada vez mayor frecuencia una duda en las discusiones cotidianas: “¿Acaso no tenemos opciones para comprarle a alguien que no sea Estados Unidos, como China?” Sí, pero no es tan fácil como parece. La estrategia seguida durante este período puso buena parte de los huevos en una sola canasta: hasta 2015, el 66 % del comercio total de nuestro país se realizaba con Norteamérica, del cual 95 % era con Estados Unidos. A pesar de que México es una de las economías más abiertas del mundo a un buen número de socios comerciales, la diversificación de nuestro comercio internacional enfrenta varios retos de infraestructura y capacidad de las empresas que no hemos logrado atacar de manera adecuada.

Primero lo primero: un vistazo a los TLC

Primero, hablemos rápidamente de los tratados que sostienen la política comercial bilateral (es decir, entre dos partes, ya sea un país con otro país o un país con varios países). Un tratado de libre comercio (TLC) es, a grandes rasgos, un acuerdo de intercambio de bienes y servicios entre dos o más países que da ciertas ventajas para su libre circulación, como la reducción o eliminación de los aranceles –que son los impuestos al comercio entre fronteras–, y la eliminación de otras barreras no arancelarias como las cuotas (topes de cantidades que se permiten comerciar de un bien o servicio), licencias (permisos para comerciar) y requerimientos mínimos de contenido local que conformen el bien, entre otras. Es importante resaltar que los TLC no suelen incluir la libre circulación de personas (por eso el tema de los migrantes) y no siempre incluyen la libertad de movimiento de capitales (o sea, el dinero).

Los tratados de libre comercio tuvieron un boom durante la década de los noventa del siglo pasado, cuando las negociaciones multilaterales (es decir, entre un número considerable de países) del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) –el antecedente de la Organización Mundial del Comercio (OMC)– se estancaron. El primero de ellos fue el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Canadá de 1988, que sería ampliado al TLCAN en 1994 para incluir a México. Hasta septiembre de 2016, 267 tratados de libre comercio se encontraban en vigor en el mundo, de acuerdo con la OMC.

¿Necesitamos nuevos socios comerciales?

Desde la entrada en vigor del TLCAN en 1994, el gobierno mexicano inició una acelerada expansión de los TLC firmados con otros países. Actualmente, México cuenta con 12 tratados de libre comercio firmados con 46 países, y se encuentra negociando otros con países como Turquía y Corea del Sur. Esta diferencia de números ocurre porque un tratado puede abarcar muchos países, como el Tratado de Libre Comercio Unión Europea-México (TLCUEM) de nuestro país con los aún 28 miembros de la Unión Europea. Esto nos convierte en uno de los países con mayor número de socios comerciales –considerando que no tenemos un TLC con China, nuestro segundo socio comercial– y una de las economías más abiertas del mundo. Así, la declaración de intenciones del presidente Peña de buscar nuevos socios comerciales parece olvidar lo anterior: no necesitamos enfocar nuestros esfuerzos en buscar nuevos socios, sino aprovechar los que ya tenemos y profundizar las relaciones económicas con los más estratégicos, como China, la Unión Europea y Japón.

Dos retos para diversificar el comercio mexicano

Las intenciones de diversificar nuestro comercio internacional enfrentan, sin embargo, varios retos. Hablemos rápidamente de dos de ellos: las vías de acceso del comercio y la capacidad de las empresas –especialmente las PyMEs– para diversificar mercados.

Fuente: Pérez Cervantes (2017) con datos de SE, SHCP e INEGI

El cuadro anterior muestra el porcentaje del valor de las importaciones (exportaciones) mexicanas no petroleras por origen (destino) y puerto de entrada (salida) en 2014. Para resaltar los problemas de las vías de acceso del comercio, veamos el caso de China: 16.56 % del total de nuestras importaciones se hacían con este país, de las cuales poco más de la mitad de ellas –8.64 %– se hacían por vía terrestre, de forma mayoritaria por la frontera con Estados Unidos. Viendo el agregado, 61.46 % de nuestras importaciones y 71.33 % de nuestras exportaciones totales se hacen por vía terrestre, por lo que la amenaza de un potencial cierre o restricción de la frontera con Estados Unidos amenazaría también nuestro comercio con el resto de nuestros socios comerciales. Una nueva política comercial debe considerar la infraestructura de nuestros puertos, dada nuestra ventaja de tener costa tanto en el Océano Pacífico como en el Atlántico.

En segundo lugar, ante un entorno cada vez más globalizado, las empresas mexicanas buscan nuevas fuentes de ingreso en otros mercados. Sin embargo, la capacidad para diversificar sus mercados internacionales depende en buena medida de su tamaño, por lo que las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMEs) enfrentan mayores retos que explican su baja participación en las cadenas globales de producción. ProMéxico –el fideicomiso del gobierno mexicano que promueve el comercio y la inversión internacional– debe diseñar una nueva estrategia integral para reducir los obstáculos a la diversificación que enfrentan estas empresas que permita el desarrollo de capacidades dentro de las empresas, ante la fallida estrategia de los últimos años, a juzgar por los resultados hasta el momento.

Otros retos se suman a esta diversificación de mercados, pero el momento actual es ideal para replantear nuestra política comercial y, en general, el modelo económico mexicano. Lo que se haga (o deje de hacer) en materia comercial a partir del fenómeno Trump tendrá implicaciones en nuestra vida diaria y los desafíos a futuro no son menores, más allá de las declaraciones y discursos llenos de buenas intenciones.

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Carlos Brown Solà es internacionalista y economista.

Twitter: @cabrowns

 

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