Uno de los destinos más populares para disfrutar las vacaciones de fin de año, es Nueva York. Si están por visitar la Gran Manzana, les compartimos 5 exposiciones que no se pueden perder.
Por: Elvira Liceaga @shubidubi
1. Regarding Warhol: Sixty Artists, Fifty Years
A 25 años de la muerte de Warhol, esta exposición reúne obras de arte del ícono de la cultura pop y de cincuenta y nueve otros artistas a los que influenció. Quizás no está en la lista de las mejores exposiciones del año y la crítica no la ha favorecido porque abarca cincuenta años con demasiadas obras, sin embargo, es una de las más visitadas, si bien porque está en el Metropolitan también porque el arte de Warhol es un fenómeno estético que todavía atrae a seguidores y detractores. Es una buena oportunidad para observar la historia de la comercialización del arte desde los cincuenta, cuando la evocación de lo sublime del expresionismo abstracto fue amenazada por otra sensibilidad atravesada por el sueño americano.
Andrew Warhola es un personaje tan controversial que no está claro en qué año nació, tal vez en 1928 en Pittsburg, en una familia de inmigrantes eslovacos de clase trabajadora. Murió, sin duda, en 1987 por complicaciones en una cirugía de la vesícula. En 1949, habiendo estudiado arte, llegó a Nueva York a trabajar como ilustrador en la creciente industria publicitaria. Es una muy larga exposición que comienza con un gran autoretrato doble. La primera parte está dedicada a los medios y sobresalen los trabajos de diseñadores como el de Barbara Kruger o el del artista chileno Alfredo Jaar, de quien vemos una portada para Esquire en la que muestra a Warhol en un momento de 1984, año en el que otras revistas priorizaron la muerte de tres mil personas por la liberación de gases tóxicos de la fábrica Union Carbide en Bhopal, India.
La decisión de Jaar, siempre opuesto al sistema informático, es hacer visible el espectáculo de la muerte a través de la reacción ideológica de la cultura popular. Warhol diría que alguien debe de ocuparse de aquello. De Warhol encontramos casi cincuenta piezas en toda la exposición como: “Before and After I” (1961), inspirado en un anuncio de cirugía plástica; dos perfiles femeninos blancos contra un fondo negro muestran diferentes narices, a las cajas de jabón Brillo (1964); “El refrigerador” (1961); la serie de botellas de Coca-Cola (1962); pero también “Kuh Vaca” (1964) de Gerard Ritcher y “Eight Over Eight” (1997) de Demian Hirst; un gabinete lleno de cajas de medicinas, uno de sus primeros trabajos, parte de una serie de gabinetes que decoraron una farmacia y restaurante en Notting Hill. Cada serie fue titulada con una canción del Never Mind the Bollocks, el álbum de Sex Pistols.
Más adelante, en diferentes secciones sobre la muerte, los retratos, la homosexualidad y otras como la serie y el espectáculo, encontramos obras de Mathew Barney como: “Cremaster 2: The Drones Cell” (1999); una impresión en acrílico inspirada por Gary Gilmore, el primer prisionero muerto por la restitución de la pena de muerte en 1976, en el área donde está Orange Disaster (1963) de Warhol; una silla eléctrica triplicada; el Cráneo sin título de Basquiat, con quien trabajó y de quien encontraremos, más adelante, una impresión en seda hecha por Warhol. Fotografías de Avedon a Truman Capote, a quien Warhol idolatró y una pintura realista de Philip Glass por Chuck Close, pasando por Robbert Mapplethorpe, Cindy Sherman, entre otros. Aunque los últimos sesenta años no sean la especialidad del Museo Metropolitan, la exposición se exceda en objetos y las asociaciones sean arbitrarias en algunas ocasiones, irónicamente, el asistente sale con la iniciativa de profundizar en quién fue este personaje que tenía dobles, deseaba a las celebridades, filmó ocho horas en el Empire State para ver pasar el tiempo y llegó a ser considerado un artista puro.
2. Gabriel Orozco: Asterisms
Son muchas preguntas a las que esta exposición de arte conceptual podría responder. La galería se encuentra en el último piso del museo Guggenheim y se puede llegar caminando por la espiral que exhibe Picasso, Black & White, o por elevador. De trasladarse a pie se llega con mucha información sobre el cubismo y un poco acostumbrado al blanco y al negro. A la entrada del espacio rectangular encontramos en el piso un sin número de objetos ordenados por colores y forma. Botellas de todos los vidrios, fotos transparentes y opacos, bayas carcomidas que le dan los tonos más alegres a la pieza, troncos y tronquitos deformes, remos de madera, conchas, piedras, restos de hieleras, cantimploras, llantas, cascos de obrero, etc. Mientras, en una esquina de la galería hay una bocina que emite el sonido playero de las garzas y las olas. Al fondo, una vitrina con las piezas más pequeñitas dispuestas tras un cristal con el mismo criterio taxonómico. Y en las paredes mosaicos de fotos de todas las piezas. Es agradable y desconcertante. Hay una valoración de lo múltiple, de lo total, casi publicitario. Lo particular en función del todo. La colectividad de los desechos de otra colectividad que los desperdicia.
3. Tokyo 1955–1970: A New Avant-Garde
Casi una década después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Japón declara el fin de la posguerra. El nuevo régimen democrático gesta una economía poderosa. El Museo de Arte Moderno presenta una selección de pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, diseños y documentales, creados en la capital japonesa durante el periodo de transformación de un imperio militar a una metrópolis. La memoria de la guerra fermenta una cultura en el seno de la apertura al desarrollo industrial, en los últimos momentos de las vanguardias.
Una de las piezas de Yoko Ono, por ejemplo, es el sonido de una tos que viene de una pequeña bocina en la pared, mientras el público atiende a una vitrina. Encontramos obras perturbadoras como “Circular Train A (Telescope Train)” (1968) de Hiroshi Nakamura, un tren surrealista que lleva colegialas con un solo ojo, con maletas que llevan cráneos. Al centro hay un lente o un ojo con una pupila que acerca el mar que recorre el tren. La idea de la alienación y la sociedad automatizada que viaja en círculos se repite en varios de los trabajos expuestos. En “Garden of Early Delights” (1959) de Maeda Josaku, se muestran humanos sin personalidad supeditados a las máquinas como parte de una composición funcional que refiere al trabajo. Una maquinaria redonda con diferentes estratos humanos en una degradación de colores que parece un planeta, con un centro que rige y algunos huecos de oscuridad donde queda el caos. En “Under Martial Law” (1956) de Ishii Shiego vemos esferas azules o huecas, atravesadas por rayos rojos, que parecen aplastar humanos amarillos que tratan de sostenerlas, en una noche de algún área industrial.
4. Revisionist Art: Thirty Works by Bob Dylan
La galería Gagosian de la avenida Madison presenta treinta diseños del cantante más importante de nuestros tiempos. Dylan exhibió por primera vez su trabajo visual en el 2007 a pesar de comenzar a desarrollarlo desde los sesenta. El arte revisionista del genio musical es interesante para los fanáticos, se trata de una extensión de la creatividad de quien explora visualmente su relación con los medios impresos, con riesgo ante la crítica de arte. Por segunda vez en la galería Gagosian, esta vez expone portadas de revista a gran escala que burlan la realidad de los medios. Por ejemplo, una de ellas titulada Baby Talk, tiene titulares como “Desodorantes para bebés” o “Cirugía plástica para bebés”.
5. El Grito de Edvard Munch
También en el MOMA puede observarse una de las versiones del icónico “Grito” de Munch de 1895. Parte de su serie Frieze of Life, en la que explora el amor, la angustia y la muerte a través de la representación de las emociones. La exposición está montada entre otras piezas vinculadas al desarrollo del simbolismo que pertenecen a colecciones privadas.