Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not es el primer disco que lanzaron los Arctic Monkeys un 23 de enero y que desde entonces, aquellos chicos adolescentes de Sheffield no volvieron a ser los mismos. Ni las generaciones venideras tampoco.

Todo comenzó con unos chicos que eran vecinos y amigos de la escuela que aprendieron a tocar instrumentos y después a escribir de amores fallidos, de mandar mensajes mientras estás ebrio, afrontar un engaño, de su vecindario, beber un par de latas de cerveza y pelearte con el taxista y cómo es que al final puedes tirar echar todo por la borda.

Alex Turner (voz), Matt Helders (batería), Jamie Cook (guitarra) y Andy Nicholson (el baterista original), comenzaron a grabar algunos demos, a regalarlos en los conciertos y, sin darse cuenta, éstos fueron adquiriendo cada vez más popularidad al grado de circular por MySpace, una plataforma digital que los mismos Arctic Monkeys ni siquiera conocían. Esta popularidad fue tal, que para el momento en el que el disco fue lanzado en 2006, el éxito no fue anticipado, sino más bien consumado.

Apadrinado por Domino Records, los sitios en internet de Reino Unido denominaron a los Arctic Monkeys como “la banda más importante de la generación del 2000”, y también desde su publicación, declararon a este álbum como uno de los 50 mejores álbumes británicos. Aseguraron que era un material que “debía ser escuchado”. 

¿Y cómo no? Digamos que si oyes rolas como “From The Ritz to The Rubble”, que habla de dos porteros en la entrada de un bar, te darás cuenta que los 13 tracks de Whatever People Say I Am… se convierten en el soundtrack de una vida nocturna; de la ansiedad previa y después de embriagarte hasta perderte; de la resaca física y emocional. Cada track es vívido, rudo, sin pretensiones. Crea una atmósfera conocida para todo aquel que la escucha y de hecho, “I Bet You Look Good on The Dancefloor” es tan persuasiva como su letra misma lo dice.

En esta época estaban en boga los escoceses de Franz Ferdinand, Oasis había pasado sus mejores épocas, The White Stripes y The Strokes eran unas de las mejores agrupaciones pero, de repente, estos chicos de una banda llamada Arctic Monkeys llegaron para imponer algo nuevo, una tonalidad más fresca.

Las generaciones de entonces y las nuevas agradecieron esta renovación del britpop pero más que eso, de la letra, pues aunque pasen los años el reflejo es el mismo: una adolescencia que busca experimentar, enamorarse, emborracharse, drogarse, escapar de esa vida adulta a la cual jamás querrán pertenecer.

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