Cuernavaca y Morelos, como muchos otros lugares del país, son un gran ejemplo de que, quizá, las estructuras virreinales nunca nos dejaron. El reciente conflicto entre Cuauhtémoc Blanco y las estructuras políticas tradicionales refleja una lucha de poder sin precedentes en la capital morelense. Lo que resulta más interesante es que, probablemente, ni el gobernador ni los detractores políticos de Blanco se imaginaron que el ídolo futbolístico supondría un desafío político.
Cuauhtémoc Blanco cimbró el mundo de la política morelense cuando anunció que iba a ser candidato al Ayuntamiento de Cuernavaca. Blanco se colgó de la ola antisistema que se vive en muchas partes del país y derrotó a dos candidatos con una muy amplia historia política en Morelos: la priista Maricela Velázquez y el perredista Jorge Meseguer. Este último venía de fungir como secretario de gobierno con Graco Ramírez y era su ‘delfín’ para amarrar el control de la capital morelense.
Es importante detenerse por un momento en las elecciones intermedias morelenses de 2015. El proceso electoral fue un referendo brutal en contra de Graco Ramírez. Tres años antes, el gobernador había llegado al palacio de gobierno con un apoyo sin precedentes: mayoría en el congreso local y en los ayuntamientos. Sin embargo, para 2015, el capital político del gobernador estaba seriamente dañado, en gran medida por su incapacidad de cumplir sus promesas de campaña o simplemente no cumplir su palabra. El punto más saliente que jugó en contra de Graco fue la ola de violencia que azota al estado, misma que el gobernador se empecinaba—y se empecina—en negar.
La política morelense ha sido, en lo general, muy similar a la política nacional: un espacio de gángsters. Una camarilla controla el poder local y se dedica a explotar los recursos públicos. Morelos ha sido tradicionalmente un estado conflictivo en términos políticos. No hace mucho, a finales de los noventas, el gobernador Carrillo Olea no pudo terminar su mandato, presionado por una revuelta en el estado, irónicamente, liderada por Graco Ramírez.
En este entorno político, Cuauhtémoc Blanco decidió aceptar la oferta del partido que se sabe como propiedad de los hermanos Yáñez, que llaman Socialdemócrata. Hasta el día de hoy, no existe alguna fuente confiable que proponga una hipótesis coherente sobre lo que los hermanos Yáñez le ofrecieron a Cuauhtémoc, o el arreglo al que llegaron con el futbolista o, incluso, si hubo arreglo.
Lo importante y resaltable es que Cuauhtémoc llevó a un partido con importancia menor en el Estado a ganar el Ayuntamiento más preciado. Las primeras decisiones de Cuauhtémoc no sorprendieron, pues colocó en posiciones claves a los hermanos Yáñez y a sus achichincles. En paralelo, antes de empezar su administración, Cuauhtémoc lideró una confrontación directa con el gobernador en torno al mando único. El Cuau amenazó con retirar al mando único de Cuernavaca. Dado que la unificación de las policías municipales en una estatal era la piedra angular del plan de Graco para rescatar al estado de la violencia, el gobernador respondió fúrico y no dudó en enfrentarse públicamente a Cuauhtémoc.
Ya entrados los primeros meses de gobierno, la luna de miel de Cuauhtémoc con los Yáñez terminó. La historia más aceptada es que Cuauhtémoc, al ver el cochinero de corrupción que tenían los Yáñez en el Ayuntamiento, decidió tomar cartas en el asunto y los expulsó, a ellos y su grupo, de la administración local. Como represalia, los Yáñez filtraron un supuesto contrato en el que demostraban que Cuauhtémoc había aceptado la candidatura a cambio de una suma monetaria.
La autenticidad del documento no ha sido comprobada.
Después del rompimiento con los Yáñez, Cuauhtémoc tuvo un acercamiento con el gobernador que, al final, no duró mucho. En resumen: Cuau acabó peleado con los políticos tradicionales morelenses.
Esta semana, el Congreso de Morelos votó para destituir a Cuauhtémoc. Sin embargo, el caso está en juicio y Blanco todavía ejerce funciones como alcalde. En realidad lo que esto quiere decir es que el establishment político morelense está preocupado. Saben que Cuauhtémoc, en el año que ha estado en el cargo, ha adquirido una base popular bastante amplia. El día de la votación en el Congreso sobre su destitución, hubo varias muestras de apoyo.
Lo que los políticos morelenses ven como una amenaza es una eventual candidatura de Cuau para la gubernatura del Estado. Morelos vive una situación de violencia que no cede. Las recetas del gobernador han fallado y la gente está cansada de la violencia. Todos los políticos son vistos con desconfianza. Es por eso que los partidos saben que el Cuau representa una muy seria amenaza para arrebatarles la gubernatura.
Les preocupa el apoyo que Cuauhtémoc tiene en diversos sectores sociales. Como muestra, el Frente Amplio Morelense (al que pertenece el poeta y activista Javier Sicilia) ha mostrado su apoyo al Cuau en el proceso que enfrenta.
Quizá el Cuau ha desafiado la noción de la política como botín. De acuerdo con Templo Mayor del periódico Reforma (13 Diciembre), la alianza entre Cuauhtémoc y el gobernador se tensó cuando aquel no aceptó el reacomodo de gente de éste en el Ayuntamiento. Los gángsters de la política están molestos porque el Cuau no sigue las reglas no escritas de la política.
Quizás esto explique el porqué del fuerte apoyo social que tiene Cuauhtémoc. El Cuau ha sido una voz disonante en la política de Morelos, denunciando a diputados y otros políticos que ejercen la política como botín. Sin duda, hay preguntas legítimas sobre la candidatura de Blanco. Sin embargo, el affair político que se vive en Morelos en estos momentos es paradigmático del lodazal asqueroso en el que se ha convertido la política en Morelos y, no se diga, en México.
Miguel Guevara nació y creció en Cuernavaca, Morelos. Estudió ingeniería en Telecomunicaciones en la UNAM y es Maestro en políticas públicas por la Universidad de Harvard.