En esta ocasión, en “Joyas de la CDMX”, les traemos 10 datos que quizá no conocían del Palacio de Bellas Artes. Sí, esta es la segunda parte de un trabajo que decidimos dedicar a este histórico lugar de la Ciudad de México que está a punto de cumplir 90 años.
Y es que la mayoría de los capitalinos y mexiquenses han pasado frente a él o entrado para ver sus murales o las exposiciones que presentan cada año (ya sea por mero gusto o para una tarea de la escuela). Además todos, absolutamente todos, han admirado el llamativo color blanco de su mármol.
10 datos que quizá no conocían del Palacio de Bellas Artes
Aquí no les vamos a contar toda la historia de este recinto, pues anteriormente ya habíamos publicado un texto sobre ésta. Sí, esta vez les queremos contar 10 datos que quizá no conocían del Palacio de Bellas Artes, así como algunas fotos de cómo se veía antes y cómo se ve actualmente este lugar de la CDMX.
1- Los abuelitos y papás del Palacio de Bellas Artes
Les dijimos que no les contaríamos sobre toda la historia de este edificio, pero para darles los datos más interesantes, tenemos que recurrir a esas anécdotas que solo están en algunos libros, como los que ahora consultamos: “Historia de la construcción del Palacio de Bellas Artes” y “El Palacio de Bellas Artes. Construcción e Historia”, en los cuales escribieron Alejandrina Escudero y Víctor Jiménez.
Así que, qué mejor que empezar con los que podríamos llamar los abuelitos y papás del Palacio de Bellas Artes.
Como el Coliseo Nuevo, el teatro más importante del siglo XVIII, donde se presentaban espectáculos, precesiones, actos de fe y misas a las cuales asistían los virreyes de la Nueva España. Eso hasta que en el siglo XX quedó hecho cenizas por un incendio (en la época de la Independencia, fue llamado el Teatro Principal y se convirtió en el predecesor más antiguo del Palacio).
Igual estaba el Teatro Provisional, pero era un recinto improvisado en un palenque desde 1823.
Y es en 1844 que se inaugura el primer Teatro Nacional, el cual estuvo a cargo del arquitecto español Lorenzo Hidalga. De hecho, éste se ubicaba justo en la avenida 5 de Mayo y cerraba ésta a la altura de lo que ahora es la calle Bolívar, en el Centro Histórico de la CDMX.
Al respecto, según Víctor Jiménez, el arquitecto alemán Eduard Mühlenpfordt, en 1833, lo describió así: “Por su repertorio, decoración, vestuario, sus excelentes cantantes, talentosos actores, buenos bailarines, bien montada orquesta y, sobre todo, su numeroso y brillante auditorio, es probable que el teatro capitalino se encuentre hoy apenas un poco por debajo de los mejores de Europa“.
Y aunque en este edificio se estrenó el Himno Nacional, entre 1901 y 1902 se demolió y se decidió construir uno más “suntuoso”: El Nuevo Teatro Nacional (el Palacio de Bellas Artes).
Como la construcción de éste iba para largo, se inauguró antes el Teatro encargado por Esperanza Iris, por lo que se considera el último antecesor del Palacio.
2- Un premio de segundo lugar
Fíjense que el arquitecto italiano Adamo Boari no quería en un inicio estar a cargo del Palacio de Bellas Artes, ya que antes, en 1898, había mandado un proyecto para la que sería “la gran obra” para el festejo del Centenario de la Independencia: el Palacio del Poder Legislativo (que terminó siendo solo el Monumento a la Revolución, pero esa es otra historia).
Sí, fue la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas la que convocó el concurso internacional recibiendo unos 60 proyectos; uno de ellos el de Boari, quien quedó en segundo lugar y, como “premio de consolación”, el gobierno le encargó en 1900 la construcción del Palacio Postal y las remodelaciones al Teatro Nacional. Bueno, después se decidiría construir uno nuevo.
Cabe señalar que el Palacio Postal fue la única obra que concluyó el italiano en México… ¿Por qué no pudo acabar el Nuevo Teatro Nacional? Eso se los contamos un poquito más adelante.
3- Adamo Boari vs Gonzalo Garita
Adamo Boari estaba tan emocionado con el proyecto del Nuevo Teatro Nacional que se fue a Estados Unidos y Europa para inspirarse; por ejemplo, su principal influencia fue el edificio de la Ópera de París.
Pero los problemas comenzaron cuando se topó con el ingeniero Gonzalo Garita, técnico experto en cimentaciones y estructuras que Porfirio Díaz seleccionó para el control de las obras.
Y la verdad es que Garita se defendía muy bien, ya que se le consideraba un experto en el subsuelo de la Ciudad de México y, como prueba, está que el Palacio Postal, en el que también trabajó junto a Boari, no tuvo ningún problema, básicamente porque no se hundió como el Nuevo Teatro Nacional.
Al principio todo parecía ir muy bien: Entre 1901 y 1902, los dos realizan el primer proyecto y, aunque en un inicio querían construirlo sobre avenida 5 de Mayo, luego se derribó el viejo Teatro Nacional para que la vialidad llegara hasta la nueva ubicación: donde antes se encontraba el templo y convento de Santa Isabel (hoy la Alameda Central).
Durante la edificación de la Casa de Correos empezaron los roces, pero fue con la construcción del teatro que a Boari se le acabó la paciencia y corrió a Garita porque no coincidían con la cimentación del inmueble.
Grave error; se le vino abajo literalmente su obra y el ingeniero mexicano no perdió la oportunidad de exhibirlo en la inauguración del Palacio Postal, señalando que gracias a su intervención no se había hundido como cierta construcción que estaba justo cruzando la calle: el Nuevo Teatro Nacional de Boari… ¡Ouch!
4- La posible causa del hundimiento
Aunque de este tema les contamos más detalles en la primera parte de este trabajo, acá les contamos unas cositas más.
Sí, como que la posible razón del hundimiento del Palacio de Bellas Artes es que se descubrió que por debajo de su construcción pasaba una corriente de agua.
Pero para llegar a esta conclusión tardaron un poco, pues desde que comenzaron las obras, en 1903, comenzaron a hundirse por el peso de su plataforma de cimentación y estructura.
Primero el edificio comenzó a inclinarse al suroeste y luego al noroeste, hacia donde siguió hundiéndose, por lo que se reforzaron los cimientos y para encontrar las posibles causas, empezaron a cavar pozos alrededor de la plataforma.
Así se dieron cuenta que había una corriente de agua bajo la construcción que iba en dirección noroeste; y, en 1908, colocaron un muro de acero enterrado que protegía el terreno del edificio, pero no funcionó.
Como el hundimiento seguía en 1910 porque al peso de la estructura se sumó el de los muros y el de la maquinaria del teatro, se consultó a expertos que señalaron que todo se debía a que el terreno no tenía la misma resistencia en todas partes, que había exceso de presión en la cimentación y obviamente por la corriente de agua.
Con un hundimiento de 1.80 cm, comienzan a colocar inyecciones de cemento con cal, con lo que parece dejar de sumergirse o más bien llega a su límite.
5- El teatro techado de cristales que nunca existió
Como les contábamos aquí arriba, Adamo Boari realizó una serie de planos y textos de su proyecto entre 1902 y 1904, donde se puede ver que el arquitecto quería que el Nuevo Teatro Nacional estuviera techado con cristales; algo parecido a lo que se hizo en varios edificios de Estados Unidos y en algunos de México, como en el Palacio de Hierro.
“El Teatro Nacional debía tener, si se hubiese concluido según las intenciones originales de Boari, vitrales de este tipo en todas partes“, cuenta Víctor Jiménez.
Sí, precisamente “el hall” debía estar construido así; un espacio usado para celebrar fiestas y bailes, o para exposiciones artísticas.
Aunque también ideó que la sala de espectáculos pudiera iluminarse en el día con cristales transparentes para el exterior y vitrales al interior. Pero no vitrales cualquiera, sino artísticos, como los que había encargado al húngaro Géza Maróti.
Acá lo que mencionó Boari en 1918: “La sala de espectáculos, a su vez, se ilumina mediante un enorme plafond transparente y por vidrieras luminosas y ubicadas en los intradós de los arcos. El plafond es ligeramente cóncavo y está integrado por poliedros de cristales opalinos y con figuras en vidrio fundido a color que representan a Apolo y las nueve musas“. Sí, éste sigue existiendo actualmente y es el único que sobrevive del proyecto original.
¿Se imaginan cómo se vería actualmente el Palacio de Bellas Artes?
6- El diseño de la cortina del teatro no es de Dr. Atl
Acá uno de los 10 datos más polémicos del Palacio de Bellas Artes: No queremos decepcionarlos, pero el diseño de la enorme cortina del teatro no es del pintor mexicano Gerardo Murillo, Dr. Atl, como muchos han creído.
¿Cómo lo sabemos? De acuerdo con Arturo Casado Navarro, autor de un estudio sobre la vida y obra de este artista, Dr. Atl no pudo haber colaborado con Boari y este chisme surgió del mismísimo pintor, de quien aseguró “era un gran mitómano”, por lo que a mediados del siglo XX, no había nadie que rechazara que él era el autor.
Y es que hasta el periodista Miguel Guardia aseguró en 1956 que Boari le encargó el diseño a Murillo y que después la cortina la fabricó la casa Tiffany. Aunque de todo esto, lo único verdadero es que ésta última sí la desarrolló, peeero con ayuda del escenógrafo Harry Stoner, quien se lanzó a la Ciudad de México para pintar un paisaje de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, tal y como se veían desde el Palacio Presidencial.
7- Boari prefería a artistas extranjeros que mexicanos
Con el proyecto del Nuevo Teatro Nacional, Adamo Boari buscó a varios colaboradores. Por esto mismo, viajo por Estados Unidos y Europa para encontrar a los mejores artistas de la época y pedirles desde esculturas hasta herrajes y otros detalles.
Por ejemplo, a Leonardo Bistolfi, el escultor de mayor fama en Italia en ese entonces, le pidió las obras más importantes de la fachada principal, como el grupo escultórico “La Armonía”. Mientras que a la casa Walton Goody and Cripps le encargó reproducir en mármol otros de los detalles de las fachadas.
También a Alessandro Mazzucotelli le solicitó la herrería del teatro, y a Agustín Querol, escultor español, le encargó los pegasos. Pero a quien sí le cargó la mano fue a Géza Maróti, a quien le pidió las decoraciones interiores y exteriores, ademas del remate de la cúpula exterior, el plafón de cristal de la sala de espectáculos (que ya mencionamos arriba), y también el mosaico que está sobre el escenario, que representa el arte teatral a través de los tiempos.
Como verán, de acuerdo con Alejandrina Escudero, el arquitecto confió todas estas decoraciones a artistas extranjeros, sin recurrir a concursos públicos para asignarlos, como solía hacerse, pues convenció a las autoridades mexicanas.
Excepto por una ocasión, cuando funcionarios lo presionaron para que pidiera ocho obras a escultores mexicanos. Con lo que no contaban, es con que el italiano las haría desaparecer, literalmente, para no incluirlas en el nuevo edificio que construía.
8- Los pegasos que volaban de un lado para otro
Y hablando de esculturas, justamente de los pegasos del escultor español Agustín Querol, tal vez algunos sepan y otros no, pero éstos anduvieron paseándose un largo rato hasta que se estacionaron definitivamente frente al Palacio de Bellas Artes.
Todo comenzó en julio de 1911, cuando llegaron al puerto de Veracruz. Pero cuando los buscaron, se dieron cuenta que las cajas en las que iban guardados estaban rotas, además de que se percataron que faltaban algunas piezas, por lo que se pidieron a Europa y luego las enviaron.
Ya con los pegasos completos, se colocaron primero en los cuatro ángulos del cubo del escenario en 1912. Sin embargo, entre diciembre de 1921 y enero de 1922, se decidió ponerlos en los ángulos de la Plaza de la Constitución, en el Zócalo capitalino.
En fin… Fue hasta 1928 que regresaron de nuevo al Teatro Nacional, y ya para la época que se concluye el edificio, a inicios de la década de 1930, se les construyeron nuevos pedestales para que ya quedaran fijos frente al Palacio de Bellas Artes y no volaran más.
9- ¿Un invernadero repleto de plantas y flores?
Si conocen el Museo Nacional de Arquitectura, quizá les sorprenda este dato, pues en esta galería de 65 metros de longitud por 15 metros en su eje transversal, Adamo Boari pensaba crear un invernadero repleto de plantas y flores que al mismo tiempo funcionara como sala de descanso.
Además a este piso se podría tener acceso por la azotea y el roof garden del edificio y se iluminaría con dos tipos de ventanales en espacios que actualmente están cerrados.
¿Qué fue lo que pasó? El proyecto del italiano nunca se concluyó, y como otros planes que tenía, nunca se terminaron, por lo que el arquitecto mexicano Federico Ernesto Mariscal se encargó de acabar el Palacio de Bellas Artes en 1932, inaugurándose oficialmente el 29 de septiembre de 1934.
10- La misteriosa pieza prehispánica que encontraron en el Palacio de Bellas Artes
Ya para terminar con estos 10 datos del Palacio de Bellas Artes, les contamos uno que tal vez sí nadie conozca: Cuando realizaban las primeras excavaciones para construir este recinto cultural de la CDMX, un grupo de trabajadores descubrió en el lado poniente del terreno una increíble fuente cubierta con azulejos, la cual representaba personajes vestidos con flores.
Pero no fue todo, ya que también hallaron una misteriosa pieza prehispánica que, de acuerdo con un diario de la época, era el símbolo de la música, por lo que se supuso que en este mismo lugar había existido un templo de arte prehispánico.
De hecho, esta pieza, un Cuauhxicalli, se conserva en el Museo Nacional de Antropología, el cual está en el Bosque de Chapultepec.
¿Se sabían alguno de estos datos del Palacio de Bellas Artes? ¿Cuáles otros se saben ustedes?