Olvida que llovió y hubo un tráfico insoportable para llegar; que la entrada a El Plaza Condesa se retrasó un poco y que, a pocos minutos de comenzar, parecía que sólo una treintena de personas estarían ahí. Olvida en qué tienda compraste tu primer vinil de OMD, que viste a Billy Idol en su mejor momento o que apenas ayer bajaste las letras de las canciones en tu celular. Olvida que el grupo abridor fue Has A Shadow y que después sonó My Bloody Valentine para recordarte que hace años cancelaron y perdiste –quizás– tu única oportunidad de verlos. Todo eso qué, enfrente ya están The Psychedelic Furs.
Liderada por los hermanos Butler, la banda que fue demasiado fina para ser punk y demasiado oscura para ser pop regresó a nuestro país, luego de sorprender hace dos años a esos fans que creyeron que “Ghost in You” jamás sonaría en un escenario nacional. En punto de las 9:40 de la noche, los Psychedelic subieron y fueron al punto, exigiendo todo con la abridora “Dumb Waiters”: “Give me something that I need, Something I can have”, cantó Richard Butler con su característica voz que oscila entre la dulce oscuridad y el radiante desgarro.
Y de ahí lo que se esperaba. Sin nuevo material bajo el brazo, la banda británica lanzó hit tras hit, en los que las serpenteantes notas del saxofón de Mars William intentaban quitarle el protagónico al fotografiable Butler que, como salido de musical de Broadway, en cada una de las canciones imprimía una teatralidad que obligaba a no quitarle la vista de encima. Apretujándose, repasando su figura, dibujando siluetas en el aire, cantando con las manos. El vocalista de los Psychedelic es un frontman de esos que ya escasean.
“Heartbeat”, “So Run Down” y “Heaven”, completaron el primer quinteto de canciones con las que el resto de los músicos terminaron de calentar. Aunque al principio Tim Butler (bajista y hermano de Richard) y Rich Good (guitarra) permanecían inamovibles en su respectivo terreno del escenario, rápido se acoplaron al show armado por el otro Butler y William y ya para la alucinante “Highwire Days” todo mundo se movía de un lado para otro, posando para las cámaras del público y sonriendo con quien llamaba su atención.
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Lastimosamente, el teclado de Amanda Kramer falló en mal momento, haciendo que “Love My Way” tardara en ser identificada. Sin embargo, al ritmo de los tambores de Paul Garisto, eso no fue impedimento para que fuera una de las canciones más coreadas y ovacionadas de un set de 18 y cerca de hora y media de duración. “Pretty in Pink”, aquella que muchos conocieron por la película de John Hughs (más ochentero no se pudo) enmarcó la primera despedida de la banda. Regresaron con “President Gas” y “Heartbreak Beat”, para después –ahora sí– decir adiós con “India”, estruendosa canción con la que abrieron hace dos años cuando se presentaron en el Corona Capital. Pero olvida eso, lo de ayer es lo que hay que recordar.
Setlist
