Más allá de las discusiones y las consecuencias –muchas de ellas aún imposibles de dimensionar o cuantificar– que nos traerá el resultado del referéndum británico para abandonar la Unión Europea, nos encontramos con algunos puntos clave que nos hacen cuestionar, pero sobre todo aprender de, uno de los grandes tropiezos de la civilización del siglo XXI.

No hay democracia perfecta

O mejor dicho, no hay propuesta tan “tonta” para no ser tomada en cuenta, y lo estamos viviendo en carne propia. Lo que para algunos suele comenzar como una broma, o un mal chiste, termina haciéndose realidad. El mundo se asombra cuando vemos que Donald Trump se ha posicionado como el virtual candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, y se pregunta: ¿qué tienen los gringos en la cabeza? El mismo cuestionamiento se puede aplicar a los mexicanos con el regreso del PRI en el 2012 y, por supuesto, que el Brexit no es la excepción. Es decir, las ideas “tontas” –o mejor dicho, extremistas — suelen encontrar apoyo y fundamento en las mayorías que suelen ser ignoradas socialmente.

A nadie sorprende que el mayor apoyo del PRI se encuentre en los estados más pobres de México, que la popularidad de Donald Trump se dispare en las regiones agrícolas de Estados Unidos, o que la mayoría de votos que apoyaron el Brexit se hayan producido en las zonas que concentran a los ciudadanos de mayor edad y menor educación en el Reino Unido.

Básicamente, Inglaterra no sólo es Londres, como Estados Unidos no es sólo California o Nueva York, y como México no sólo es Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México. Si estas retóricas de extremismo político siguen funcionando, es porque como sociedad no hemos sido capaces de compartir y trasladar los beneficios de la apertura y desarrollo con los más marginados.

Tu voto cuenta

Más de 30 millones de personas participaron en el referéndum sobre el Brexit. La diferencia entre salir y permanecer en la Unión Europea fue de apenas 1 millón 300 mil votos y hoy, muchos británicos que apoyaron la salida de la Unión Europea, despertaron más que arrepentidos.

“No creí que todo esto fuera a pasar, nunca pensé que mi voto fuera a ser tan importante porque pensé que de cualquier forma íbamos a permanecer”, declaró un sujeto a la BBC mientras que en Twitter se pueden encontrar varios mensajes de arrepentimiento.

Lecciones sobre la importancia del voto nos sobran en México. Un ejemplo de ello es el documental 0.56%, que nos muestra lo apretada que fue la elección que polarizó a nuestro país en el 2006.

Así que sí, cada voto vale, y si bien el abstencionismo es una forma de “votar” y demostrar nuestro descontento con la clase política, la realidad es que al momento de los números, todo cuenta. Y sí, lo triste es ver que en nuestro país, muchas veces tenemos que conformarnos y votar. Ni siquiera por la mejor elección sino por “el menos peor”, lo cual nos lleva a nuestro siguiente punto…

El voto informado

A todos nos gusta escuchar cosas bonitas como: “resolveré el conflicto de Chiapas en 15 minutos”, “tendremos un crecimiento del 6% al año”, “acabaré con el narcotráfico” o “lucharé contra la corrupción”. Pero como hemos visto en los últimos 16 años, ni lo de Chiapas está solucionado, ni el narcotráfico se ha terminado, ni hemos crecido al 6% y de la lucha contra la corrupción…

Algo similar ocurre en otras latitudes. En el caso del Brexit, el independentista Nigel Farage fomentó el voto a favor de la salida de la Unión Europea con el argumento de que permanecer en la Unión Europea le costaría a la Gran Bretaña 350 millones de libras a la semana, por lo que esos 350 millones bien se podrían destinar para mejorar los servicios de salud pública en el reino. Sin embargo, media hora después de que se dieran a conocer los resultados, el propio Farage aceptó públicamente en televisión que una de sus grandes propuestas de campaña era una simple mentira, lo que nos da otra lección:

Cuestiona todo

Propuestas buenas y malas. Reportes de medios, periodistas, expertos o aficionados. La mayor responsabilidad sobre las decisiones que se tomen las tenemos nosotros mismos, así que ¡tomemos las decisiones basados en la mejor información y, sobre todo, siendo fieles y congruentes con nuestra propia opinión y criterio! Por muy bonito que se escuchen las propuestas, hay que cuestionar cómo se harán posibles, cuáles son los obstáculos y –principalmente– a qué intereses responden; cuáles son los beneficios y cuáles las consecuencias, así se trate de votar por algún candidato o propuesta menor. No sea que en nuestro “voto de castigo” terminemos beneficiando a vividores como Gabriel Quadri, o el Partido Verde y compañía.

Ningún extremo es bueno

¿Cuántas veces hemos escuchado sobre los “peligros del populismo de izquierda”?

Curiosamente, es la extrema derecha la que ha terminado por voltear al mundo de cabeza. Así que más allá de fijar posturas y defenderlas a ultranza, deberíamos asumir que vivimos en el 2016 y ningún extremo es bueno. La izquierda tiene buenos y malos ejemplos; la derecha, también. No es de lados ni de perfiles, sino de hacer que la clase política se dé cuenta de la realidad que vivimos y las necesidades que tenemos.

Bien dicen que uno no escarmienta en cabeza ajena, pero esperemos que entre tanta incertidumbre y desesperanza que ha dejado el Brexit, al menos podamos encontrar alguna que otra lección que mejore nuestro propio futuro.

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