El sexto disco de estudio de White Lies presenta el planteamiento de la mortalidad humana en una variedad de géneros, que dan como resultado una decena de canciones en un esfuerzo de producción propia por parte de la banda londinense, que hoy tocará en Rough Trade para estrenar ‘As I Try Not To Fall Apart’.
Un disco conceptual, cambiante, y corto
En un giro completo hacia una nueva dirección, la banda londinense apunta hacia la mente de alguien que tiene el tiempo contado. Conocidos por su sonido post punk, obscuro y de espacios, White Lies cambia drásticamente para este LP, con la suma de sintetizadores y un giro bailable en algunos temas.
En la abridora “Am I Really Going To Die”, la banda crea un rock pop con un bajo bastante funk, y una fiesta de sintetizadores que son la base para la repetición de una pregunta permanente en nuestra experiencia humana.
En “Breathe” y “Step Outside” evocan un sonido de pop de los ochentas similar a Tears for Fears y texturas sintéticas a la Depeche Mode, con un bajo bailable como base de letras no tan agradables sobre estar vivo en un panorama desolador.
Los protagonistas en AITNTFA son los sintetizadores, que acaparan canciones completas (“As I Try Not To Fall Apart”, “Blue Drift”) entre acompañamientos de guitarras, bajos y batería que rara vez retoman el lugar que habían tenido en entregas pasadas.
El trabajo en sintetizadores es bueno, colocando esencialmente un lead y un pad en complemento (“The End”, “Roll December”) en un proyecto que no tenía completa presencia de sintetizadores. Definitivamente es sorpresivo para un disco conceptual que parte de una premisa sobre muerte inminente.
Lo mejor está en el balance
Los mejores ratos del disco consisten en las rolas que equilibran los elementos anteriores y conocidos de la banda con su nueva fijación por los sintetizadores y las letras llenas de clarobscuros.
Destaca “There Is No Cure For It”, con una base en teclados, un breve solo de guitarra y explosiones completamente de rock, con un mantra que se repite una y otra vez en una canción que vive en tu cabeza bastante tiempo después de que se ha acabado.
Se nota una repetición en las letras dentro de cada canción que vuelve predecible y monótonos los mensajes que Harry canta, y en la mayoría de las veces, el título ya nos dijo todo, se repetirá una y otra vez por entre tres y cinco minutos.
Lo más apegado a las bases de White Lies lo encontramos en “I Don’t Wanna Go To Mars”, canción destacable que en el momento que tiene en el disco, nos hace pensar en una corrección de rumbo.
El espacio para un proyecto alternativo
Es un sólido disco de pop, que quizás imaginamos como un proyecto alterno de los integrantes, ya que simplemente no se concibe cómo funciona con su discografía, al ir en una dirección completamente nueva, en cuanto a sonido y letra. La muerte ha sido un tema constante en White Lies, pero ahora en un nuevo empaque, mucho más hacia el pop, funk y hasta pensamos en que los temas sean remixeables para insertarlos en electrónica.
Por momentos recuerdan al rock, como al final de “Roll December”, en un puente completamente punk que por un minuto nos regala la intensidad y distorsión de discos pasados, que para esta entrega son relegados.
Las líneas de bajo tampoco son algo que no puedas sacarte de la cabeza, sino bases que se llevan muy bien con los sintetizadores, como en “Ragworm” canción que pareciera un interludio hacia el final del disco, un pop espacial en el que brilla el uso de los sintetizadores hasta en los solos.
Es evidente que Harry trae un tema existencial, que lleva desde la interiorización de su experiencia humana terrícola hasta los viajes espaciales, pero nos quedamos con ganas de escuchar a White Lies tomando su paleta sonora preexistente dentro de los géneros explorados, ya que el ingreso a nuevos horizontes no es efectivo en transmitir los mensajes sobre un final inevitable.