Lo que necesitas saber:

The Cure lanzó 'Songs Of A Lost World', un disco que es un a oda a su lado más tétrico y fatalista, con el amor y el final como temas recurrentes. Analizamos su nuevo disco de estudio.

Hoy tenemos frente a nosotros un álbum largamente anticipado, quizás el más esperado en los últimos 20 años, el catorceavo LP de de estudio de la mítica banda de Crawley, Inglaterra: The Cure. Song Of A Lost World llega como un capítulo más, quizás el último, de una banda que no necesitaba probar más o lanzar más música para tener un estatus legendario, y aún así, nos regalan 8 nuevas rolas en uno de sus discos más sombríos y atmosféricos a la fecha.

En producción, milagrosamente regresa Paul Corkett (Placebo, The Heavy), que ya había trabajado con la banda como ingeniero en Wild Mood Swings (1996) y como productor en Bloodflowers (2000). Corkett llevaba 12 años sin producir, y sin duda este trabajo refleja que tenía una misión clara, y es que la banda había causado muchos rumores desde hace años y hasta éste se confirmó el lanzamiento de su nuevo disco de estudio.

The Cure enfrenta temas obscuros con un sonido impresionante que alude a la eternidad

Con poco menos de una hora de música, la banda transmite un fatalismo inmenso con su sonido

Estamos ante un disco sumamente orquestado, con capas y capas de sintetizadores, que crean unas atmósferas que parecen no tener principio ni fin. Esto no es nuevo, ya que desde su icónico Disintegration (1989) la banda mostró que prosperaba en rolas largas, construidas poco a poco, y en las que la mezcla de sintetizadores con guitarras y bajo te conmovían antes de que entrara la voz de Robert Smith. “Plainsong” o “Disintegration” son una muestra clarísima de esto.

El sexteto de Crawley optó por este tipo de rolas en este disco, no persiguen colocar un hit corto en alguna lista, ni mucho menos crear temas que se adecúen a una longitud efímera. A fin de cuentas, es un disco que se tardó 16 años en gestarse, y lo notamos en la artesanía de cada rola.

La preciosa orquestación de “And Nothing Is Forever” maravilla antes de que entre Robert a darnos un mensaje sobre lo pasajeras que son las relaciones, con un mantra sobre la promesa de quedarse hasta el final.

Aunque rolas como “Alone” y “I Can Never Say Goodbye” van en el mismo sentido, la fascinante rola que consolida este sonido que alude a la eternidad sin prisa alguna es “Endsong”. Esta rola de más de 10 minutos, que es una quinta parte del álbum, deja entrar la voz de Robert después de la mitad, creada la atmósfera sombría que coincide con una voz que le reclama a la nada.

El disco es muy homogéneo, no existe una dinámica que busque entretener pase lo que pase, sino que se centra inclusive en distorsiones pesadas y teclados brillantes para crear una sensación tétrica y acechante. Tal es el caso de “Drone:Nodrone”, la canción más acelerada del disco, en la que brillan los riffs distorsionados, una línea de bajo sólida por parte de Simon Gallup, ambas bastante progresivas, y la voz más acelerada que en otras rolas.

Esta rola es una denuncia directa y mucho menos interpretable que el resto del álbum, una buena razón para colocarla al inicio de la segunda mitad.

Letras desoladoras, con un poco de esperanza, que muestran que Robert Smith tiene aún mucho que expresar

En malas noticias, hay un mensaje consistente a lo largo del álbum: el posible final de la discografía de The Cure con este disco. El primer verso es “This is the end of every song that we sing”, en la abridora “Alone”.

La última rola del disco se titula “Endsong”, una posible última canción que marcaría un final romántico a la discografía de una de las bandas más importantes en la historia del rock y post-punk. Esta rola comparte una fórmula recurrente en la discografía de The Cure, junto a “Plainsong”, “Lovesong” y la nueva “Warsong”.

“A Fragile Thing” y “I Can Never Say Goodbye” también insisten en los sentimientos encontrados que genera una relación amorosa. Por un lado, lo positivo del amor, que se enfrenta a la sensación de que es algo efímero y que no durará por siempre.

Parece que estamos ante el disco de ruptura amorosa de The Cure, a 48 años de su origen

Con la dualidad de interpretación que dan las palabras sobre el final, muchas de las rolas nos hablan de una conclusión inminente y recluirse a la soledad. Definitivamente, si acaban de pasar un periodo difícil o una ruptura, este disco será catártico.

En “A Fragile Thing”, Smith acierta en el punto más sensible, y junto a sintetizadores que sienten como olas, se repite que el amor no está diseñado para durar, usando una relación que se termina como motivo de la canción. No hay esperanza, ni momentos cursis como en “Lovesong” o “Just Like Heaven”, sino que Robert busca el fatalismo, y que no hay mucho que hacer cuándo todo termina.

Lo mismo se aplica a los más fans de la banda, que desprendan de las palabras de Robert Smith una despedida, aunque no de los escenarios. “It’s all gone, it’s all gone, I will lose myself in timeIt won’t be long” es una frase repetida y sumamente poderosa que nos convence del final de un era. Esto, mientras la guitarra de Perry Bamonte enloquece en caminos sinuosos e intensos, como en un descontrol aparente que se enfrenta a la nada eventual.

Hay muchísima mercancía nueva de The Cure con la temática de Songs Of A Lost World, ediciones físicas del álbum y ropa, que pueden encontrar por acá. Hoy, The Cure tocará en el Troxy de Londres, el único show anunciado para esta gira hasta ahora, aunque sabemos que les encantan los escenarios y no descartamos que vengan pronto a nuestro país de nuevo.

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Entusiasta y nerd musical desde que tengo consciencia. Lector obsesivo y escritor. Ávido de escuchar y presenciar música en vivo. Músico novato a ratos. Egresado de Derecho y (casi) de Letras Inglesas...

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