Fotos: Stephania Carmona 

Actualmente, cuando un venue no está completamente lleno o es sold out, se dice que fue un “fracaso”. Desde hace ya unos ocho años, la música comenzó a convertirse en un negocio altamente rentable pero también, México se convirtió en el target para que muchos artistas o bandas visitaran y así pudieran conocer una nueva audiencia. En el caso de Wild Nothing, vino por primera vez a México como parte del Corona Capital 2015. Desde entonces, buscó a como diera lugar regresar a nuestro país para ofrecer un concierto más íntimo y privado. Algo que fuera únicamente de él.

Después de tres años, finalmente esto se logró y de hecho, este show nos recordó por qué es que hace ocho años nos gustaba ir a conciertos incluso si el lugar no estaba completamente abarrotado. Nos demostró que la música, sin importar la forma en la que se consuma, es un motor, una nueva forma para comunicarnos entre sí; para sentir…

Foto: Stephania Carmona

Un viernes por la noche, el primero desde que finalmente a muchos les cayó la quincena y que por ende, querían pasársela bien. En el caso del Plaza Condesa, la gente poco a poco comenzó a darse cita para el show de Wild Nothing. Una vez dentro, se colocaban en el mejor lugar para ver a Jack Tatum y compañía. Aguantaron poco más de una hora de espera para que finalmente, pasadas las 9:00 de la noche, salieran a escena cinco chicos con sus instrumentos. Habían dos guitarras, un bajo, una batería, unos teclados y saxofón. A partir de ese momento la noche comenzó a ser mágica.

Desde un principio, Wild Nothing nos regaló cortes de posiblemente el mejor disco en su carrera, Nocturne. Todos y cada uno de los que estábamos ahí, nos sentíamos emocionados de por fin tener esa intimidad con esas letras que durante siete años habíamos cantado con el corazón. Así fue como las parejas comenzaban a bailar y a coquetearse, mientras que los grupos de amigos se tomaban de las manos para bailar. Había suficiente espacio y nada los detenía. El Plaza Condesa estaba a su media capacidad y estaba bien.

Foto: Stephania Carmona

Jack se mostró muy emocionado de poder estar ahí, de por fin haber  tenido la oportunidad de poder disfrutar de sus canciones con el público mexicano. “Gracias por venir. Lamento no hablar más español, pero simplemente soy estúpido”, dijo en algún punto de la noche.

Una de las cosas que la mayoría (incluidos nosotros) solemos criticar, es que cuando una banda o artista trae nuevo disco bajo el brazo, todo el setlist se centra en ello. En el caso de Wild Nothing no fue así. Pudimos escuchar cortes tanto de su nuevo álbum, Indigo, como de Nocturne, Gemini, Life of Pause y Empty State. Estuvo perfectamente balanceado porque, de cada uno de estos cuatro discos, escogió los puntos más altos. De ahí es que escuchamos “Golden Haze”, “Live in Dreams”, “Summer Holiday”, “Paradise” y “Letting Go”, la cual fue la encargada de cerrar la primera parte del concierto.

Foto: Stephania Carmona

Todos aplaudían, querían más. Algunos aprovecharon para comprar más chelas, para ir al baño y de hecho, no pasó mucho tiempo antes de que Wild Nothing saliera a escena para darnos un encore cargado de puras sorpresas. Primero sonó “Chinatown”, después “A Dancing Shell” y para concluir, “Shadow”. 

Nadie podía pedir más. Todos, de alguna forma, habíamos tenido nuestra dosis de buena música y rolas favoritas de Wild Nothing, una banda cuyo talento se vio reflejado al darle su propio toque y distorsiones en las guitarras, el bajo (que en más de un momento se convirtió en el protagonista), la batería, los teclados y el saxofón, mismo que también se encargó de darle un toque de sensualidad a la noche y de innovar el sonido de las rolas.

Foto: Stephania Carmona

El único pero de todo el concierto, fue la voz de Jack, pues no se escuchó como debería e incluso, en algunos momentos se perdía por el bajo volumen. Lo mismo ocurrió con el saxofón, que por más que intentaba que se escuchase simplemente no se podía.

Para ser su primera vez en México, Wild Nothing, como banda, lo hizo perfecto. No hubo queja alguna por su performance a pesar de los pequeños inconvenientes que surgieron en el camino. Y lo mejor de todo, es que cada uno de los que estaban ahí eran verdaderos fans. Aquellos que ya llevamos más tiempo en los conciertos, nos movió recuerdos (de los buenos) pero sobre todo, nos hizo sentir que éramos jóvenes de nuevo.

Foto: Stephania Carmona

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