El cuerpo pide un descanso a gritos. Lleva recorridos 48 años de carrera, por donde han desfilado cerca de 30 integrantes a lo largo de 19 discos de estudio. Ya no son unos jovencitos y sus cuerpos llevan consigo la pesada carga de todo lo que uno puede acumular durante cerca de 7 décadas de vida. Por eso, el rito final ha llegado, el fin de Black Sabbath.
Todo están reunidos para presenciar por última vez, el talento de Tony Iommi, Geezer Butler y Ozzy Osbourne, quienes llegaron al Foro Sol escoltados por Tommy Clufetos. No necesitan nada más que la alineación clásica (sin Bill Ward, obvio), de una banda de rock para hacer vibrar a las miles de almas que se presentaron a darles el último adiós.
Tres grandes personalidades que parecen salidas de las tres historias de la película que inspiró su nombre protagonizada por Boris Karloff: el vocalista que asedia con su voz como las amenazantes llamadas telefónicas en “El Teléfono”; el bajista que se convierte en “El Wurdalak” que ataca a cualquiera, y el guitarrista, es perseguido por sus propios demonios, como “La gota de agua”.
El clima nublado y el frío son los protagonistas de la noche, porque condicionan a la gente para que carguen con sus chamarras e impermeables, aunque eso sí, muchos de ellos portando orgullosos su playera de Black Sabbath, sin importar si la compraron afuera con “los piratas” o adentro con “los oficiales”, al final con ambas demuestran la misma devoción.
Los Rival Sons están tocando como nunca. Un invitado de lujo para esta despedida. La banda suena increíble y están dejando todo sobre el escenario, por momentos incluso se nos olvida que son el acto abridor y no los headliners, lástima que la gente no les prestó atención. “Gracias vayan con Dios” en un perfecto español, son las palabras con las que se despide Jay Buchanan, y apenas dan un paso fuera del escenario, las pantallas se iluminan con las palabras Black Sabbath en su clásico logo morado, que desata el rugido de la gente.
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Un paseo virtual por los pasillos de un obscuro calabozo, del que emerge una terrorífica bestia que escupe fuego para dibujar el nombre del grupo, anuncia el principio del fin, y lo único que escuchamos es la voz de Ozzy incitando a todos a gritar el “oe oe oe oe”, para que el público lo acomplete con “Sabbath, Sabbath”.
Como toda buena fiesta de despedida, comienza con un ritual parsimonioso. Arrancan con “Black Sabbath”, que nos pone en medio de un ritual oscuro y satánico, una misa negra aderezado con los solos de Iommi, que dan paso a “Fairies Wear Boots” y “After Forever”.
Bien dice el dicho que no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después, los estragos de la batalla son evidentes en cada uno de sus integrantes, que aunque elegantemente vestidos de negro para la ocasión, sus cuerpos ya no son los de esos jóvenes que aspiraban cocaína en cantidades industriales, y le arrancaba la cabeza a palomas y murciélagos sobre el escenario, o que le jugaban bromas tan pesadas a su baterista como prenderle fuego. Pero como los futbolistas, la técnica jamás se va, siguen tocando sus instrumentos con la misma furia y elegancia de siempre, haciendo retumbar a las decenas de miles de almas que vinieron a despedirlos.
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Ozzy Osbourne batalla para que su larga cabellera no le cubra el rostro, siempre de su lado izquierdo, mientras de fondo el doble bombo con el logro de grupo retumba gracias a Clufetos que toca a la vieja usanza: mata y barba larga, sin playera y con furia de sobra. Mientras invita a la gente a cantar “War Pigs”, la piel se eriza desde que escuchamos el “Generals gathered in their masses/ Just like witches at black masses”.
La obscuridad de su música y sus letras se apodera de todo el escenario, es el equivalente musical a una película de terror, con un toque psicodélico gracias a las imágenes que vemos en las tres enormes pantallas, que nos transportan a las prácticas misteriosas dentro mundo de la leyenda llamada Black Sabbath. Además, Iommi aprovecha cualquier oportunidad para mostrar su virtuosismo con su perfil zurdo y alargar los solos, siempre con una sorprendente calma en su rostro, que contrasta con el aterrador y pesado sonido de la guitarra.
Ozzy se da tiempo para presentar a cada uno de los integrantes de la banda, sólo para que reciban una inmensa ovación, momento que aprovecha Butler para echarse un poderoso solo de bajo, que suena preciso e intimidante, la mejor forma de dar pie a “N.I.B.”, y al terminar, dejaron solo a su baterista para que se eche un impresionante solo, y volver a la carga con “Iron Man”. Mientras sus compañeros se echan monumentales solos, Ozzy se pasea de un lado a otro del escenario como león enjaulado, arengando a la gente para levantar las manos y gritar.
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El público es la perfecta metáfora de una bestia, no la vemos porque se refugia en la oscuridad de las penumbras, pero sabemos que está ahí por las miles de pequeñas luces que brillan, como si fueran sus ojos acechando, esperando el momento exacto para rugir y demostrarnos toda su furia, todo ese poder incontenible.
Ozzy les pide que griten una vez más el “oe oe oe”, parece que le gusta tanto, que es el regalo que quiere para su noche de despedida. El cierre es con esa canción que Sabbath metió de último momento en su disco del mismo nombre, y que aseguran que sólo les llevó a lo mucho, 25 minutos componerla, pero que se convirtió en un himno con el que todos desatan su paranoia y piden a gritos “can you help me occupy my brain?”, una sacudida directo al cráneo que cuando apenas nos estamos reponiendo, Ozzy da el adiós definitivo: “Gracias, buenas noches motherfuckers”.
Así se despide Black Sabbath, con “Paranoid”
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Setlist
“Black Sabbath”
“Fairies Wear Boots”
“After Forever”
“Into the Void”
“Snowblind”
“War Pigs”
“Behind the Wall of Sleep”
“N.I.B.”
(con el intro de “Bassically”)
“Rat Salad”
(solo de Tommy Clufetos)
“Iron Man”
“Dirty Women”
“Children of the Grave”
“Paranoid”
Por: Abraham Huitrón
Foto: Getty Images
