La música de Fiona Apple tiene tanta identidad hoy como fama de rebelde su autora. No siempre fue así, ya que la neoyorquina arrancó con baladas de desamor en un jazz swingeado, transitando hasta llegar al indescriptible género cargado de percusiones y denuncia en su más reciente, Fetch The Bolt Cutters (2020).
Los inicios de Fiona Apple
Las fronteras musicales de Apple se han extendido cada vez más, pero no siempre fue así, ya que desde su debut en Tidal, sus letras y música se han transformado y mezclado hasta beats y demás elementos digitales. Es hora de analizar en qué se ha aventurado (y convertido) la música de esta única cantautora, en más de veinte años de legado hasta el momento.
En el 96, el mundo conoció a Fiona Apple a través de Tidal, una exploración íntima de una pianista virtuosa con arreglos elegantes e inclinación persistente al jazz, desde temas como “Shadowboxer” o “Slow Like Honey”, que mostraban por qué Billie Holiday y Ella Fitzgerald eran de las más grandes inspiraciones para la joven Apple de entonces 19 años.
En ese entonces, los acompañamientos de cuerdas y percusiones se encontraban en equilibrio con su gran voz, cuyo rango vemos claramente en los agudos de “Never Is a Promise”, entre letras fuertes sobre trauma y los extremos del sentimentalismo. En retrospectiva, una de las canciones menos congruentes con su sonido es “Criminal”. En sus letras no habían finales felices, hombres salvadores ni amor ideal, sino relaciones reales, decepción, trauma e incomprensión
El rompimiento con sus formas llegó con When The Pawn…, en el que siguió orbitando alrededor del jazz y swing, pero la fuerza comenzó a crecer en ella, raspando su voz desde “On the Bound”, en interpretaciones que ya tenían más identidad propia y no estaban apegadas a formas clásicas, siendo ahora más aceleradas y desafiando lo típico de los géneros en los que se mueven.
Fiona Apple estaba adelantada a su época
Aparecen las distorsiones y metales más protagonistas (“To Your Love”, “Limp”) con una voz menos dulce y más rasgada. Regresaba a terrenos conocidos en la dolorosísima “Love Ridden”, reconociendo en sus letras la renuncia a alguien en quien creía.
Sus versiones nuevas de música que le inspiró siguió presente en rolas como “Paper Bag”, pero Fiona Apple tenía la mirada en el futuro, cuando muestra en “A Mistake”, con inclusión de sonidos digitales y distorsiones, o en “Fast AS You Can” una intención para no quedarse en un mismo tempo y melodía toda la canción. Desde ahí escuchábamos hacia dónde iba.
Esta dinámica entre sus raíces musicales y su propio sonido dejaron varios temas que hicieron notable la indecisión: no contamos con la calidad de inicio hacia una dirección u otra. Extraordinary Machine, de 2005, simplemente no tuvo la disrupción de los dos anteriores, digamos que no hubo apuesta de Fiona y fue a lo seguro, sin que se asomara la experimentación del antecesor.
La aventura que había sido When The Pawn…, mostrando cambios en cualquier segundo de sus canciones y nuevas facetas de Fiona (casi casi rapeando, gritando desgarradamente) se ausentó un rato en su tercer disco. Baladas y más baladas, con el corazón roto de siempre, tal vez el único momento destacable se llama “Not About Love”, con quiebres y disonancias que parecían no encajar en ese álbum.
Después de la calma, Apple regresó con The Idler Wheel en 2012, siete años después, con una exploración vocal bastante densa, de principio a fin. El poder diluido en el disco anterior se acumuló y nos entregó también de las mejores letras que le conocemos, en canciones como “Daredevil” o “Hot Knife”, Apple tiene una fuerza renovada para decirnos todo lo que no le parece.
Comenzó a descubrir elementos fundamentales para su reciente disco de estudio
Las percusiones aceleradas también regresaron junto con la tensión que crean sus progresiones de piano (“Left Alone” existe para demostrarlo), lo que después sería fundamental para Fetch the Bolt Cutters en sonidos que causan todo menos comfort, lo que Fiona Apple quiere transmitir junto con sus imploraciones por ser amada y buscar la paz.
En este cuarto disco, la reconciliación con lo electrónico fue natural (“Jonathan”, “Periphery”) y se distanció de los inicios de jazz swingeado para incrementar su paleta sonora con varias percusiones nuevas que se combinaban de fondo y se quedarían para su futuro cercano. Con una banda de apoyo bastante austera para lo mucho que propone, su voz brilla entre los arreglos acelerados y los gritos de los fans:
La grandeza de Fetch the Bolt Cutters no radica nada más en que haya sido su primer disco en un lapso de ocho años (o que siquiera lo terminara) sino en que es el sonido más identificable en su totalidad con el nombre de Fiona Apple. La locura de su genialidad sin formas, totalmente libre, con muchas percusiones y el piano liderando las canciones, sí suena inspirado por sus raíces, pero no es únicamente eso.
De la joven de 18 años quedan los tópicos de siempre: la búsqueda del amor, el fatalismo de lo que vendrá y el intento sin frutos por comprender un mundo complejo. Las decisiones para modular su voz, de impecables agudos a bajos rasposos, son variados y ligados a los mensajes, mejores que antes y hasta en momentos, la asfixia que siente la transmite.
Fiona Apple cuestiona fuertemente cómo se mide a la gente en la sociedad
El juego de sacar al escucha de su zona de confort sucede bastante mientras habla de sus traumas, como en los gritos, tarareos y dobles voces de “Shameika”, en donde sigue cuestionando cómo es que medimos a la gente en esta sociedad.
Fiona pudo lanzarse por el camino de la fama sencilla, lanzando covers de swing o grandes tributos de jazz e, inclusive, dedicarse a hacer hits (alguna vez declaró que claro que sabía cómo hacerlos). Tomó la desviación más enriquecedora para ella, lo que resultó en jugar con elementos de su casa para hacer canciones, inclusive ladridos de perro, romperse durante sus canciones y denunciar una y otra vez a parejas pasadas, como en “Fetch The Bolt Cutters”.
Esto la ha llevado a sonar simplemente como una persona: ella misma. La necesidad automática de catalogarla o asociarla con una mujer previa para medir su éxito ya no es aplicable a Fiona, quien es una categoría por sí misma.
No nos sorprendería si se le considera como una de las más grandes letristas modernas, y le dan algún premio reservado a poetas o novelistas (recordemos el Nobel a Bob Dylan). Fiona Apple ha creado mundos propios de su desamor e incomprensión, y sus propias atmósferas musicales.